viernes, 5 de febrero de 2010

Conciencia sin ilusiones


Se supone que soy Phanta Boyd. Pero eso es una idea, nada más. Otra imagen que aparece en el espejo de la imaginación.
Cuando alguien se mira en el espejo, es muy probable que se identifique con esa imagen. Así es como se va forjando el yo, la sensación de ser alguien separado, una porción autónoma de vida.




El niño que está creciendo en la panza de la madre se halla en una situación intermedia de nueve meses. Por una parte, podemos decir que no está separado de la madre. Por la otra, se puede afirmar que sí, que poco a poco está separándose de ella.
Cuando se produce el nacimiento, sobreviene la separación. Pero el niño no tiene conciencia de la separación sino a medida que va creciendo. En medio de ese crecimiento, aparecen el espejo y el monosílabo “yo”. La supuesta separación, apoyada por las apariencias, refuerza la sensación de una vida autónoma y aparte.



Pongamos en claro que la presencia no aparece por mi voluntad, no es algo que puede “practicarse”. Los que hablan de estar presentes como si fuera un ejercicio espiritual, o incluso como una herramienta para instalar sus personas en un estado de conciencia determinado, no escapan de las ilusiones que nos han inyectado los quehaceres sociales.
Pero todos nosotros estamos envueltos por la presencia y somos invitados a envolverla.




El amor es un estado de conciencia sin ilusiones. Pero si buscamos un diccionario que pueda definir la palabra “ilusiones” y darnos satisfacción, yo elegiría sin dudar el que dice: posesión. Y no creo que se pueda ir más allá. La ilusión proviene de creer que estamos en condiciones de poseer algo, cualquier cosa.



Al desaparecer el personaje exclusivo, desaparece la exclusión. Con lo cual, estamos diciendo que no es posible excluir nada y que otra vez todo es todo. Algo “similar” a lo que ocurría cuando eras niño. Digo “similar” porque no es exactamente lo mismo. El recién nacido y el niño están antes de la mente y del ego. En cambio, el “incluyente” está después del ego y de la mente.

Lo que les preocupa a los seres humanos no es la nada, porque la están saboreando al instante, sino ser nadie. Eso los pone locos, porque invierten toda su energía en ser alguien

Avecor llega al bar y me pregunta qué hago. Le muestro el párrafo anterior y, luego de un rato, quiere saber si no me considero un ser humano. “Por supuesto que no”, le contesto.
No dice más nada.




Nota de Franz Kafka: “No es necesario que salgas de casa. Quédate junto a tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, espera. Pero ni siquiera esperes, quédate completamente quieto y solo. Se te ofrecerá el mundo para el desenmascaramiento, no puede hacer otra cosa, extasiado se retorcerá ante ti”.



Avecor dice que el Tai Chi Chuan es lo mismo que planificar el presente. Uno sabe cuál es el movimiento que hará, pero lo sabe ahora mismo, en el presente, mientras lo está haciendo.




Tengo escrito en un viejo papel amarillento esta frase: “La decisión de vivir sin hipocresía es muy difícil de tomar, porque vivir sin hipocresía es vivir sin amigos”.
No sé quién habrá escrito ese pensamiento, pero no importa. La hipocresía es un comportamiento adquirido de tanta solidez que difícilmente pueda verse en su totalidad.


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Extraído de la novela"Insaciable " de Vita Preziosa - Editorial Ananda

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