lunes, 8 de febrero de 2010

Dos maneras





Obsérvese lo que dice Emerson: “El optimista cree que éste es el mejor de los mundos posibles. El pesimista teme que eso sea cierto”.
Pero está partiendo de una base equivocada. El optimista no piensa que éste sea el mejor de los mundos posibles. El hecho de ser optimista no lo transforma obligatoriamente en un delirante. Puede que vea las cosas tal como son. En todo caso, su actitud sería la de preguntarse: ¿qué puedo hacer para mejorarlo?
Incluso, hasta puede que vea el mismo mundo que el pesimista. Sencillamente, su actitud es opuesta.
Para el amargado, su propia persona es el centro del universo. Lo demás gira en órbita en torno a su extraordinaria personalidad. Un amargado es un egocéntrico. El mundo ha sido creado para darle placer y satisfacción personal. Cuando las cosas no salen como a él le gustarían, entonces se pone de mal humor. Algunos acumulan mal humor durante años y décadas. Así, llega un momento en que se resignan: el mundo no les da satisfacciones, no responde a sus requerimientos personales. Por lo tanto, se transforman en pesimistas. Ya no esperan nada de este chiquero llamado mundo.
Por el otro lado, el que no tiene una personalidad tan egocéntrica, el que tiene un ego chiquito, no está esperando que el mundo le traiga regalos. “Yo soy un regalo para el mundo – proclama -. Y el mundo un regalo para mí”. Si alguien carece de ego (pureza y proeza difícil de imaginar para muchos) no encontrará diferencia sustancial entre él y el mundo, no sentirá separación, verá el mundo como un órgano dentro de él, o simultáneamente verá su propia persona como una célula dentro del vasto organismo de la totalidad.
Su optimismo no es una actitud personal, es una reafirmación de la vida. Voy a usar un ejemplo: un niño que está pidiendo limosna y que, a todas luces, no tiene dónde vivir ni manera de subsistir sin ayuda ajena. El que se niega a darle algo, tiene sus argumentos. “Después de todo es un niño, tarde o temprano tendrá que morir, qué más da si le doy ayuda o no”. Tiene muchas razones para no darle. Inclusive, dirá que el niño es enviado por algún adulto que no quiere trabajar (algo muy probable), algún adulto borracho o lo que fuese. También dirá que estos niños recaudan más en un día de lo que él gana trabajando.
Habrá, por otro lado, gente que directamente saca una moneda y se la da. Sabe que una moneda es poca cosa, pero igual lo hace. No especula. No se pregunta qué puede conseguir a cambio de su moneda. No está pensando en los resultados que tiene su acto. Ve y actúa por simple sentimiento.
Son dos maneras de ser con respecto a la vida. Son dos maneras de hacer algo con la conciencia que carcome por dentro a cada uno. Y cada uno sabrá por qué hace lo que hace.


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Extraído de "Guía Para Vivir de Buen Humor" - Dionisio Mayor - Editorial Ananda

2 comentarios:

  1. El optimista ve al mundo como una oportunidad para entregar lo mejor de sí mismo, para ponerse a prueba. Es inquieto y creativo, no se deja amedrentar por las dificultades. Quiere, si puede, hacer de éste, un mundo mejor.
    Hay un dicho que dice: "Si te tocan limones, haz limonada".
    Un abrazo,

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  2. "Cada uno sabrá porque hace lo que hace", es así y no es necesario que otro lo sepa, nada le añade o le quita a la experiencia que cada uno debe vivir. Darse cuenta de esto produce una gran liberación y limpieza.

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