sábado, 31 de julio de 2010

El Hechizo Mágico


El amor es impersonal y el amante personal. Para que ambos sobrevivan sin destruirse uno al otro, el amante se pone al servicio del amor. Si fuese al revés, el amor quedaría sin ser conocido, porque lo impersonal es demasiado grande para caber en una sola persona.
Por eso es que el amor les parece tan incomprensible a los seres humanos: porque su vida social, por simple costumbre rutinaria, consiste en ignorar completamente lo impersonal.
Los seres humanos hablan consigo mismos sin parar durante día y noche. De esta manera, pretenden encerrar al mundo en su propio diálogo interno, reducirlo a lo conocido y llamarlo "la realidad".
Cuando el amante conoce el amor sabe que deberá rendirse a su hechizo o bien perderlo. En general, por comodidad o negligencia, los amantes terminan por quedarse sin amor. Entonces pasa el tiempo y recuerdan que alguna vez fueron tocados por su hechizo mágico pero (quién sabe por qué) aquella magia desapareció.
Mientras ignoren que, dentro y fuera de sí mismos existe el mundo de lo impersonal, tampoco sabrán por qué viven sin magia y el mundo se ha transformado en un lugar insalubre.



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Extraído del libro "El Tao Nuestro de Cada Día", de Furia del Lago - Editorial Ananda

viernes, 30 de julio de 2010

Comunión


Mientras nos cuenta su historia
con lo que jamás existe
su caminata se viste
con el despojo y la gloria
de lo nunca visto. ¿Viste
que está por llegar? Y llega
sin que tengas que esforzarte.
Donde vayas, vas por su arte.
Y ese sol que no te ciega
es la visión que comparte.


Vita Preziosa


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Extraído del libro "Obra y Gracia", de Vita Preziosa - Editorial Ananda

jueves, 29 de julio de 2010

Abundancia de Simpleza


Simplicidad no significa pobreza, sino abundancia. La simpleza es como el aire puro, que se filtra por todos los resquicios.
Los que rechazan el lujo no tendrían que caer en el rechazo demasiado amplio, porque pueden llegar a rechazar también lo necesario.
La simpleza consiste tan sólo en no mentirse. Una vez que se recuerda esa virtud (destruida con el paso del tiempo y el uso de razón sin mesura), es inevitable despojarse de todo aquello que pueda encender la codicia, porque la codicia es la que nos hace creer que somos algo más de lo que somos.
La simpleza te hace saber plenamente quién eres, aunque seas alguien que no sabe quién es.

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Extraído del libro "La Armonía del Tao", de Furia del Lago - Editorial Ananda


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Imagen: "Bordando la Luna" - de Pilar Sala (Argentina)

miércoles, 28 de julio de 2010

Acto


Lo improvisado
no carece de reflexión
porque es la madre
de todas las reflexiones.
Así que lo potencial
es el despliegue mismo
del acto,
la acción como actitud,
la actitud como acción.
¿Cuál es la diferencia?


Vita Preziosa
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Extraído de "Obra y Gracia", de Vita Preziosa - Editorial Ananda

martes, 27 de julio de 2010

El Paisaje Fluyente



(Carta de Heliana Fortuna para Angelo Nero)


