domingo, 31 de enero de 2010

Ofrenda


Zambullirte de pronto en el recuerdo

del abismo que eres tiene el crudo

sabor de un corazón que late cielo.

Salta el resorte de lo inesperado

y ya no sabes quién te roba el suelo:

¿el vino que te bebe si lo bebes

o el preguntón que pierde su sendero

cuando le sigue el rastro? Todo es llama

que tu apariencia quema desde adentro

y en ceniza convierte cada gesto

que das por tuyo. Nada te gobierna

y a la nada te ofrendas sin quererlo.

Qué importan los colores del encuentro

ni el viento que te suelta si lo atrapas.

De repente, recuerdas que eres nada

y con nada te inventas otro cielo.


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Extraído de "El viejo truco de la novedad" - Vita Preziosa - Editorial Ananda

Carne de manicomio



Tal como Ramana Maharshi ha dicho, existe la creencia de que no estamos iluminados. Esa creencia, enmarañada en millones de hábitos sociales y ritos tradicionales, es un enigma sólido que no te deja fluir.
Extraviado entre los buscadores de horizontes, ¿qué otra cosa pudiste haber aprendido, sino esa misma pasión por los espejos deformantes de la imaginación que no te dejan ser?
Es así: hablas contigo mismo porque lo has aprendido de los otros. Si un niño crece en un manicomio, terminará por copiar todas las manías de los locos. Ahora bien, supongamos que tú has pasado tu niñez en un manicomio; ¿cómo es que no sabes distinguir lo artificial de lo natural? Tú eres quien eres, no lo que te dicen los demás que eres.
Pero tu cabeza se mantiene en ebullición, hierve con ideas ajenas y los ecos de sus palabras. Eso es artificial; no hace falta que yo te lo diga.
«Es que si dejo de hablar conmigo mismo, me siento como si estuviera sumergido en un abismo y eso me angustia», dices en tono de lástima. Eso es lo natural. Te has alejado tanto de lo natural que le tienes miedo a tu propia soledad y te espanta la mera palabra «libertad».
No obstante, debo decirte que traigo buenas noticias para ti: no tienes que hacer nada. Dices y repites: «Tengo que dejar de hablar conmigo mismo». Eso es una tontería. Tú no puedes dejar de hablar contigo mismo. ¿Y por qué no? Precisamente porque tú eres «el que habla consigo mismo». Ese loco eres tú. Mejor dicho: tú crees que eres el que habla consigo mismo. Estás convencido de ello. Y de pronto aparece alguien que te dice: «No, tú no eres la luna, eres el sol». Y eso te asusta. Resulta que has creído en una fantasía y aparece alguien a molestarte. Estabas durmiendo plácidamente, pero alguien te sacude y entonces descubres que estabas en una cama y es hora de levantarse para ir a trabajar. ¡Qué molestia! Tú quieres seguir durmiendo.
De manera que te comportas como alguien que habla consigo mismo. Y de pronto, consciente de tu locura, dices: «Debo dejar de hablar conmigo mismo». Aquí tenemos al loco que se quiere sentar en dos sillas al mismo tiempo.
Insisto: no tienes que hacer nada. ¿Y sabes por qué? Porque en realidad, tú nunca has hecho nada. Todo te ha sucedido. (Caramba, reflexiona el loco que tienes entre paréntesis; esto ya es más disparatado. ¿Cómo puede ser que yo nunca haya hecho nada?).
Pues bien, así son las cosas. ¿Tú crees que la semilla hace algo para que el árbol crezca? No hace nada. El árbol que está dentro de ella pugna por salir y sale. Te pido, entonces, que guardes esta simple analogía para volver luego a ella.
Me dices: «Si dejo de hablar conmigo mismo, caigo en un abismo inmenso». Claro, y eso te asusta. Pero vamos a poner algo en claro: ¿tú eres el que parlotea noche y día, o eres el vacío donde resuena ese parloteo? También puede ser que no seas ni una cosa ni la otra.
Así que sería interesante que percibas quién eres tú. Pero no hagas nada. Simplemente, permite a tu ser que sea quien eres. Si eres una semilla, no tardarás en descubrir que tienes un árbol adentro. Y si te mantienes ahí otro rato, verás que es un árbol de luz. Basta que dejes de hablar contigo mismo para que aparezca la iluminación. Es como si la noche hubiera resbalado hacia el amanecer. Pero eso es apenas un vislumbre. No tardarás en volver a la noche. Eres como esos bichos que no soportan la luz del sol.
Ramana Maharshi – vuelvo a citarlo – decía que la luna resplandece porque es un reflejo del sol. No se puede negar su gran utilidad, puesto que permite ver los objetos en medio de la noche. Pero cuando el sol aparece, ¿quién puede necesitar a la luna? Es posible, incluso, que tengas ahí a la luna, en pleno día, no muy lejos del sol, pero no la necesitas para nada.
En este caso, Ramana usaba estos términos como una analogía de la mente y el corazón. La mente sirve, es tremendamente útil en épocas de oscuridad. Pero es una miserable gotita de luz refleja. Cuando esa gotita cae en el océano de la luz, la mente desaparece. La luna durante el día también desaparece.
«Cuando está oscuro – insiste Ramana -, es necesaria una lámpara que dé luz. Pero cuando el sol ha salido, ya no hay necesidad de la lámpara; los objetos son visibles. Y para ver el sol no es necesaria ninguna lámpara; es bastante con que vuelvas los ojos hacia el sol en sí y por sí luminoso. Lo mismo pasa con la mente; para ver los objetos es necesaria la luz reflejada por la mente. Para ver el corazón es bastante con que la mente esté vuelta hacia él. Entonces, la mente no cuenta y el corazón es de por sí resplandeciente».
Por eso te digo que no es necesario que hagas nada. ¿Estás en la oscuridad? Bueno, deja que la noche resbale hacia el amanecer. ¿Quién puede hacer que amanezca?, se pregunta con nosotros Anthony de Melo. Nadie. Exactamente nadie puede hacer que amanezca. Así que aquí estás tú, eres nadie. Sólo si eres nadie puedes hacer que amanezca.

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Extraído de "Let it be" - Furia del Lago - Editorial Ananda

Sin huellas



Tiene su sabor de aventura simple lo de salir a la intemperie y comprobar, paso a paso, que la presencia no tiene límites y es su propia recompensa. La búsqueda no ha sido más que alucinación. Te lo puede mostrar esta calle por donde vamos. La voz de Patricia Barber se deshace mientras se hace, parece venir de allí, pero está aquí. Me acerco a la tienda de discos: "She is a Lady", está cantando.
Algunos le dicen luz, otros conciencia, y también están los que hablan del entendimiento puro. Pero nadie puede asir sus orejas ni encontrar el diccionario donde se acumulan los símbolos de su lenguaje. Tenga la forma que tenga, puedes ser la gota de agua que se deshaga en su océano. Ah, claro, tu tesorero dirá que se trata de una proposición a la que traen arrastrando de los cabellos. No es ninguna promesa, no es un negocio que pueda tener su rédito en las ventanillas de pago del horizonte, ni tampoco te da ningún prestigio. Prácticamente, te anula por completo.
Pero, bueno, después de todo, tu tesorero es el artífice de tu quiebra total. Un amigo mío, Dionisio Mayor, afirma que puede llamarse amor a todo aquello que por sí mismo es su propia recompensa. Y en ese mundo, tu tesorero tiene poco terreno para operar, prácticamente ni medio gramo de tierra.
Algo más para tener en cuenta: el amor te quita toda las posesiones imaginarias que alguna vez quisiste atesorar. Te despoja de lo que nunca tuviste (como dijo el profeta en su tierra). Y eso es lo que pasa con la presencia. Cuando la presencia y tú hacen contacto, tú ya no estás. Porque tú eres el que siempre quiere ir a otra parte. ¿No lo habías visto? Por definición, alguien es alguien que quiere estar en otra parte…
"Cuando hay presencia, todo aquello que es ilusorio se desvanece, y lo que queda es real, vital y apasionadamente vivo. Esto es vida total; no mi vida, no la vida de algún otro, sino simplemente vida".
Estoy citando a Tony Parsons para decirlo con palabras que no pertenezcan a nadie y que puedan, como el viento, recorrer las comarcas del entendimiento con esa pasión del que sabe que jamás volverá.
Para volar, debes estar dispuesto a no dejar huellas. Por eso, vuelvo a decirte que la presencia es su propia recompensa.

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Extraído de "El Oro en el Barro" - Vita Preziosa - Editorial Ananda

Gota de agua



La lluvia rueda en busca de su casa,
que no es el mar, la nube, la pradera
del silencio, ni el fiel rumor que pasa
por entre recovecos de la espera.
Rumbo al confín inalcanzable pasa
la lluvia, sin refugio ni manera,
sueño que el cielo desprendido traza,
certeza indescifrable sin ribera.
Como es arriba viene a ser abajo,
gota por gota entera, desnudez,
que desciende frutal, gajo por gajo.
Cielo en busca de cielo (y al revés),
donde desaparece tiene casa.
Rumbo al confín inalcanzable pasa.




