sábado, 22 de septiembre de 2012

QUEDARSE AQUÍ





Meditar es el viaje de la paradoja, porque consiste en “quedarse aquí”. Habrá quien argumente, con toda lógica, que eso de “quedarse aquí” no puede ser viaje alguno, pero la lógica y el conocimiento silencioso juegan entre sí como el agua y el aceite.

Examinemos a fondo, sin el más mínimo concepto previo, esto que llamamos aquí. Por un lado, aquí jamás es aquí, porque se trata de un paisaje movedizo, que está cambiando constantemente y que resulta ser fugitivo de sí mismo. Por el otro, aquí es siempre aquí, puesto que no puede moverse ni un centímetro para irse a otra parte.
En sí mismo, el presente es un koan, una especie de enigma para no resolver sino para usarlo como alimento del alma.
El koan expulsa el mecanismo mental de introducir la experiencia viviente en el ámbito de lo conocido. Sencillamente, la presencia no se puede amoldar a lo conocido. Sería como tratar de meter un océano en el bolsillo.


Vita Preziosa


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Extraído del libro "Taller de Meditación", de Vita Preziosa - Editorial Ananda

martes, 4 de septiembre de 2012





UN REINO SIN MONARCA






En el Reino de la Unidad, tener y no tener son el mismo asunto. Esta perspectiva permite ver que todo es nada y viceversa.




La atención volcada sobre sí misma es el Reino sin Monarca donde la nada descubre todo.





La atención volcada sobre sí misma saborea los manjares del Reino de la Unidad, sin esfuerzo, por pura fotosíntesis.






Vivir sin esfuerzo es lo que hace la vida por sí misma, sin tu intervención.






La atención volcada sobre sí misma no desperdicia ni un gramo de energía en lo que pasa. Simplemente, deja que pase.




En realidad, nada acontece, no hay pasado ni futuro, todo aparece y nada es. (Nisargadatta Maharaj)








(Cúmulo de apuntes extraídos del cuaderno de Phanta Boyd y publicados en el número 803 de “Antifilosofía”)



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VITA PREZIOSA

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Extraído del libro "Por Ahora", de Vita Preziosa - Editorial Ananda



miércoles, 25 de julio de 2012

EL PERFUME DE LA FLOR








Vorágine de luz, el remolino
del silencio te lleva tan adentro
que allí en el fondo acaba tu camino
y eres meta sin cáscara ni centro.


La meta de vivir sólo el instante
(un fuego deslumbrándose a sí mismo)
es el camino de la luz constante,
el abismo que mora en el abismo.


Déjalo ser; es raro que una flor
sepa de qué perfume ha sido hecha.
Tu fragancia proviene del amor,


que no tiene ni adiós ni ansia ni fecha,
ni busca una morada permanente
porque vive en la casa del presente.