Cuando yo era pequeña, un chico de la vecindad me contaba sus extrañas teorías. Recuerdo, casi a la perfección, una que me contaba repetidamente. O quizá ocurre que, habiéndome revelado aquel chico lo esencial de su teoría, yo la enriquezco a través del tiempo, abonándola con mi propia experiencia.
Al pequeño vecino mío le llamaba la atención que el océano nunca desbordara y se mantuviera igual. Según su teoría, la cantidad de agua del mundo es siempre la misma. Pero no está en el mismo lugar.
Toda el agua del mundo va a parar al océano, me decía. Y sin embargo, nunca se llena. ¿Por qué? Porque se convierte en nubes y de nuevo en lluvia, y en ríos y lagos y arroyos otra vez vuelve almar.
Imagínate, ser una gota de agua – me decía -. Hoy eres, mañana no eres. Ni siquiera te diferencias de otras gotas. Y, sin embargo, estás ahí, en algún lugar. En el mar, en una nube, o secándote al sol en un charco pobrecito.
Y bueno, pienso yo, el agua no tiene época definida, ni rostro, ni aleluya, ni código de tránsito, ni tabla de multiplicar, ni broche, ni escuela.
Hoy está, mañana no está. Es un panfleto sobre la eternidad. El poema de la supervivencia. La estrategia del viaje como sublime hogar.
Los videntes no dudan en equiparar al agua con la virtud. Maestros del acecho, hacen de la conducta un compendio de la poesía del mundo, lo mismo que hacen del mundo el arte del presente, la persona sin confines, el misterio del corazón.
Y así, con el universo en el gesto, recorren la posibilidad hasta el límite, cruzan la pradera de lo imposible y hacen del horizonte su cuenca.
La perfección es un camino, no un destino.


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Extraído del libro "Señales de Vida", de Furia del Lago - Editorial Ananda

sábado, 24 de julio de 2010

La soledad se engalana


Un simple pastel de nueces,
luna llena y madrugada,
y en el jardín la callada
manera de alzar sus preces
de las rosas. Por un día,
vienen al mágico mundo
que un sol tímido, sin prisa,
les abre con la armonía
de este misterio profundo
del perfume y de la brisa.
Y mientras el té se enfría,
la noche se hace mañana
sin escapar todavía.
La soledad se engalana
con las formas de la rosa,
de mi ausencia, de este sueño
que se muda en otro sueño,
del viaje de cada cosa
siempre en busca de su dueño.


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Extraído del libro "El Arte del Acecho", de Furia del Lago - Editorial Ananda