Observa con cuidado esa gota de agua.¿Qué forma tiene? No sabrías decir qué forma tiene, porque cualquiera que pretendas adjudicarle puede cambiar de un momento a otro. Pero, ¿dirías por eso que la gota tiene un tiempo determinado de vida? Incluso el pensarlo suena como absurdo.
Si la gota cae en un charco, por ejemplo, se podría decir que ha perdido su forma. Pero, ¿ha dejado de ser una gota de agua? Por el contrario, podríamos afirmar que ahora se ha convertido en una gota de agua gigantesca. Así que afirmar que la gota "murió" al caer en el charco es un disparate.
Veamos ahora el caso al revés. Un charco es una gota gigante de agua que está compuesta por billones y billones de gotas minúsculas de agua. Si usas un gotero y mucha paciencia puedes ir sacando del agua una gota y otra gota y las puedes ir llevando a otros lugares fuera del charco. Entonces, tendrás otra vez una gota pequeña y otra pequeña y así con todas. Pero tal como puedes extraer gota por gota, puedes también usar otro método. Tomas el agua del charco y la colocas en un gran recipiente. Luego lo pones al fuego y esperas. A medida que el fuego haga su trabajo, el agua se irá evaporando. ¿Qué quiere decir "evaporando"? Probablemente, alguno diga que el agua "desparece", pero el agua no desaparece, sino que se desintegra en gotas más y más pequeñas, tan pequeñas que ni se pueden ver. Se transforman en vapor. Pero luego ese vapor se aglomera, el frío junta esas gotas nuevamente y el vapor se transforma en nube y la nube en lluvia y otra vez podemos ver lo invisible.
La gota de lluvia cae sobre la montaña y rueda con otras gotas rumbo al llano, en busca del océano. Y allí, tarde o temprano, habrá de llegar al océano. Será ola, será profundidad. Eso no importa. Puede que el sol torne a evaporarla nuevamente. Y la gota se desintegrará en billones de miríadas de gotas atómicas, invisibles. Pero después será otra vez nube y otra vez lluvia y otra vez río y otra vez océano. La forma no importa. El agua nunca deja de ser agua.


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Extraído de "Señales de Vida", de Furia del Lago - Editorial Ananda


sábado, 30 de enero de 2010

De nada


La nada es este dios que todo llena

con perfecta presencia y armonía.

Es soledad sin fin, una falena

que desde lo invisible sueña el día.

No puedes escapar de lo que eres,

ni esconderte. Tus obras te destruyen

y en cada cosa donde naces, mueres.

Si te dejas llevar, aguas que fluyen

te harán fluir y acaso te despiertes

sin nacer ni morir. En un instante

se juntan a vivir todas tus muertes

y de pronto tu ser se vuelve errante

pero a ninguna parte va. De nada

está hecha tu única jornada.


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Extraído de "El Viejo Truco de la Novedad", de Vita Preziosa - Editorial Ananda

viernes, 29 de enero de 2010

La práctica imposible




El así llamado "pensamiento emocional" tiene una carga de gran peso, que Phanta Boyd suele identificar con la ley de gravedad. Es pensamiento y es sentimiento, pero además está atrapado en la sensación de tener un cuerpo. "Por eso es que cada uno se identifica con su propio cuerpo", agrega Phanta. El pensamiento emocional, entonces, no es otra cosa que "mi" pensamiento.
En esta línea de reflexión, encontramos la estridente proclama de Wei Po, para quien está claro que "todo emana de tu corazón". Pongo como ejemplo a la misma Phanta, que sabe reírse por igual de quienes la tratan con cariño o sin cariño. "El mundo objetivo no existe", señala entonces.
Esto viene a cuento del famoso monje anónimo. Lo llamo así porque la historia no consigna su nombre, así que podría llamarse tanto Fun como Huang. Vamos a llamarlo Chang, por puro arbitrio. Resulta que este Chang era un monje de los fanáticos, de esos que han practicado Zen toda su vida. Cualquiera puede aparecer ahora en el escenario y preguntarme: "¿Cómo se puede practicar Zen?" Con lo cual, desaparecen las intenciones. Practicar Zen es como respirar debajo del agua. (Este es un chiste para los peces).
Una de aquellas noches, Chang estaba paseando por los alrededores del monasterio y pisó algo viscoso. "Un sapo", pensó, mientras se alejaba de allí tremendamente conmocionado. Es que los budistas practicantes (esto también es un chiste) consideran que deben cumplir con el precepto de respetar la vida. Así que no matan ni siquiera una cucaracha que de repente aparezca por la cocina. Pero todos nosotros sabemos que el Zen no es budismo, sino que se disfraza de budismo. Así que prestemos atención a la historia. Chang se fue a su celda y aquella noche no pudo dormir tranquilo. Cientos de sapos se le aparecieron en sueños y le exigían su vida a cambio de la muerte de aquel sapo. Despertó sudoroso y con la respiración agitada. De inmediato, salió corriendo hacia el lugar donde había ocurrido aquel incidente. Para su alegría, descubrió que tan sólo había pisoteado una berenjena marchita. En ese mismo instante, todo su desasosiego se desvaneció y Chang tuvo en claro por primera vez el significado de la frase: "El mundo objetivo no existe". A partir de aquel incidente supo que practicar Zen es imposible. No hay nadie que objetivamente pueda realizar una práctica semejante.



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Extraído de "Satori for free" - Vita Preziosa - Editorial Ananda

Excursión




Las formas van y vienen, pero el fondo
permanece surtiendo la mirada.
Si tus ojos navegan por las aguas
de la contemplación, tuyo es el reino
de los reinos. No dejes que el paisaje
te devore. La rosa de los vientos
te puede hipnotizar con la fragancia
de ese mundo que anhelas y sepultas
con la sola mención de los honores
que tu fiebre imagina. Del pantano
donde te anegan las ideas, sólo
puedes salir con vida si no pierdes
en el humo la única mirada.


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Extraído de "Ciencias Inexactas", de Furia del Lago - Editorial Ananda

lunes, 25 de enero de 2010

La respuesta de Hakuin



Una joven había quedado embarazada y, cuando el hecho ya no podía ocultarse más, sus padres la increparon. Ella no quiso delatar a su novio, porque sabía que la familia lo odiaba, así que no tuvo mejor idea que acusar del asunto a Hakuin, un monje zen que tenía su morada en las cercanías. Furiosos, los familiares fueron a ver al monje y lo insultaron de los pies a la cabeza. Hakuin no dijo nada, porque pensó que la muchacha no tardaría en confesar la verdad. Pero no fue así, cuando la chica tuvo a su hijo, los padres no tuvieron mejor idea que llevar el bebé a Hakuin. "Puesto que tú eres el padre, te harás responsable de tu hijo", le dijeron. Respuesta de Hakuin: "¿Ah, sí, con que ésas tenemos?" Y tomó al bebé entre sus brazos sin decir nada. Se ocupó del niño, lo crió y no se quejó en ningún momento por la situación. Donde quiera que iba, llevaba al niño consigo, envuelto en la manga de su túnica. Durante los días lluviosos y las noches tormentosas, salía mendigar leche por las casas vecinas. Muchos de sus discípulos, considerando que se había pervertido, le daban la espalda y se iban. Hay que tener en cuenta que todo el asunto podía deteriorar severamente la reputación de Hakuin. Pero este hombre, realmente, se había despojado de todo, hasta de su reputación. No tenía ninguna imagen que vender. Le daba lo mismo ser padre o no serlo. Le daba lo mismo que la gente pensara: es un mal tipo, o es un mal tipo.
La mamá del niño, a todo esto, se mordía los codos de sólo pensar que aquel niño estaba en manos de Hakuin. La actitud del monje había causado estragos en el ánimo de la muchacha. Se comió su remordimiento, se quedó sin dormir unas cuantas noches, estuvo pensando si abrir la boca o no. Día tras día, ella podía ver que la gente ayudaba a Hakuin en el cuidado del niño y que la vida seguía funcionando. ¿Qué hacer? Si decía la verdad, terminaría por delatar al padre del bebé, pero no quedaba otra. Finalmente, la muchacha confesó a su familia la verdad. El abuelo del bebé, de inmediato, salió disparado rumbo a la casa de Hakuin y le contó lo que había pasado. "Por lo tanto, ya que este bebé no es tuyo, lo voy a llevar de vuelta a casa, para que lo críe su mamá". Respuesta de Hakuin: "¿Ah sí, con que ésas tenemos?"



La actitud de Hakuin, para algunos, puede significar un "modelo a seguir". Pero no se puede imitar algo así. O nace de adentro, o no nace.
El comportamiento del tipo es espontáneo.
Primero y principal: no le importa lo que otros digan de él.
Segundo: no tiene ninguna imagen que defender.
Tercero: las cosas son como son y ninguna opinión puede cambiar el hecho de que las cosas son como son.
Ahora bien: que cada uno se ponga en el lugar. ¿Qué harías tú si alguien viene con el bebé en brazos y lo deja en tus manos? Te vienen a decir que eres el padre y que te hagas cargo. ¿Qué tal?
Una cosa es evidente: su propia madre lo negaba. Y si Hakuin también lo hubiera negado, el niño se quedaba completamente desamparado. Todo esto lo estoy pensando yo, pero Hakuin ni lo pensó. Directamente tomó el bebé en sus brazos y se hizo cargo.