Este poema de Dionisio Mayor es un canto a la meditación, un puñado de sal que se disuelve en el océano de la meditación. Si cada uno es capaz de leerlo con la totalidad del ser, si es capaz de sumergirse en él con todas las células del cuerpo, entonces sentirá que la voz poética resuena en lo más hondo del alma. “Vorágine de luz, el remolino/del silencio te lleva tan adentro/que allí en el fondo acaba tu camino/y eres meta sin cáscara ni centro”. Esta es una clave de la persona que medita, la de saber de antemano que la meta y el camino son la misma cosa. Meditar no es una búsqueda, no se está buscando ninguna cosa en especial, ningún resultado, ningún éxtasis determinado. En todo caso, ya se sabe: el éxtasis es el presente. Pero, ¿quién puede vivir plenamente en el presente? ¿Quién, además de estar en el presente, puede ser el presente?
En todo caso, buscar el presente suena como el absurdo máximo. ¿Quién busca qué cosa? ¿Puede haber algo afuera del presente?
Hablábamos de una clave. Una clave es una llave. Una llave que usa el meditador para volver a casa. Estabas a la deriva, allí afuera, hasta que se te ocurre volver a casa. Sencillamente, buscas en tu bolsillo, encuentras la llave, y ya puedes abrir la puerta para estar en casa. La llave eres tú mismo. La casa eres tú mismo. No hay dualidad. No existe tal cosa como la dualidad en ninguna parte. Todo ha sido una ilusión. Tu camino empieza donde acaba “y eres meta sin cáscara ni centro”. Cáscara y centro, por supuesto, alude a la vieja dualidad ilusoria, la de creer que existe algo así como “yo y el mundo”. Pues bien, no existe ni yo ni el mundo. Es nada más que una idea. Convengamos en que se trata de una idea muy difundida, la herencia unánime que se transmite de padres a hijos. Pero es tan sólo una creencia. Dicen que en otros tiempos la gente pensaba que la tierra era plana. Lo mismo pasa con esta dualidad aparente que nosotros concebimos como “yo y el mundo”. Es nada más que una creencia. Por eso, cuando el poeta dice: “allí en el fondo acaba tu camino”, pero aclara que te quedas sin cáscara ni centro, está diciendo que el fondo es insondable, que el infinito está yendo sin pausa más allá de sí mismo y que a todo esto lo llamamos el silencio, la vorágine de luz que somos.
Por si nos place asentarnos en ese lugar sin fondo que nos lleva tan adentro, sigamos leyendo: “La meta de vivir sólo el instante/(un fuego deslumbrándose a sí mismo)/es el camino de la luz constante/el abismo que mora en el abismo”. Parece cuento con qué facilidad el poeta nos viene trayendo de la mano para encontrar ese fuego que se deslumbra a sí mismo, el asombro de ser, la única certeza.
De algún modo, es una manera de preguntarse y responderse, en un solo tris, qué soy. Este asombro de ser se concibe aquí como un fuego en donde se queman todos los atributos: ser esto o aquello, hombre o mujer, joven o viejo, pobre o rico. Qué más da. La dicha es un sol que amanece en tu corazón, ha señalado el viejo Nayakan Sabal. Y este sol, el asombro de ser, está constantemente a tu disposición. Es la cualidad misma del instante, que se muere al darse cuenta de que está naciendo.
Hablamos de este fuego que está deslumbrándose a sí mismo, el asombro de ser. No es un lugar en el que normalmente viva la gente. Vivir dentro de un fuego que te está quemando, vaya idea. Entonces, ¿qué sería yo? Ni siquiera ceniza. Un poco de nada.
Es por ese motivo que la gente luce todo el tiempo tan desdichada. La única dicha es el asombro de ser, esa es la fuente de toda luz. Pero Fulano está enojado, no quiere entrar en ese fuego de la dicha, porque allí desaparecería por completo, dejaría de ser Fulano. Vaya, vaya. Cómo nos gusta la ilusión. Ser alguien. Cuando está visto que simplemente somos esta nada que somos. Sin embargo, esta nada es ser, conciencia, bienaventuranza. ¿No es raro? Somos nada y sin embargo sentimos que lo somos todo. Es la conciencia, que se está mirando en el espejo de la conciencia. Sí, la conciencia es un árbol y la conciencia es la semilla de ese árbol. El instante presente nunca es el mismo y siempre es el mismo.
Aquí estamos hablando pues, con el poeta, de ese fuego que se deslumbra a sí mismo. “Yo no quiero quemarme en ese fuego”, dice Fulano. Pues vaya, no es una opción, Fulano. Ya estás aquí. Ya estás quemándote en el fuego del presente. Pero tenemos buenas noticias para ti: tú eres el presente. Así que podrías considerar este asunto con ojos nuevos. De eso se trata meditar, escribir poesía con el cuerpo, vivir el éxtasis del presente. Existen dos clases de personas: la que agradecen a la vida por la vida, y las que odian la vida. Las que agradecen son personas raras, muy raras. Para agradecer hay que estar lleno de gracia. Esto parece un galimatías, pero es la lógica de la vida. Si quieres echar agua en un vaso, tienes que poner atención y cuidar que el vaso no esté lleno de agua. Lo mismo, para dar, tienes que tener. Así que todo es un círculo virtuoso. Cito a Simone Weil: “La gracia llena los vacíos, pero sólo puede entrar donde hay un vacío para recibirla, y es la misma gracia la que hace este vacío”.
La vida es un regalo que te da la vida. Puedes vivir dando gracias a la vida, o puedes vivir diciendo: “Esta vida es una mierda”. Sí, ya sé, la frase les suena (risas). Hay mucha gente diciendo eso por ahí, por todas partes. Hay gente que se queja y se queja. Están entrenadas para considerar que la vida les está debiendo algo y todo el tiempo se la pasan dando lástima, diciendo que les va mal y cosas por el estilo.
Aunque parezca completamente disparatado, esto pasa porque ignoran el éxtasis del instante. Sí, el éxtasis y el presente son sinónimos. Vamos a dejarlo en claro. Son dos palabras para el mismo asombro de estar vivos. “Déjalo ser; es raro que una flor/sepa de qué perfume ha sido hecha”. Vaya con el poeta. Nos suelta el perfume de la poesía y nos dice: esto es poesía. La vida misma. Pero, además, como si estuviera dándonos alguna especie de recordatorio, nos cuenta por qué la palabra amor ha quedado tan gastada de tanto confundirla con el deseo. “Tu fragancia proviene del amor, que no tiene ni adiós ni ansia ni fecha, ni busca una morada permanente porque vive en la casa del presente”.
Claro que sí, míralo: el presente puede darte una idea de permanencia, puesto que siempre está aquí. Entonces, no tiene sentido andar buscando una morada permanente. Pero al mismo tiempo te aclara que no existe meta, porque esta es una casa en llamas, el fuego que está deslumbrándose a sí mismo. En suma: puesto que nada es permanente, no existe ni la permanencia ni la impermanencia.
Déjalo ser, es raro que una flor sepa de qué perfume ha sido hecha.