jueves, 22 de julio de 2010

Una Melodía



El entendimiento puro adviene cuando tu presencia se disuelve en la presencia. Vale decir que el entendimiento no es personal, sino lo impersonal que fluye a través de ti.
El entendimiento aparece lo mismo que el amanecer, al filo de la noche. No es algo que puedas manipular, ni hacer, ni producir con tu voluntad.
Trata de estar presente y lo verás. Tú no puedes estar presente. Pero entonces, preguntarás, ¿quién está presente? Sólo el presente mismo puede estar presente. No es alguien pero tampoco es algo. O es la suma de todos los “alguien” y todos los “algo”. Pero todo esto no son más que aproximaciones que intenta lo limitado (el lenguaje) para aludir a lo ilimitado.
Trata de hacerlo y lo verás: tú no puedes estar presente. ¿Cómo es posible que eso que llamo “yo” no pueda estar presente?, te preguntas. Sencillamente porque eso que llamas “yo” es una entidad imaginaria y no real. Por lo tanto, no tiene presencia.
Pero hemos dicho que el entendimiento puro adviene cuando la presencia (impersonal) impregna tu persona. Y hemos dicho que esa persona es imaginaria. ¿Cómo puede entonces la presencia instalarse en algo imaginario? Respuesta: mírate tu propia sombra. La sombra está ahí, está presente. Pero es nada más que una sombra. En cuanto a la experiencia que puedas tener de la presencia, sencillamente se puede afirmar que lo imaginario desaparece, tragado por la presencia impersonal, tal como una gota de agua es tragada por el océano.
Otra pregunta inevitable: entonces, ¿yo no existo? Pues no, efectivamente, no existes. Eres una sombra de la presencia, eres un ropaje del entendimiento, una idea de la conciencia. Si eres meramente alguien, si estás limitado a ser una persona, entonces eres una construcción imaginaria diseñada por la vida social para funcionar eficazmente en sociedad. Pero todo ello es imaginario.
Vamos a recurrir al lenguaje analógico. Si la presencia es el océano y tú eres una gota, entonces sería válido que tú digas: “yo soy el océano”. Sin duda. Así son las cosas. Pero la mayor parte del tiempo, por no decir directamente todo el tiempo, te la pasas creyendo que eres una gota separada del océano. Esa es la famosa entidad imaginaria que has construido en base a las convenciones sociales y un entrenamiento personal determinado. Eres una gota, sí, pero actúas como si esa gota estuviera separada del océano. ¿Cómo ha sucedido eso? Sigamos con la analogía. En determinado momento, las inconmensurables fuerzas de la naturaleza se manifiestan de modo tal que un poco de agua queda congelada. Ese poco de hielo es agua, sigue siendo agua, pero a raíz del frío se siente separado del resto del agua. Pese a todo, seguramente podrás percibir que no importa si eres un poquito de hielo o acaso un témpano: sigues siendo agua. El agua sigue siendo tu esencia. Por eso, cuando hablamos de alguien decimos que es una entidad imaginaria. No tiene existencia real. El témpano se cree separado y esa separación es imaginaria.
Puede ser que aparezcas entonces con otra cuestión. Si yo soy conciencia de ser, entonces no soy una entidad imaginaria. Sí, claro (sería la respuesta), pero tú no eres conciencia de ser, porque sólo la presencia puede ser consciente de ser. Y la conciencia de ser no es personal, ya lo hemos visto.
Lo personal es un elemento utilitario, un comportamiento que adoptamos los seres humanos para manejarnos con cierta fluidez en la vida diaria. Por ejemplo, tú te llamas Juan y de esta manera te llaman todos. Es una forma de funcionar en la vida social. Pero si vas a un país extranjero quizá te llamen John, o Sean, o Iván, o Giovanni, o Johann, o Jean, o Jan, o Huang, o como sea. Son nada más que rótulos funcionales. Lo mismo pasa con todo lo atinente a la personalidad. Lo importante es que, si te llaman por tu nombre, tú respondas. Esa es la funcionalidad del nombre. Y con respecto a todo lo demás, tu funcionamiento personal tiene esa misión. Pero si tú te llamas Juan y tu mujer se llama Juana, eso no significa que son dos entidades diferentes. Suponer algo así es como creer que dos gotas de agua dejan de ser agua. Tú tienes barba y tu mujer no, eso es cierto. Pero estás hablando nada más que de las apariencias.
También podemos considerar que, desde el punto de vista funcional, tú eres el gerente del banco y algún otro es el empleado que hace la limpieza. Pero dos gotas de agua no dejan de ser dos gotas de agua.
Ahora bien, tú eres lo que ahora y aquí está presente. Atengámonos a los hechos. Y dices: “yo soy conciencia de ser”. Pero, lamentablemente, eso es nada más que una expresión de deseos. Para que tú seas conciencia de ser, tendrías que estar presente, puesto que sólo el presente tiene conciencia de ser. Y tú, como ya hemos visto, no puedes estar presente.
Por lo tanto, la conciencia de ser es impersonal. No es un patrimonio tuyo. Una gota es el océano cuando está inmersa en el océano. Pero si está separada del océano, entonces no tiene conciencia de ser océano.
Hasta aquí, hemos utilizado la analogía del océano, pero es necesario explicar de qué estamos hablando. Es el océano de la conciencia. O quizá podríamos decir que es el universo de la conciencia. Tú eres conciencia, las montañas son conciencia, los ríos son conciencia, el planeta es conciencia, el sol también, la luna, las estrellas y las galaxias... Todo es conciencia.
Y hemos dicho ya que el entendimiento puro adviene cuando tu presencia personal se disuelve en la presencia impersonal. Por lo tanto, podríamos decir que es tu conciencia personal cuando se disuelve en la conciencia impersonal. Pero, ¿existe algo así como tu conciencia personal? De hecho, todo es conciencia. En este caso, estamos hablando de la conciencia que se identifica con tu persona y ahí queda atrapada, en una ilusión. El problema es que la conciencia te hace actuar como persona y tú crees que eres esa persona con exclusividad. Ser una “persona exclusiva”significa ser una persona ilusoria. Por ejemplo, tú piensas que haces cosas y deshaces. Pero eso es algo tremendamente ilusorio. Es como si una gota dijera: “ahora estoy llegando a la playa porque yo quiero llegar a la playa”. Y no es así. La ola te está trayendo a la playa. Y el océano entero está impulsando a la ola. Y la luna está moviendo las mareas. Y quién sabe cuántas otras influencias hay. El universo entero está haciendo que esa gota de agua llegue a la playa. Y tú, como si nada, proclamas: “Hago lo que quiero”.
Lo mismo pasa con el entendimiento puro. No puedes acceder tú a tal entendimiento. Sencillamente, no es algo que tú puedas hacer. El entendimiento es el presente y es impersonal. Y tú no puedes acceder al entendimiento, así como una flauta no puede por sí misma tocar una melodía. La melodía será tocada por el flautista. Y la flauta sólo tiene que dejarse tocar.
Eso es lo que parece tan y tan difícil de comprender: que tú eres una flauta y que el entendimiento puro tocará en esta flauta sólo si esa fuerza impersonal, esa conciencia de ser que es el entendimiento puro, aparece por aquí, toma la flauta y a través de ti toca una melodía.