La lógica del diluvio
requiere interpretaciones,
filosofías y dogmas
para el que vive
en la superficie.
Pero las instrucciones
forman parte
de los métodos empleados
por los dioses del diluvio,
ésos que quieren salvarse
de su propio trabajo.
Se sabe
que los peces
ignoran todo sistema
de pensamiento
y por eso mismo
no necesitan
ser rescatados.



Volvamos a preguntar qué haría cada uno en lugar de Hakuin, pero de otra manera.
Viene alguien y te dice que eres una mala persona. Que eres repugnante, desagradable o fea. Qué sé yo. Lo que quieran decirte.
Si cultivas una imagen de tu propia persona, esa imagen tiene dos caras: por un lado, está la cara visible de la luna, lo que quieres mostrar. Que eres una persona impecable, con grandes cualidades y una importancia notable. Por el lado oscuro de la luna, están los defectos, lo que habitualmente se considera como "defectos". Es decir, que no eres nada especial, que tan sólo eres una hormiga más en el hormiguero y que tu famosa importancia no tiene ninguna importancia.
Si quieres identificarte con esa imagen, la que muestra el lado visible de la luna, cuando te muestren los escabrosos "defectos" saltarás como una serpiente a morder al supuesto agresor.



Cada uno de nosotros ha sido educado. Eso significa que cada uno se ha comportado en la vida, más o menos, de acuerdo con las indicaciones que le han dado distintas personas: padres, maestros de escuela, vecinos, parientes, amigos...
El tipo de educación que se nos ha dado es distinto para cada uno. Sin embargo, tiene elementos básicos y comunes a todos. Por ejemplo, se te ha educado como alguien separado, como una persona diferente de las demás, como alguien especial. Es cierto, una hormiga se diferencia de otra hormiga. Pero cuando las ves desde lo alto, son dos hormigas.
Ah, no, pero yo soy una hormiga importante. Esto lo ha dicho el ego. Pongo en negro sobre blanco que el Ego no es más que un personaje ilusorio. Pero cada cual lo defiende con uñas y dientes, como si fuera real.
En primer lugar, no existe nadie separado de nada. Cada uno se comporta como si fuera una entidad especial, autónoma, con vida propia y voluntad controlada. No es así.
Pero si tú le dices a tu vecino que no es alguien importante, que es un don nadie, o algo por el estilo (en lo posible, con tono despectivo), ya verás como al gallo le tiembla la cresta de "indignación". Ya verás como te dirá: "Tú quién eres para venirme a decir que yo soy nadie".


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Extraído de "Diario de Poesía" de Vita Preziosa - Editorial Ananda

La Gran Unidad



1.-

El camino de regreso a La Gran Unidad empieza por un solo paso. El aprendizaje tiene su cimiento en la actitud de escuchar.
Las personas que están dormidas escuchan con sus oídos. Las que comienzan a despertar escuchan con el cuerpo. Las que han restablecido su relación con La Gran Unidad escuchan con el espíritu.
Toda persona que ha nacido es alguien que puede perder su vínculo con el Tao y es probable que lo pierda si se sumerge, como la mayoría, en las actividades cotidianas de conseguir y perder, de vencer o ser derrotado, de matar o morir. Casi todos los seres humanos son arrastrados por las urgencias de la vida en común y olvidan de dónde vienen y a dónde van. La mayor parte de ellos recuperan el vínculo con el Tao tan sólo el día de su muerte.
Pero si eres capaz de limpiar tu conexión con La Gran Unidad a lo largo de tu vida, entonces conocerás la libertad mientras todavía estés en este mundo. Las urgencias de la vida cotidiana, en tal caso, serán un estímulo para ti, una carga de vitalidad, no una manera de perder la vida.
Para restablecer la relación con el Tao, cada cual tiene el camino de su vida. La vida y la muerte son los dos patrimonios adquiridos al nacer. La vida y la muerte son tus riquezas. Pero ser rico no lo es todo. Saber qué es lo que puedes hacer con tus riquezas es el mayor tesoro que puedes adquirir en este mundo.

2.-


Un niño es humilde porque es niño, no porque aprendió a ser humilde.
Un adulto que se comporta como la mayoría de los adultos es alguien que ha olvidado que es humilde, porque aprendió a comportarse con arrogancia.
Cuando una persona es adulta y sabe que no sabe, todavía conserva una dosis considerable de su humildad esencial. Pero los que se comportan como si supieran, ésos viven en la confusión y no encuentran su lugar en el mundo.
El ser humano, esencialmente, está hecho de humildad. La arrogancia es algo que se aprende, la humildad es lo que lleva el ser humano en el lugar más profundo de su corazón.


3.-

Si no conoces tu propia humildad, estás en condiciones de caer fácilmente en la arrogancia. Pero ser humilde no implica que te dejes avasallar por nadie.
Los fuertes son los que ayudan a los débiles. En cambio, los que destruyen a los débiles, los que aprovechan su posición privilegiada para aplastar a quienes provisoriamente se hallan en una posición inferior, ésos no son fuertes.
Muchos confunden fuerza con arrogancia. Pero los arrogantes no pueden sostener su posición de fuerza, porque desconocen sus vínculos con los demás y los destruyen. Es lo mismo que pudrir las raíces de un árbol: ¿cuánto tiempo puede sostenerse un árbol sin sus raíces?


4.-


No caigas en el capricho ni persigas tus antojos cuando estás atravesando por un período de éxito, porque debilitas tu voluntad y no te preparas para la época de fracaso que, tarde o temprano, habrá de llegar.
Si no incurres en la arrogancia cuando te sientes fuerte, tendrás mejor disposición de ánimo cuando la adversidad toque a tu puerta. Los que son pródigos en medio de sus riquezas y generosos con los demás, ésos pueden mantenerse ricos, porque saben que no existe mayor tesoro que las relaciones armoniosas con sus semejantes. Los que aprovechan sus riquezas para hacer daño a los demás, ignoran que están sembrando un destino adverso.



5.-


Estar alerta significa que no das nada por supuesto. Estar atrapado por lo conocido es como distraerse en medio de una batalla.
Cuando alguien busca una posición de dominio pretende que el mundo se adapte a su persona. Tarde o temprano, tendrá que adaptarse.
El que, por el contrario, conserva una actitud de flexibilidad en medio de las circunstancias, consigue que también las circunstancias le muestren su costado flexible.
Por eso, los que ejercen el poder de la sabiduría suelen decir que sólo el que siembra consideración hacia los demás cosecha consideración de los demás.


6.-


El buen humor y la serenidad son las dos ruedas del carro por donde viaja la sabiduría. Sin estas cualidades del comportamiento, la vitalidad queda resentida y la energía se disipa en la queja y el lamento, mientras la existencia se pierde pensando que las cosas debieron ser mejores.
Los que tienen buen humor y serenidad encuentran solución a cualquier problema, pero los que se regodean en la queja y el lamento siempre le añaden al problema un mayor problema.
Cuando se transita por el camino de la sabiduría, las distracciones y los entretenimientos que afloran a los costados de la senda no influyen para nada. Quienes logran poner en su justo sitio las cosas innecesarias, tienen la energía suficiente como para ocuparse de las cosas necesarias.
Pero los que se adentran por los matorrales, terminan perdidos en algún pantano de su propia hechura, sumergidos en las aguas de lo innecesario, y luego se lamentan por chapotear entre problemas.

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Extraído de "El Tao Nuestro de Cada Día" de Furia del Lago - Editorial Ananda












domingo, 24 de enero de 2010

La Danza de la Vida



El arte es una pregunta que se le hace, con forma de respuesta, a la naturaleza.

Vita Preziosa


El arte siempre ha sido así: interrogación pura, pregunta retórica sin retórica, como quiera haya sido considerado por la "realidad social".

Samuel Beckett


Siempre me ha impresionado imaginarme al primer hombre que avanzó hacia el fondo de la cueva para dibujar un signo a través del cual quería preguntar por algo que no tenía respuesta. Desde esta perspectiva, quizá podamos hallar una alternativa a algunas de las definiciones de hombre (...) pues la verdadera ruptura se produce en el momento en que el hombre se hace preguntas sin respuesta.

Rafael Argullol




Toda obra de arte es necesariamente ambigua.

Lindsay Anderson


En el poeta y en el artista existe el infinito.

Víctor Hugo


La creatividad es el orden natural de la vida. La vida es energía: pura energía creativa.

Julia Cameron


La creatividad consiste en atrapar el universo y hacerlo fluir a través de tus ojos.

Peter Koestenbaum




El corazón de la sorpresa mansa
que atisba desde el hielo del sentido
se resquebraja con facilidad.
Una cosa parece que otra cosa
puede ser. No hace falta mucha magia.
Tan sólo hay que pensarlo. La distancia
que se ha formado, desde la montaña
hasta la idea de montaña, puede
tener ese calibre de la muerte
que ahora mismo renace de su muerte.
El infinito está tocando timbre:
si lo dejas entrar tiene tus ojos.


Vita Preziosa



Algunas tribus de África o de América no conocen el arado, pero conocen el tamboril, la flauta y las danzas figuradas. Grecia tuvo grandes poetas antes de saber escribir; se nutría aún con un pan grosero y tenía ya cantores que la hacían reír y llorar; eso era para ella el pan del alma. De un extremo a otro del mundo el hombre no ha esperado haber perfeccionado sus industrias para crear lo que llamamos las bellas artes; de tal modo ese lujo le parecía necesario.