(Conferencia de Tiziano Longobardi en el marco de un taller de meditación realizado en el curso de Artesanía Ontológica)


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VITA PREZIOSA

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Extraído del libro "Taller de Meditación", de Vita Preziosa - Editorial Ananda

sábado, 28 de abril de 2012

Dharma Blues


Mirarse y verse, sin tener idea:
hazaña de quien sabe lo que ignora
y es capaz de vivir en el ahora
sin agregados, sea lo que sea.


Despojarse de todo y acertar
a serlo todo con la impar maniobra
donde puedan mezclarse gracia y obra
y sepan el silencio pronunciar.


Devorar las palabras con el gesto
del momento, que brota de sí mismo;
quedarse aquí, en medio del abismo


y proclamar que el infinito es esto,
este momento dentro de sí mismo
que se disfraza de lo manifiesto.


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VITA PREZIOSA

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Del Libro "El Abismo que Mora en el Abismo" - Editorial Ananda

domingo, 8 de abril de 2012

Castillo de Nubes



A partir del momento en que, según los cánones de la instrucción escolar, la familia y el vecindario, has adquirido el “uso de razón”, dentro de tu organismo queda funcionando una única célula sana: lo enteramente impersonal.
De todas maneras, es una célula tremendamente infecciosa. De hecho, tarde o temprano terminará por contagiar a las demás células y por invadir toda tu famosa humanidad hasta destruirte completamente.
Su manera de actuar es bastante simple. Tengamos en cuenta que el uso de razón es una especie de castillo de nubes, construido solamente con ideas. Por más que quieras sostenerlo, siempre habrá una brisa que lo vaya erosionando, paciente, lentamente, hasta que la construcción termine convertida en lo que siempre fue: un montón de nada.
Aunque parezca mentira, algunos se hacen amigos de lo enteramente impersonal. Poco a poco, se van dejando carcomer por su luminosa serenidad, su certeza implacable, su inexorable presencia. Hay quienes, en algún momento, detectan un tumor de lo enteramente impersonal dentro de sí, como si escucharan su silenciosa labor de niño travieso que ha regresado al patio de juegos con energía y entusiasmo.
Aquí lo tenemos, jugando y jugando, mirando el paisaje de la conciencia con los ojos de la conciencia.
Vaya truco. Siempre has sido lo enteramente impersonal. Ya ves de qué manera todo lo demás se te desliza como el agua entre los dedos de la mano.


Vita Preziosa

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Extraído del libro "Alquimia Natural", de Vita Preziosa - Editorial Ananda

miércoles, 25 de enero de 2012

El Edén





El silencio no duerme, ni tampoco
podríamos decir que está despierto.
No sabes si está cuerdo o está loco:
tiene un ojo cerrado y otro abierto.


Ver a Dios, o al silencio, como quieras
llamarlo, te convierte en el Edén
donde todas las partes son enteras
y donde todo es Dios, y tú también.


En el silencio se hacen el amor
la vigilia y el sueño hasta extraer
el arco iris de un vital color.


Aquí, lo que tú ves te viene a ver…
No se puede creer ni es increíble:
aquí se hace visible lo invisible.

Vita Preziosa
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Extraído del libro "El Viejo Truco de la Novedad", de Vita Preziosa - Editorial Ananda
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Imagen: "El Beso", de Victoria Ruiz de Cortázar