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Extraído del libro "Let It Be", de Furia del Lago - Editorial Ananda

martes, 20 de julio de 2010

Lugar inalterable




La inocencia es el lugar inalterable donde se aposenta la pureza del espíritu. A ese lugar no llegan los artificios de la vida mundana ni las trampas del deseo. La inocencia vive en un país que no puede ser tocado por las intrigas de la codicia ni las turbias pasiones de los que truecan posesiones por su propia vida.
Las sombras no resisten la presencia de la luz. De igual modo, los cálculos, las palabras y las experiencias sucumben ante la aparición de la inocencia. La inocencia no se puede comprar ni vender. No tiene ningún valor: por eso es invalorable.
En la morada de lo inconcebible, más allá del alcance de todas las ambiciones, fuera de la órbita de lo conocido, allí reside la inocencia. Y no es un lugar lejano, ni pertenece a ninguna geografía extravagante. Es el cielo más alto, el océano más profundo, el corazón más grande.
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Extraído de "El Tao Nuestro de Cada Día", de Furia del Lago - Editorial Ananda

sábado, 17 de julio de 2010

El infinito no tiene cáscara



Tanto si lo que has hecho es algo que consideras bueno como malo, eres absuelto por el amor de la vida que se derrama en la vida. Esto es así porque tus hechos son tan ilusorios como tú.


Escucha cómo, sencillamente, las gotas de lluvia del lenguaje están cayendo en el océano del silencio.

Sólo el amor puede ver a la ilusión desintegrarse en la ilusión.


Inesperada para sí misma, persona que no es persona, libertad disfrazada de humana.


¿Cuáles son las reglas de la libertad?



El infinito sigue trabajando
debajo de los rulos del poema
y de la sensación de estar viajando
hasta la solución de algún teorema.


Trabaja sin cesar y sin hacer
ni el más mínimo esfuerzo. Simplemente
deja que del morir brote nacer
y viceversa, porque el bivalente


transcurso del momento no ha salido
de la meta jamás. Todo se vierte
sin pausa en todo y éste es su vestido:


el perpetuo fluir que se convierte
en un momento siempre diferente
pero igual a sí mismo y permanente.

Vita Preziosa




Ya los antiguos han escrito, en el libro de la intemperie, que la libertad no puede ser personal porque, sencillamente, no existe forma que pueda contenerla. Por eso es que, en rigor, no existe ninguna forma: porque todo es libertad.
La imagen que describe esta danza de las transformaciones es el canto del pájaro, una más entre tantas formas que pierden la forma. Escucha conmigo: esa calandria viene a cantar la mañana, no a ponerle nombre.
¿Tú crees que la calandria canta? Claro que no. Es la libertad.




La libertad, plenitud del vacío, palpita en tu corazón cuando descubres que aquí no está en ninguna parte y que tú encuentras tu hogar en cada célula del infinito.

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Extraído de "El Amor es Todo Lo Que Hay", de Furia del Lago - Editorial Ananda


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(Foto: desde hace dos días está nevando en Sierra de la Ventana, provincia de Buenos Aires)


miércoles, 14 de julio de 2010

Lo demás está demás


Le pides amor al presente. Y el presente no te puede dar otra cosa, porque el presente es amor, es un latido que hace vibrar tu corazón. ¿Qué es, entonces, lo que estás pidiendo?
Estás pidiendo un amor especial. Pero el amor es incapaz de hacer excepciones.