Víctor Cherbuliez


Lentamente, todas las artes van hallando sus espacios e instrumentos específicos. Aunque suene a paradoja, es en virtud de esta especificidad de las artes que éstas se han aproximado unas a otras en los últimos tiempos, en esta hora final del viraje en el rumbo espiritual.

Vassily Kandinsky


La belleza artística no consiste en representar una cosa bella, sino en la bella representación de una cosa.

Emanuel Kant



La finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no la de copiar su apariencia.

Aristóteles


El arte es el camino del creador a su obra.

Ralph Waldo Emerson


La finalidad del arte es la de quedarse sin finalidades: descubrir el presente.

Vita Preziosa


La obra de arte es un medio gracias al cual el hombre exterioriza lo que es.

Friedrich Nietzsche



Existe una fuerza creativa subyacente que mora en el interior de todo lo que vive, incluyéndonos a nosotros mismos.

Julia Cameron



Aquello que miramos y no podemos ver es lo simple.

Lao Tzu



Los espejos se emplean para verse la cara, el arte para verse el alma.

George Bernard Shaw



Solamente los artistas y los niños ven la vida tal como es.

Hugo Von Hofmannsthal



Extraído de "La Danza de la Vida" (Reflexiones y figuraciones acerca del arte) - Editorial Ananda

La Colina Encendida



Tan apartado vivió Liu Chang del acontecer mundano, que poco y nada es lo que se sabe de su vida. Pero nos queda lo mejor de ella, La Colina Encendida, un manojo de poemas del que aquí rescatamos algunos fundamentales.
Enmarcado por la tradición taoísta, su voz diáfana llega hasta nuestros días libre del lastre del tiempo y de las convenciones de cualquier época. Hay algo en Liu Chang que nos habla de nosotros mismos: la soledad. Al revés del hombre vulgar, él buscó el páramo del alma para volverlo paisaje de su vida.
La palabra precisa, la cadencia del instante, la compañía del misterio pulen su verso, al margen del idioma en que nos llegue su voz. Pero es el tono solitario de su reflexión lo que más íntimo se nos vuelve al leer estos poemas de Liu Chang. Nos da la impresión de haberla vivido también nosotros a su experiencia.
En ese ambiente íntimo creado por la palabra poética, el lector se verá sumergido en el mundo de la nitidez vital con que puede vivirse el mundo: qué sencillo parece todo si se abandonan los problemas. Leyendo estos poemas, el miedo a la soledad se desvanece para dar lugar al descubrimiento del ser.







A orillas del estanque


Dos garzas
junto al sauce...


Desde aquí,
oculto en la floresta,
las observo.


¿No es extraño que, siendo
tan frágiles y alertas,
no adviertan que alguien
las está mirando?





Río que va pasando


El silencio palpita
la explicación del mundo
que llevo dentro. Sueño
se vuelve el corazón
hecho de puro viaje.
La mirada despierta
florece, sin embargo,
las flores del jardín,
una por una y todas,
que abiertas al misterio
reconocen su rostro
grabado en el fugaz
río que va pasando.






Un gorjeo extraviado


Con un murmullo tenue
de hojas que caen,
la paciente tarde
por la mejilla del otoño va
resbalando.Parece
más que un atardecer
una lágrima roja, casi lila,
casi un recuerdo
que se quiere ir,
pero lento, muy lento.


Los pájaros lo saben.
Por eso sus gorjeos se extravían
en el vasto silencio
donde dejan sus lánguidas caricias,
las trémulas canciones del adiós.

Extraído de "La Colina Encendida" de Liu Chang - Editorial Ananda

sábado, 23 de enero de 2010

Los hijos de Caín





Hace tiempo vi una película llamada «La Guerra del Fuego», dirigida por Jean Jacques Annaud, que describía la vida de personas que vivían en la prehistoria. Según su argumento, hubo una época en que los seres humanos almacenaban el fuego, porque su uso les resultaba fundamental para sobrevivir. Pero ellos no sabían producir el fuego (no tenían fósforos ni encendedores) y entonces simplemente se limitaban a cuidarlo, a mantenerlo encendido. La más grave desgracia que podía ocurrirle a un tribu era que ese fuego se apagara. Debían mantenerlo a resguardo de las lluvias y los vientos. Pero había un peligro mayor, según los guionistas de esta singular película: los seres humanos de otras tribus. Si los de la Tribu Equis se quedaban sin fuego, no tardarían en atacar a los miembros de la Tribu Zeta y matarlos para robarles el fuego.
A primera vista, el espectador que tenga un poco de uso de razón, se preguntará: ¿para qué pelean por el fuego, si pueden compartirlo? Con sólo encender una rama con otra, listo, ya tenemos dos ramas encendidas.
Este interrogante no hace más que resaltar un elemento de la película que podría formularse de este modo: «quizá, en aquella época los seres humanos eran tan idiotas que ni se les ocurrió la idea». Pero, a poco que uno reflexione, comprenderá que en realidad la historia que se cuenta es de un simbolismo aterrador, porque sigue siendo actual. Los seres humanos seguimos sin compartir nuestro poder. Por alguna falla en nuestra manera de entender la inteligencia, preferimos matarnos unos a otros, antes que compartir. En aquella época, nos matábamos con piedras y palos. Ahora, tenemos armas de gran tecnología, incluidas las bacteriológicas, que pueden envenenar poblaciones enteras, y ni hablemos de las nucleares, que pueden quemar vivo a todo un país. Incluso, concretamos una verdadera revolución en el campo de la inteligencia artificial. Como se ve, hemos hecho grandes avances : el progreso es nuestra divisa.
Pero pongámonos a pensar un poco: ¿por qué pudimos avanzar en el terreno de la tecnología, y en el ámbito de la inteligencia seguimos como los habitantes de la prehistoria?
Esa es la pregunta que nos plantea cada guerra nueva. Porque siempre hay una guerra nueva, alguna contienda que nos permita descargar nuestro odio al prójimo, algún campo de batalla donde poner a prueba nuestros recursos creativos.
Sigue habiendo, siempre, una guerra nueva. No se sabe quién comenzó, si el que tenía fuego almacenado o el que se había quedado sin él. Alguien dijo, alguna vez, que nuestra contienda es tan antigua que, por lo menos, tenemos una certeza: Abel no tuvo hijos. Solamente quedamos los hijos de Caín.
Esto es algo que sólo las personas inteligentes podrían refutar. O aquéllas que, sin serlo, tienen ganas de aprender a usar uno de nuestros recursos más ignorados: la inteligencia natural.

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Extraído de "Cultura contra Natura" de Furia del Lago - Editorial Ananda

Foto: Rae Dawn Chong en "La guerra del fuego"

Carta de amor




Ah, qué ignorancia espléndida florece
la entrega sin cesar del corazón
a la llama febril de la marcada
circunstancia. Su efímero delirio
se reproduce sólo con estar
y no estar, y hacerlo todo en uno.
De otra manera no podré decírtelo:
si a pensar ya te has puesto, tú eres tú;
y así, lógicamente, yo soy yo.
Pero si dejas de pensar y ahorras
tanta palabra inútil que el deseo
pretende pronunciar, ya no te queda
más que la simple ceremonia lábil
del silencio que todo te lo muestra
cuanto más te lo esconde. Mira bajo
la palabra y verás que esta distancia
surgida entre tú y yo se desvanece
tan sólo con estar pero no estar.
Dicha de ser y hacerlo todo en uno.




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Extraído de "Y con eso qué" de Artemisa Freeman - Editorial Ananda

Ilustración: Twilit-Lovers - David Carradine

Vacaciones














Estudios científicos realizados en el laboratorio de la personalidad han permitido señalar que la mejor manera de trabajar es tomarse unas vacaciones para hacerlo. Cuando uno está de vacaciones, no tiene nada que hacer. Entonces, lo que haga lo hará por gusto.
Dicho con otras palabras: tomarse hoy vacaciones y al mismo tiempo trabajar, pero trabajar por el puro gusto de hacerlo... en eso consiste la dicha.
No importa si el trabajo consiste en mantener una familia, cuidar al hijo, enseñarle a disfrutar de la vida, disfrutar con él. No importa si el trabajo consiste en ir a la guerra o escribir un poema, vender artefactos imposibles o comprar más barato. La vida entera es peligrosa, pero ella es la madre de todas las artes y sin esas artes la vida es un desperdicio.
Por eso, no hay arte más grande que el de saber tomarse vacaciones, no una vez al año, como si fuéramos esclavos del tiempo, sino a cada rato, como si fuéramos dueños de la eternidad.
Hallar descanso en el trabajo, deslizarse por la obra como la piragua por el agua mansa es la clave para desatar los nudos de la vida. Igualmente, lograr que el ocio se transforme en productivo, sacar de la galera del vacío la creación entera, ésa es la magia de vivir.
La persona equilibrada es monarca de la paradoja. Nunca está ociosa, pero jamás hace nada. Cuando vivir es un juego, el juego es vida.
Si esa persona encuentra un momento de descanso, de inmediato se toma el trabajo de convertirlo en una obra maestra. Si se ve confrontado con la necesidad de trabajar, de inmediato lo toma como si fuera un recreo.
El que juega a vivir, vive para jugar.
Hay quien jamás se toma vacaciones, por la sencilla razón de que se la pasa todo el tiempo de vacaciones. Y haga lo que haga, lo hará por el puro gusto de hacerlo.

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Extraído de "Sin Motivo" de Furia del Lago - Editorial Ananda
Ilustración: "Las espigadoras" de Jean François Millet

Naturaleza dañada





Un pequeño extravío altera la orientación, un gran extravío altera la propia naturaleza. ¿Cómo se sabe que es así? Desde que Yu preconizó la benevolencia y la justicia, y con ello sembró la confusión en el mundo, nadie hubo en éste que no corriera locamente tras ellas; ¿no es esto, por ventura, alterar la naturaleza del hombre? Probemos a declararlo. Desde el tiempo de las Tres Dinastías no se ha visto hombre que no haya alterado su naturaleza por causa de las cosas exteriores: el vulgo se sacrifica por el dinero, la pequeña nobleza por la fama, los altos dignatarios por el honor de su familia, los sabios por el mundo. Son varias clases de hombre, cuyas tareas son diversas, y diferentes sus títulos y nombres, pero al tiempo de sacrificarse y de dañar su propia naturaleza, son todos iguales.

(Estas palabras de Chuang Tzu fueron publicadas en la revista "Principio de Incertidumbre")



Lo sabemos. Sabemos que vivimos de ilusiones y, sin embargo, corremos en pos de un bienestar imaginario que nos permitirá salir del pantano maloliente de los deseos insatisfechos. El problema es que, para ir en busca de todo ese bienestar que nos merecemos, perdemos la vida.
Jamás aceptamos lo que nos está sucediendo ahora mismo. Esto que constituye el presente, también es tu presente. Pero no lo aceptas. Quieres otra cosa, quieres algo mejor. Siempre estás en busca de algo mejor.
Hace ya más de dos mil años, Chuang Tzu lo decía. También entonces la humanidad estaba entrando en el estado de locura desenfrenada que nos caracteriza. Y es una locura porque, como él bien lo dice, sacrificamos lo natural en pos de lo artificial.
"Desde que Yu preconizó la benevolencia y la justicia" ocurren estas cosas, asegura Chuang Tzu. A simple vista, pareciera una contradicción. ¿Acaso no deberíamos correr detrás de la benevolencia y la justicia? El gran problema con esto es que se trata de una benevolencia tuya, hecha a tu medida, imaginada por ti. El mundo sería benevolente si fuera bueno contigo. Y si no es así, entonces se trata de un mundo malo. Y aquí tenemos la división entre lo bueno y lo malo. Que son nada más que expresiones de tus apetencias personales. Lo mismo pasa con lo justo y con lo injusto. Nosotros, si nos consideramos como personas, no somos nada más que una mota de polvo perdida en el universo. Somos una parte, no el todo. Pero al mismo tiempo, está claro que si somos una parte del todo, también somos el todo. Sin embargo, cuando llega el momento de aceptar lo que nos está sucediendo (es decir, de aceptar el todo), lo rechazamos y exigimos que suceda lo que nos conviene a nosotros personalmente, y no al todo. "Lo que me está pasando es injusto". ¿Hay alguien que no piense de esta manera?
Chuang Tzu comenta que, desde que Yu mencionó esa división interesada y egocéntrica, sembró confusión en el mundo. No hubo nadie que no corriese detrás del bien y de la justicia. Dejó de aceptarse el mundo natural y se lo reemplazó por un mundo artificial, el de la imaginación. Es que la imaginación, mezclada con los deseos personales, configura una mezcla explosiva. Esto altera la naturaleza del ser humano, lo sumerge en un remolino de locura contagiosa, porque lo vuelve esclavo de su mente.
El ser humano natural no elige: lo que es, es. Las cosas son como son, el mundo es como es y las circunstancias se presentan como son. Lo principal de tal actitud es que el ser humano de ninguna manera se considera excluido del mundo. No piensa que el mundo y él son dos entes distintos. Son una misma cosa, son el todo. Lo siente, lo piensa y lo vive de esa manera. Pero cuando Yu habla de justicia, entonces está poniendo en cuestionamiento al mundo, porque si el mundo no es justo, entonces hace falta ir en busca de la justicia que le está faltando. Y si cada cual se considera como alguien separado del mundo, si piensa que es una isla que no forma parte del resto, entonces se encontrará con que el mundo no está hecho para satisfacer sus deseos. Así es como se forma la mente activa. Y la mente activa es egocéntrica.
El hombre natural es el todo, forma parte de una totalidad que lo incluye y lo vivifica. El hombre artificial, en cambio, se siente separado de esa totalidad y la enfrenta como si fuera su enemigo. Por supuesto, luchar contra la totalidad es una actitud completamente absurda, es como si una gota de lluvia se resistiese a caer. En realidad, seguirá cayendo, por más que sufra y sufra mientras lucha contra la caída. Y aquí es necesario subrayar algo que hemos dicho. El hombre natural usa la mente. No es que carezca de mente, sino que la usa cuando tiene que usarla. Pero la usa como quien usa una ropa, no se identifica con ella y ni siquiera la tiene incorporada. El hombre artificial, en cambio, es usado por la mente. Se la pasa buscando y buscando cosas artificiales, que no son necesarias para su existencia natural. "Desde el tiempo de las Tres Dinastías no se ha visto hombre que no haya alterado su naturaleza por causa de las cosas exteriores", declara Chuang Tzu. Claro está, la mente activa ya establece una división entre lo exterior y lo interior. Yo soy lo interior, el mundo lo exterior. El mundo y yo estamos divididos.
En realidad, no existe tal cosa como el hombre artificial. Es pura imaginación. Lo que pasa es que el ser humano natural vive en conflicto porque se pasa la vida persiguiendo un mundo artificial, fabricado por su imaginación y tan fuera de alcance como el horizonte.
"Un pequeño extravío altera la orientación, un gran extravío altera la propia naturaleza", nos subraya Chuang Tzu. Una persona puede estar loca y perseguir lo imaginario, pero cuando lo hacen todos y todo el tiempo, entonces ya estamos metidos en un gran manicomio.
"El vulgo se sacrifica por el dinero, la pequeña nobleza por la fama, los altos dignatarios por el honor de su familia, los sabios por el mundo". Estas palabras del maestro taoísta no son algo nuevo para nosotros, aun cuando hayan sido escritas hace más de dos milenios. Lo sabemos perfectamente: estamos en busca de una ilusión. Pero no podemos cambiar. Por más que pretendamos cambiar, nosotros no podemos hacerlo. Ahora sólo nos queda volver a nuestra naturaleza original. Pero no queremos volver sin la mente activa. Es decir, la mente activa se resiste a desaparecer, quiere seguir manejando y dominando todo. ¿Por qué? Porque ella ha creado la más grande ilusión de todas: la tremenda ilusión de que podemos controlar al mundo y a la vida. Y no es así. No podemos controlar nada. No queremos admitir que somos poca cosa en medio del infinito universo. Queremos controlar nuestra vida. Para eso nos matamos tratando de tener una cuenta bancaria, seguros de vida, contra todo riesgo y hasta contra las macetas que pueden caer desde los balcones. Y ya que nos sacrificamos por todo eso, no vamos a soltar el control de nuestra vida. Es más, creemos que tenemos una vida propia. Ahí es donde surge nuestra gran ilusión. Sí, el vulgo se sacrifica por el dinero, se deja chupar la sangre por unos billetes, pierde la vida en eso. Con esto no estamos preconizando que dejes tu trabajo y te tires a holgazanear debajo de un puente. Para nada. Tienes que ganarte la vida. Eso es una necesidad. Pero si sacrificas tu vida por cosas que no son necesarias, entonces estás perdido. Ya lo sabes: un pequeño extravío altera la orientación. Y una vez que te hallas desorientado, puedes caer en manos de cualquiera que te contagie su locura y termines buscando prestigio, fama, importancia personal, cualquier basura. Un gran extravío altera la propia naturaleza.
Una vez que la mente ha tomado el control, tu vida es artificial. Por más que hagas, ya te encuentras haciéndote daño a ti mismo. Esa es la causa principal de todos los sufrimientos del ser humano. Pretende vivir en un mundo artificial, cuando sólo es necesario ser natural. Si fuéramos capaces de ser naturales y nada más, sin añadiduras, entonces descubriríamos que lo tenemos todo. El hombre artificial desea lo que no tiene, lo que piensa que le falta. El hombre natural desea lo que tiene. Y cuando desea lo que tiene, descubre que es parte del mundo y que por lo tanto es el mundo. Así que tiene todo el mundo y el mundo entero lo tiene a él. ¿Qué necesidad puede pasar? Necesita comer, vestirse, descansar. Y hacerlo todo con moderación. Entonces podrá vivir en armonía, porque el mundo y él no serán dos entes distintos, sino una gran unidad.