El presente, ¿da o recibe? No te pregunto para que me respondas, sino para que estés presente.

A menos que des amor, no recibirás amor, porque nada está separado de nada.


En el mundo de la unidad, recibir y dar son un solo movimiento. Por supuesto, no existe ningún otro mundo, salvo el de la unidad.


El amor revela que jamás hubo separación y que todo es uno. Por eso, no existe “alguien” que pueda amar a otro “alguien”. El amor es impersonal.


Si dar y recibir son una misma cosa, entonces no existen ni la una ni la otra. Vale decir: no das ni recibes amor, eres amor.


El creador y la criatura están unidos por la creación.


El amor es imposible para quien pretende transformarlo en “suyo”.


La voluntad del presente es tu voluntad. Lo demás es capricho, sueño, esclavitud. Y está demás.


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Extraído de "El Amor es Todo lo que Hay", de Furia del Lago - Editorial Ananda

sábado, 10 de julio de 2010

Nada más que una imagen



El ego es la máquina de pedir. Es una construcción mental basada en exigirle a la vida que se la pase otorgando beneficios a esa persona que llamas “yo”.
No es necesario hacer complicadas descripciones ni elaboradas teorías acerca del ego. Es la máquina de pedir.
¿Por qué, entonces, hay cursos, caminos espirituales, religiones enteras dedicadas a realizar intensos y extensos trabajos para “eliminar el ego”? Es otra de las características del mismo ego. Sigue pidiéndole a la vida el papel central en todo el universo y, por lo tanto, aunque reconoce que es la fuente de todos los problemas, al mismo tiempo dice: “Está bien, sé que estoy estorbando, que soy la causa de todos los conflictos y los problemas. Pero tenemos que elaborar algún sistema que me permita tener menos ego, o algo por el estilo, para evitar mayores males”.
En otras palabras: el ego quiere quedarse sin problemas pero no quiere que desaparezca el inventor de todos los problemas, que es el mismo ego. Por lo tanto, elabora cursos y caminos espirituales de toda clase para ir quedándose sin ego en forma progresiva. Con lo cual, jamás llegará a la meta.
Sin embargo, el ego puede desaparecer con sólo un soplido del viento de lo inevitable. ¿Por qué? Sencillamente porque no existe. Es una ilusión, una manera de ser que se consolida en una persona para fortificar la creencia de que se trata de una persona separada. No existe persona separada de nada. Toda persona es una célula minúscula entramada en un tejido energético que llamamos “vida”.
Por lo tanto, gracias al ego, tú crees que la vida es “tu vida”. El ego funciona como un respiradero de creencias permanentes, según las cuales tú tienes autonomía, voluntad, propia, una vida separada de la vida y todo el mundo separado de ti, girando en órbita en torno a tu persona. Eso lo comprendes fácilmente. También comprendes con facilidad que el ego te causa un conflicto detrás del otro y que una existencia semejante no puede ser sino un sufrimiento sin fin.
Lees a Nisargadatta Maharaj o recitas algún poema de Rumi, te empapas con las lecciones de Ramana Maharshi o te sacudes el sopor con los latigazos verbales de U.G. Pero hagas lo que hagas, todo se va por el sumidero. ¿Por qué? Porque todo lo haces para ti mismo y ese “uno mismo” no existe, sigue siendo una fantasía mental que cada uno forja para creerse el centro del universo.