Extraído de "La Simpleza del Tao" de Furia del Lago - Editorial Ananda




Saber y ser



"Ser el presente" se convierte en un despertar: estar vivo, plenamente vivo. Sin embargo, para cualquiera de nosotros, puede también convertirse en un anhelo imposible de satisfacer. Por más que quieras "ser el presente", no puedes. Estás entrenado, precisamente, para no serlo, para evadir el presente, para negarlo, para escapar de él a través de las formas y excusas más absurdas.
A la mañana temprano, por ejemplo, te despiertas y estás solo. El presente puede invadirte, tú formas parte de la totalidad, no estás en desacuerdo con ella. Esto puede durar un rato y desvanecerse, después otro rato y así, de vez en cuando, vas degustando las mieles de la presencia. Pero tarde o temprano aparece alguien, alguna otra persona, en el panorama. Y entonces te encuentras con que la presencia se desvanece rápidamente. ¿Cómo ha sido eso? Sencillamente, al aparecer el otro aparece también el ego. Y mientras el ego está, el presente no puede estar.

Rápidamente se puede apreciar que cada uno ha sido entrenado para escapar del presente. Por eso es que, cuando aparece el otro, de inmediato se ponen en juego los elementos que permiten resbalar hacia fuera del ser. Porque, en realidad, tú eres el presente. Por lo menos, eso lo sabes. Pero no puedes amalgamar lo que sabes con lo que eres. Sabes que eres el presente y sin embargo no puedes darte cuenta de que eres el presente.
A esto se le llama inconsciencia. Se va creando una gran capa de inconsciencia dentro de una persona hasta que ese cúmulo de inconsciencia termina por explotar y matarla.

En sus relaciones sociales, los seres humanos cultivan el uso demoledor de lo conocido. Prácticamente, no tienen ni un respiro. Hay gente que vive obsesionada por lo que conoce. La radio, la televisión, la escuela, el barrio, la familia, todo es una máquina de mantener lo conocido a toda costa. Cuando alguien comete algo desconocido, eso parece tan raro que lo llamamos "creatividad".

Por eso, cuando entra en relación con la sociedad, la persona se desbarranca del ser. El que ha visto que su vida está incompleta, lo ha visto porque ha tenido un atisbo de lo que es la totalidad.
La totalidad es la presencia. Porque la presencia es ausencia y esencia. La presencia es todo y es nada y es lo absoluto (que no conoce opuesto).
En esa esencia de la vida, lo absoluto, lo que no conoce opuesto, pone su mira el famoso "estudiante del Zen". Cuando decimos estudiante del Zen, estamos cometiendo un absurdo. No se puede estudiar el Zen, ya lo hemos visto. Por lo tanto, no hay nada más ridículo que un estudiante del Zen. Pero así son las cosas. Durante siglos, por acá y por allá pululan estudiantes de esa totalidad inconcebible que nos rodea y nos carcome por dentro.


Lo absoluto, lo que no conoce opuesto, es el eje central de toda la actividad del Zen.
A lo largo de los siglos, se suceden las historias entre aprendices y maestros. Aprendices raros, porque vienen a descubrir cómo es eso de que "no hay nada que aprender". Y maestros también raros, porque dicen que no son maestros y que sólo están engañando a sus presuntos discípulos.
Esos maestros ponen a prueba a los aprendices y tratan de hacerles ver si están viviendo en dualidad o no. Vivir en dualidad es vivir en el reino de los opuestos, sin tener conciencia de lo absoluto.

El Zen no permite maestros ni aprendices. Si hubiera una relación tal, esa relación sería, por sí misma, dualidad. Hablaría de opuestos. Alguien que enseña y alguien que aprende.
Pero no se puede enseñar a ser el presente, ni se puede aprender. Eres el presente, sólo que lo ignoras y no puedes darte cuenta.


Eres el presente, pero estás entrenado para creer que eres alguien especial, separado del presente, que conforma una dualidad descripta como "yo y el mundo". Las personas que no pueden darse cuenta de que son la totalidad viven como si el mundo fuera una cosa y "yo" algo separado del mundo.


Existe un mecanismo infalible para escapar de la totalidad. Se llama "yo". Ese yo es un invento, una creencia, una ficción. Puesto que yo tengo un cuerpo y tú tienes un cuerpo diferente, creemos que no somos la totalidad, que estamos fuera del presente.
Yo creo que soy yo y tú crees que eres tú. Es una ficción, ambos somos la vida, expresada por separado, pero siempre única, no dual, absoluta.
Esta sensación de absoluto es algo que un niño cualquiera experimenta por sí mismo, sencillamente porque no le han enseñado a creerse alguien separado. Pero a medida que va creciendo, se lo instruye para que fabrique un "yo" y crea que ese yo es autónomo y vive por su cuenta, con voluntad propia y poder de decisión.



Tú te quedas a solas y descubres que puedes ser el presente. Dejas de pensar, estás aquí y ahora, no imaginas que estás en otra parte.
Y listo.
Con esta simple manera de ser, tan sencilla que no eres de ninguna forma en especial, ya estás viviendo en ese presente que te deja ser el presente.
Pero aparece otro y ya estás metido en el baile de Lo Conocido. El otro trae consigo esa mochila de las cosas que conoce y que pone en movimiento con su lengua, con sus rutinas, con sus quehaceres.
Por eso fue que muchos, de una manera completamente ilusoria, creyeron que la solución para esta forzada circunstancia estaba en irse a vivir a un lugar apartado, como un monje, tan sólo dedicado a ser el presente, a no escapar de esa fuerza descomunal de lo absoluto.


Cuando estás solo, es cierto, juntas mucha energía. Sin energía es imposible ser el presente. Sin energía, te diluyes en la ficción de la vida cotidiana.
Pero cuando juntas energía en soledad, tienes que hacer uso de ella. Por sí sola, no sirve para nada. Esa energía, si no tiene resistencia, se debilita. Entonces, tienes que salir al mundo de la vida cotidiana y ponerla en juego.



La energía que juntas en soledad es como el aire que entra en una habitación. Si cierras puertas y ventanas para impedir que escape el aire, terminarás por arruinarlo todo. El aire se enviciará y ya no tendrá vida. Ahí adentro, terminarás asfixiado.



El mundo de la vida cotidiana es una ficción. Todo lo que hacemos es una ficción: los negocios, la familia, las posesiones, el prestigio, los deseos y los resultados.
Pero irse a vivir al monasterio para forzarte a estar presente y ser el presente, eso es otra ilusión.



El que tiene sed de lo absoluto (por describirlo de algún modo) está harto de lo Conocido. No aguanta a la gente que vive machacando su vida con hábitos, rutinas y ruido en la cabeza. Necesita silencio.
Pero se ha convertido en el buscador de ese silencio, sin lograr establecerse en este presente donde estamos sumergidos.
Existe una metáfora que se utiliza mucho para burlarse del llamado "buscador espiritual". Es la del pez que está en el océano y anda buscando el océano.



Cuando alguien se pelaba la cabeza y entraba en el monasterio, esperaba con devoción la palabra del "maestro". Pero el maestro, si era Lin Chi, por ejemplo, afirmaba que no era maestro y que quienes pretendían ser sus alumnos se comportaban como perfectos estúpidos.

Escuchemos a Lin Chi:
"¿Por qué salgo aquí a hablar? Porque vosotros, entusiastas de la Vía, vais trotando de un lado al otro, buscando la Verdad, incapaces de deteneros... Cuando veáis las cosas como yo las veo, aposentaréis vuestro trasero en las cabezas de los budas; los más grandes bodhisattvas se arrastrarán como esbirros, los santos e iluminados apestarán como la mugre de una letrina y el nirvana será como un poste para atar burros".


Aquí nos encontramos con la paradoja del lenguaje. "Lin Chi afirma que él ve las cosas de una manera y yo de otra", piensa el discípulo. Pero al mismo tiempo me dice que los iluminados son más espantosos que la mugre de una letrina.
¿Existe una separación entre Lin Chi y yo? ¿Acaso lo que él ve no es lo mismo que yo puedo ver? Sí, con sólo atenernos a lo que está diciendo, parece que así son las cosas. Yo puedo ver lo que él ve. Entonces, ¿por qué no lo veo?
Porque yo creo que él me habla de algo que está "allá" y él, en cambio, me habla de lo que está ahora y aquí.



Tan sólo necesito detenerme, tal como dice Lin Chi. ¿A dónde iré a buscar el presente?
Basta de jugar al absurdo.


El que tiene sed de lo absoluto es como el pez en el océano que sigue nadando en busca del mar.
Esto ha sido dicho una y otra vez. Pero yo sigo buscando. ¿Por qué no se detiene este mecanismo de buscar algo que no está aquí?

Si lo que busco está aquí y ahora, ¿para qué seguir buscándolo?




Aquí lo que se impone por sí mismo es poner bajo la lupa al famoso "buscador". El buscador es alguien que jamás está en el presente y por lo tanto no puede ser el presente. Si fuera el presente, no buscaría nada. Abramos los ojos y veamos: lo absoluto (la eternidad, el nirvana, o como quieras llamarlo) nos rodea y nos late por dentro. ¿A dónde iríamos a buscarlo?


Pero hay alguien que busca siempre lo que no está. Alguien que ha sido entrenado para conseguir lo que no tiene. A ese alguien lo llamamos "el ego".


Piensas: "Tengo que dejar de pensar".
Eso es el ego.


El que renuncia a la especulación es el propio especulador, el ego. La situación, entonces, se verifica de este modo: el ego se ha encaminado solo, por su propia cuenta, hasta el altar en donde él mismo es ofrecido en sacrificio.


Cuando no eres el presente, el cielo y la tierra están separados por un abismo infinito.


Desapareces tú y aparece el presente.






¿Qué andáis buscando?


Cuando se hace la tarea con previsión, ésta es fácil. Si la haces precipitadamente y sin cuidado, tiene que ser difícil. El hecho de que los antiguos sabios no tuvieran preocupaciones en toda su vida, ni un solo día sin problemas, se debe verdaderamente a esto.


Yuan Tong



Si quieres averiguar todo lo posible sobre la iluminación suprema, debes permanecer firme cuando te agotas y ser lo más vigoroso que puedas cuando te hagas viejo. No sigas a los vulgares para perseguir la fama o el beneficio en detrimento de la virtud esencial.

Yun Ji Shun



Los que aprenden se preocupan por no tener virtud, pero no les preocupa si llegan a tener poder y autoridad. Cuando los tienen, se sienten satisfechos y no piensan: esto es carecer de virtud.
Ming Jao




Se le achinan los ojos a la liebre
apenas percibe un cambio de viento,
pero cualquiera sabe
que contar historias
es un sinónimo de locura.
Por eso, ni el más hondo tajo
puede dividir el río.
Todo esto forma parte
del cúmulo de notas
que va coleccionando
el profesor de certidumbre,
convertido en portero de un edificio
prácticamente en ruinas.
Los que quieren ser mejores
pierden ese sabor
de la perfección original
que tanto impulso les viene dando.

Vita Preziosa






Calvos, ¿qué andáis buscando? Por todos lados vais diciendo que el Tao ha de practicarse y ponerse a prueba... ¡No seáis zoquetes! Si hay alguien que pueda practicar algo, lo que ése practica no es sino la acumulación de karma para varias reencarnaciones. Habláis de disciplinar a la perfección los seis sentidos, pero eso no es más que crear karma. ¡Los budas y los patriarcas no son tan superficiales! Buscar el dharma es crear karma. Estudiar los sutras y comentarios es crear karma. Buscar al buda... ¡todo eso no es más que crear karma y más karma, que os llevará derecho de cabeza a los infiernos!


Lin Chi


No es difícil ni fácil descubrir al Buda que habita dentro de ti mismo. Simplemente, deja de buscarlo.


Seng Tsan




La ilusión se palpa
con dedos deseosos.
Las ideas se clavan
una en cada color.
El robot, ese fantasma
que funciona
con tracción a sangre,
emite un zumbido
que desafina.
La catástrofe es el carozo
de la calma.
El único movimiento
está siempre
en el mismo lugar.

Franca La Volpe




Como ejemplo del Zen
puede servir:
la cabeza pelada
del obtuso
que pretende aprender
lo que ya sabe.
También esta palabra
que señala
su mera inconsistencia.
La que quieras.
Si se puede entender,
estás perdido.


Vita Preziosa


Capítulo extraído de "Claves del Zen" de Flora Espinosa - Editorial Ananda

martes, 19 de enero de 2010

Diario de un Cínico



Tomemos un ser humano cualquiera, hombre o mujer, y examinemos su paso por este mundo. Un rasgo común que comparte con los otros seres humanos es que esta persona se pasa todo el tiempo tratando de resolver los problemas de la vida. No importa que un hombre sea pobre o rico. Para él, la vida se ha convertido en un problema. Pero es necesario examinar esta situación con claridad sin fisuras. Si alguien viene y me plantea que la vida es un problema, yo no tengo la obligación de creerle. Puedo poner tal afirmación bajo la lupa de un examen sin prejuicios y así, antes de afirmar que la vida pueda ser un problema o no, voy a comprobarlo por mí mismo.
¿Qué es la vida? Basta con sembrar la pregunta para que la respuesta se coseche por sí sola. Nadie sabe qué es la vida. El manejo de la pregunta como buscadora de respuesta es un juego entre lo conocido y lo desconocido. Existe algo que es desconocido para el funcionamiento de una persona cualquiera en el mundo y esa persona pretende que lo desconocido pase a funcionar como parte de lo conocido. Así funciona la ciencia, por ejemplo.
Pero cuando alguien pretende contestar a esa pregunta (¿qué es la vida?) está entrando en el terreno de lo que no se puede conocer. Teníamos por un lado lo conocido y lo desconocido, pero más allá de esa dualidad está lo que no se puede conocer, el misterio. Tanto lo conocido como lo desconocido son elementos que le permiten a una persona manejarse en el terreno de la vida social y la supervivencia física. Son herramientas de la personalidad. Pero el misterio (lo que no se puede conocer) es lo impersonal que mora en cada uno de nosotros y también fuera. Es la vida misma.
Podemos apreciar entonces, sin demasiada investigación, que la vida es el misterio por excelencia. Sin embargo, el hombre de nuestro ejemplo (o la mujer) se pasa la existencia tratando de resolver problemas, con lo cual ha convertido a la vida en un problema. Aquí estamos en condiciones de afirmar que esta persona se gasta la totalidad de su energía en resolver esos problemas y no le queda medio gramo de fuerza para sostener una visión despojada de la neblina social. Esta falta de raíz vital tiene su consecuencia práctica en el terreno menos pensado: el de la práctica.
¿Para qué me sirve a mí saber que la vida es un misterio, cuando tengo que trabajar como un caballo domesticado si quiero vivir dignamente? La pregunta no sólo es válida, sino incluso de una potencia reveladora sin igual. Lo que conviene resaltar en este cuadro, con luz que apenas logre subrayar el cabo para desatar el nudo, es que la pregunta proviene de una persona que se considera más importante que la vida.
¿Y por qué no sentirse importante? ¿Acaso, cuando empiezan a caer las bombas sobre la ciudad, no soy el primero en salir corriendo en busca de refugio? Hagamos un pequeño discernimiento: una cosa sería sentirse importante, pero más importante que la vida ya entra en el terreno del conflicto. Creo que aquí está la clave de lo que carcome cada gesto humano, la médula de nuestro paso por el escenario de la percepción, la sustancia que alimenta esta figura mental del mundo que llamamos mundo.
Si yo soy más importante que la vida, entonces acabo de inventar una dicotomía delirante. Te invito a que vayas al manicomio y observes a esta pobre mujer que anda repitiendo por los pasillos una letanía monótona y perturbadora: "Yo soy una cosa y la vida es otra cosa". ¿De dónde surge este alcohol que ha embriagado la sangre de la pobre loca hasta tumbarla en el chiquero de la fantasía?
Si te pones a conversar con la loca, descubrirás cuál es su locura: ella tiene una historia personal.


Estoy dejando en este diario algunas reflexiones que anoto en mi libreta de apuntes, esta libreta que llevo en el bolsillo de mi saco a todas partes. Lo hago sin propósito cierto. Pienso que, a lo largo de los vericuetos y meandros del tiempo, alguien habrá de leerlas y podrá compartir conmigo (que ya no estaré en mi forma física) las marchas y contramarchas en las que suelo incurrir para mantenerme despabilado en un mundo anestesiado por las apariencias. No deja de ser irónico que se comuniquen conmigo cuando ya esté muerto. La presencia tiene esos misterios. Es puro contenido, con forma o sin forma.

No puedo decir que Dios es bueno, ni tampoco decir que es malo. En todo caso es neutro. Tan neutro es que ni siquiera existe. Es lo que es. Y también lo que no es. Algo que no admite definiciones ni rechazos.


No creo en Dios. Creo en la presencia. Pero decir que "creo en la presencia" es un abuso de lenguaje, una distorsión del entendimiento. A la presencia le importa un comino si tú crees o no crees en ella. Está en este momento único, es lo único, vive aquí, no hay manera de que la presencia deje de abarcarlo todo. Quizá , mejor dicho, haya que afirmar: la presencia es todo, aun siendo nada. Y esa nada que es todo, ese absoluto que supera y abarca y aniquila los opuestos entre sí, es lo que soy, es lo que es.



Te encuentras con alguien y te cuenta su historia. Siempre tiene su historia en la punta de la lengua. Una historia más ficticia que real, cuyas aristas más pronunciadas están elaborando una justificación encubierta. Al contarte su historia, está diciendo: mi vida es esto, la historia de mi vida. Pero "esto", la famosa historia que pretende contarse a sí mismo (porque de eso se trata) no es más que una fantasía. Obsérvate y verás.

En primer lugar, no existe tal cosa como "tu vida". Es algo que no requiere de análisis ni aprendizaje de ninguna especie. No hay nada que aprender. Tu vida no es tu vida y nunca lo será.


Es el gran asunto a tratar: ¿por qué no puedo hacer lo que quiero? No hablo de la pregunta de un adolescente, que no sabe cuál confusión elegir de las tantas que le carcomen el espíritu. Hablo de la persistencia misma de la pregunta en el adulto que ha sido entrenado para creer que es el dueño de su vida y que, paso a paso, debería estar descubriendo que no.
El koan de Wei Po siempre sigue vigente: "Cada uno hace lo que quiere, pero no es el dueño de su vida".