Angelo Nero – Pero es muy difícil no creerse un “yo” cuando todo el mundo está reforzando esa creencia. Si yo estoy solo, sin gente alrededor, puedo aquietarme y llegar a esa comprensión, puedo llegar a entender que exigirle a la vida que me dé satisfacción es una burrada. Pero apenas aparece mi vecino, ya entro en un juego de “tira y afloja” para conseguir algo y mi vecino hace lo mismo, exactamente lo mismo. Así que todos estamos involucrados en ese juego.
Turiya – Así es. El ego es la máquina de pedir y la sociedad entera es una máquina gigante de pedir. Si no hubiera sido por el ego, seguiríamos viviendo en la selva, como otros primates entre tantos. Pero el ser humano probó el fruto del árbol del conocimiento, saboreó la diferencia entre el bien y el mal, y con eso ya se instaló en el reino del ego.
AN – Vale decir, fuimos expulsados del paraíso.
T – Por nosotros mismos, tal cual. Distinguimos el bien del mal. El bien o el mal, ¿para quién? Para mí, por supuesto. Esto es bueno para mí, por lo tanto, aprendo las maneras de conseguirlo, de fabricarlo, de repetirlo y de idolatrarlo. En cambio, aquello es malo, así que lo repudio, lo convierto en un demonio, le tengo miedo.
AN – Sin embargo, no podríamos sobrevivir si nos faltara esa discriminación.
T – Está claro que el pensamiento discriminativo tiene que seguir existiendo. Pero si esa facultad de discriminar se convierte en el centro del universo, entonces voy a estar en problemas.
AN – El problema principal es el sufrimiento.
T - ¿Por qué sufrir? Porque haces de tus exigencias el eje del mundo. Le exiges al mundo que te consiga esto y aquello, le exiges tu completa felicidad. Y para el mundo, tú eres prácticamente nadie, no existes.


Pero identificar al ego como el causante de los problemas puede llegar a engendrar problemas todavía mayores. “Si esa máquina de pedir me está haciendo la vida imposible, entonces tengo que liquidarla”, declara el que se siente agobiado por los problemas.
El ego es una entidad imaginaria. ¿Qué se puede hacer con ella? Absolutamente nada.
Alonso Quijano quiso ser Don Quijote. Se embarcó en su delirio y salió a “desfacer entuertos” con su disfraz de Don Quijote. Y embarcado en esos delirios cometió tantas locuras que al final terminó por confesar, poco antes de morir, que todo había sido simplemente una locura. Recuperó la razón y recordó que él era nada más que Alonso Quijano.
Lo mismo pasa con el ego. Cada uno tiene un quijote imaginario dentro de sí, al que le da toda su energía y toda su sangre. Se desvive para sostener esa imagen del ego. Resultado: sufrimiento constante.
Con el ego no hay nada que hacer. Sólo comprender que se trata de un delirio y dejar de alimentarlo. Es nada más que una imagen absurda que cada cual se forja de sí mismo. Nada más.


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Extraído del libro "El Fin del Mundo", de Furia del Lago - Editorial Ananda
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sábado, 3 de julio de 2010

Más acá de la dualidad



Las palabras nunca tocan la esencia. No lo hacen cuando se dice “amor” pero tampoco cuando se dice “niño”, o cuando se dice “vecino”. Algunos citan a Lao Tzu y dicen: “El Tao que se puede nombrar no es el verdadero Tao”. Entonces piensan que el Tao es algo misterioso, como si hubiera algo que no lo fuera. Yo nombro “niño” y eso no es el verdadero “niño”. Usamos la palabra “vida” como si supiéramos de qué hablamos. En definitiva, todo es misterioso. Y dentro de tanto misterio, el lenguaje.
Las vacas no hablan entre sí, los perros se ladran, pero nosotros hablamos. Usamos símbolos y conceptos, nos transmitimos fórmulas matemáticas o recetas de cocina, contamos historias y hacemos películas.
Las palabras pueden transmitir ideas y las ideas hacernos llegar emociones, mientras que las emociones pueden transmitir sensaciones. ¿Cuál es la sensación del silencio? La del no nacido.
Un no nacido es alguien que no muere ni nace. La sensación del silencio consiste en estar aquí por primera y última vez, las dos cosas en una.



Angelo Nero – Termino de leer esto que has escrito y trato de entenderlo. Cuando hablas del no nacido pienso que estás usando eso como metáfora. Pienso que hablas de la inocencia.
Turiya – La inocencia es el estado de ser, sin atributos. No ser esto ni aquello, sino sólo ser.
AN - Quieres decir, entonces, que el no nacido es algo nuevo, siempre fresco.
T – No, no. De ninguna manera. Por supuesto que no es algo nuevo. Si fuese nuevo, es porque lo estarías comparando con lo viejo.
AN – Y tampoco es viejo.
T – Claro que no. Lo viejo es un concepto que resume todos los conceptos. La inocencia no tiene nada que ver con los conceptos.




Angelo Nero – Los que meditan, a mi entender, están tratando de recuperar el estado de inocencia.
Turiya – El estado de inocencia no puede pertenecerle a nadie. Por lo tanto, nadie lo ha perdido y nadie tiene necesidad de recuperarlo. Su cualidad es la de no ser personal y, por lo tanto, no puede ser atesorado por ninguna persona.
AN - ¿Ninguna persona puede ser inocente?
T – Lo personal es el abandono de la inocencia.
AN – Entonces, cuando el niño empieza a decir “yo” para referirse a su propia persona, es cuando abandona la inocencia.
T – Así es. A partir de ese momento se inventa para sí mismo una persona que está separada de la totalidad.
AN – Pero no está separada.
T – Claro que no, el niño imagina que está separada.




Angelo Nero – Estuve buscando el origen de la palabra inocencia y proviene de nocivo. Quiere decir no-nocivo, que no hace daño. La palabra inocuo quiere decir lo mismo y tiene la misma raíz. Una persona inocente sería, entonces, la que no hace daño.
Turiya – En el mundo de las personas, todo es perjudicial o beneficioso, según quien sea el que reclame tales resultados. ¿Por qué son así las cosas? Porque en el mundo de las personas existe una separación ficticia. Todas las personas tienen una religión inevitable: se creen separadas. Por lo tanto, lo beneficioso es beneficioso para mí; y lo mismo pasa con lo perjudicial.
AN – Ajá, entonces la persona separada es la que inventa el beneficio y el perjuicio.
T – Así es. Las nociones de bien y mal existen para la persona separada, es decir, para el ego. Si tomas a un bebé recién nacido, ¿qué es lo que está mal para él y qué es lo que está bien? Lo ignora. A medida que va creciendo, lo averigua. Cuando tiene hambre, llora. Y cuando siente algún dolor, o algún malestar, también llora. Eso es entonces lo que está mal: aquello que le hace daño a su persona.
AN – De manera que el bien y el mal son conceptos egocéntricos, que están basados en la persona propia como eje del mundo. El mal es lo que me hace mal a mí, y el bien es lo que me beneficia.
T – Todos los conceptos son egocéntricos. Nacen del ego. Es el ego quien se hace un concepto de su, así llamada, propia persona. Y es el ego el que inventa un concepto del mundo. El concepto básico es dual: yo y el mundo.
AN – De modo tal que la inocencia sería volver al estado de antes de nacer, lo nonato.
T – Los maestros del zen preguntaban: ¿cuál era el rostro que tenías antes de nacer?
AN – Es un koan, sí, algo que siempre tomamos como un enigma que no tiene solución. Pero ahora veo que ningún koan tiene solución porque no es un problema. Es decir, el koan no pertenece al mundo de la dualidad.
T – Claro, puesto que no son un problema, no requieren ninguna solución. ¿Cuál es el rostro que tenías antes de nacer? La inocencia.




La cualidad del silencio es la inocencia. En cambio, en el mundo del ego reina la culpa. Por supuesto, cuando se inventa una dualidad entre yo y el mundo, también se inventa el bien y el mal. Todo aquello que me hace mal “a mí” es culpable de mi malestar.
El silencio nunca duerme ni está despierto, porque reside más acá de la dualidad entre despertar y dormir, más acá de todas las dualidades.
El silencio no nace ni muere. No tiene un centro donde hacer eje, porque, para el silencio, todo es centro.


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Extraído de "El Amor es Todo lo que Hay", de Furia del Lago - Editorial Ananda
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Foto: Juego de espejos, de Dionisio Mayor