Extraído de "Diario de un Cínico" de Vita Preziosa - Editorial Ananda

Hsuang Pu King (El libro del Sello del Misterio)



El taoísmo entronca con lo más lejano de la
tradición china. Su sencillez aparente proviene
de otro mundo, práctico y enemigo de las
fantasías, que muy pocos han osado visitar.
Del taoísta Kung Tien se han conocido en
Occidente sus poemas del Hsüan Pu King (algo
así como "Libro del Sello del Misterio"), pero sólo
parcialmente. Damos a conocer aquí un
fragmento de ese libro. Sus poemas, a veces
oscuros y otras de una transparencia etérea,
danzan la inmemorial música
del yin y el yang, el tai chi.

1.-
La palabra es ladrona de sorpresa:
de lo intangible nutre su fulgor
y al secreto del fuego roba el fuego.
La palabra perdura en lo fugaz;
el impulso en silencio.
Y cuando la sorpresa
se inflama en el secreto,
resplandece el misterio.
¿De dónde viene el fuego que se enciende
y dónde permanece al apagarse?


2.-
El instante es perfecto.
No carece de nada; pero le falta todo.
Y esta faltanza de sí mismo le abre
de otra oportunidad la misma puerta.
Si no se puede imaginar la propia
muerte, sino vivirla,
morir es imperfecto, porque nace
de su perfecta muerte.
Sólo el cambio no cambia.
Quien es capaz de transformarse puede
permanecer intacto en donde está:
la imperfección perfecta del instante.

3.-
Necesitamos ignorar, si acaso
queremos conocer.
Pero para ignorar es necesario
conocer. Porque, ¿cómo
se podría ignorar, sino en el límite
de lo que se conoce? ¿Y cómo puede
conocerse sino en el borde mismo
de lo que es ignorado?
Por eso, en la frontera
de lo que se conoce y lo ignorado,
la brecha del misterio
los amarra y mantiene separados,
por ellos es envuelto y los envuelve.


4.-
Lo aparente no puede descubrir
dónde queda el desliz.
Y no ha de conocerlo sino al darse
su desaparición.
La palabra silencio no es silencio.
Y es desaparición lo que aparece
cuando en la transparencia se sumergen
la llamada y el eco.
La transparencia no resiste a nada,
ni encuentra resistencia.

5.-
Sólo el vacío sabe
lo que es la plenitud,
pero no sabe cómo es que lo sabe.
Lo conocido es nada más que un nombre
de lo desconocido.
Y así, si la sorpresa está en secreto,
en ambos el misterio permanece.
Este desconocer lo conocido
es lo que no se puede conocer.

6.-
Buscar la plenitud
es caer en la falta.
¿Dónde ir a buscarla que no esté?
Sólo el vacío encuentra plenitud.
El que busca no encuentra.


7.-
Lo que es nuevo deviene inexplicable
en cuanto se le busca explicación,
porque sólo en sí mismo la contiene
(y no es otro el secreto del secreto).
Unicamente es viejo
lo que se manifiesta.
Puede que un nombre tenga, o que ninguno,
lo que no es nuevo ni tampoco viejo.
Pero jamás le puede dar alcance
la palabra: su impulso le construye
la forma en donde está su destrucción.

8.-
Los antiguos decían:
"flecha es la fuerza y el poder el arco".
Por eso el que se abstiene permanece.
No busca resultados,
salvo de resultados abstenerse.
No llama la atención, pero la presta.
Su don es la abstinencia,
el adiós su cosecha.
Es del cielo que aprende la abstinencia.
Y así deja que el viento
se devore a sí mismo.

9.-
La fuerza expande y el poder concentra.
Pero el poder acrece
cuanto más disminuye.
Y la fuerza es más débil
cuanto más se despliega.
Así, el poder en fuerza se transforma
cuando la fuerza sin actuar se queda.
Poder es actitud, fuerza es acción.
Pero el acto resquicia en el misterio.

10.-
Oír desde el silencio no es lo mismo
que oír contra el silencio.
No hay sonido que al irse
no retorne a su sitio,
ni viento que no vuelva.
Entre el sonido y el silencio late
la música increada.



Extraido de "Hsuang Pu King" de Kung Tien - Editorial Ananda

La estrategia del guerrero



- 1 -
Ser débil es un defecto, sólo si pretendes ser fuerte.
Un oso aplastado por un alud, ¿es más fuerte que una hormiga que pudo sobrevivir al mismo alud?
Sólo es débil el que está vencido. Conocer tus propios límites, es sabiduría. Dejar que tus límites te limiten, eso es debilidad.

- 2 -
Si buscas equilibrio, no importa que empieces por el cuerpo, la mente o las emociones. Lo que hagas, debe estar en armonía y así las tres funciones actuarán como una totalidad.
Si empiezas por el cuerpo, tienes que mantenerte de modo tal que ninguna de sus partes esté más tensionada que ninguna otra. Cualquier idea, opinión personal o preferencia provocará de inmediato una tensión desequilibrante. De ese modo, despojado de elección, la mente y el cuerpo armonizarán, lo que dejará en libertad a tus emociones para desplegarse y usar toda su riqueza.
Si empiezas por la mente, debes tener cuidado de que no esté contaminada por la más mínima idea. Una sola preferencia confundirá tus emociones a tal punto que te arrastrarán sin que puedas impedirlo. Y esto terminará por maltratar tu cuerpo hasta el punto de volverlo una carga, en lugar de tu aliado.
Si empiezas por las emociones, debes abarcarlas y no dejar que te abarquen. De ese modo, estarán al servicio del cuerpo y de la mente. Para que así sea, el procedimiento consiste en no dejar que las emociones te saquen de ti mismo. Si ves que las emociones te derraman, recógete. El cuerpo sin tensiones y la mente sin ideas te ayudarán.
Trabaja con la mente cuando estás solo. Con las emociones,cuando estás en compañía. Y con el cuerpo, siempre.

- 3 -
Para las personas ordinarias, las circunstancias pueden ser fortuitas o desafortunadas, porque no afrontan las cosas según su conveniencia, sino en busca de comodidad.
Esta actitud las obliga a vivir en permanente conflicto, porque las circunstancias no están hechas para comodidad de nadie.
Así, acosadas por el hambre y el deseo, condenadas a trabajos forzados por buscar la comodidad, las personas ordinarias viven en perpetua decadencia.
Para un guerrero, el mundo nunca es ordinario: es un misterio. Y lo trata con respeto. Hacer algo que destruya el misterio de la vida destruiría el mayor de los misterios: su propia vida.
Por eso, el guerrero no está separado de las circunstancias. Se hace responsable del misterio de la vida y actúa en armonía con la vida del misterio.
Las personas ordinarias encuentran en la circunstancia un motivo de goce o un motivo de sufrimiento.
El guerrero, en la circunstancia, encuentra la puerta de la libertad.

- 4 -
Si te imaginas fuerte, eres débil. Si te imaginas alguien, eres nadie. Si te imaginas con poder, no lo tienes.
Cuando el deseo está gobernado por la imaginación, el que gobierna es el deseo. Basta que desees algo para que no te des cuenta de lo que estás haciendo. Si andas como sonámbulo, vas por el camino de la desgracia.
¿Qué necesidad tienes de desear lo que no tienes? Si fueras sabio, te aplicarías ya mismo a desear lo que tienes.
Cuando te das cuenta de lo que estás haciendo, nada te puede detener, nada empujarte.

- 5 -
Mientras tu mente se ocupe de ahogar tu sentimiento, es tu cuerpo el que se embota. Y cuando tu cuerpo ha caído en el letargo, pierde conciencia de la muerte. Eso es lo mismo que perder el estado de alerta.
Un guerrero no puede ir al campo de batalla sino en estado de alerta. Por eso, lo primero que debe hacer es limpiar su corazón.
Para simplificar: tu corazón está limpio cuando no tiene preferencia.
Y un guerrero evita toda preferencia de la manera más sencilla: se convierte en un devoto del presente.

- 6 -
Ser importante te hace pesado, rudo, vanidoso. Y tiene varios efectos: te torna ineficaz, desgasta tu energía hasta cuando duermes, te hace bailar en puntas de pie todo el día.
Ser importante no es natural. Y eso quiebra tu armonía con la naturaleza. Te pone en peligro. Porque cuando quiebras la armonía con la naturaleza, quedas expuesto a sus rigores y no puedes aprovechar sus favores.
Ser importante es peligroso porque te conduce a la muerte, atado de pies y manos.

7 -

Cuando puedes estar en armonía con todo lo que te rodea, eres armonía.
Los golpes vienen a darte donde no te duelen, porque los desvías antes de que lleguen. No das un paso en falso, porque lo das con todo tu ser. Sabes dónde poner tu mano, porque la acompañas con todo tu cuerpo. Cuando estás en armonía con todo lo que te rodea, eres todo lo que te rodea.
¿Qué secreto puede haber que no conozcas? ¿Qué sorpresa a la que no sorprendas? ¿Qué misterio que no seas?
Cuando estás en armonía, no escapas de la dificultad ni te adueñas de la facilidad, porque sabes que lo difícil se vuelve fácil y lo fácil, difícil.
Lo que hagan los demás no te afecta, porque estás fuera de alcance. Lo que tengas que hacer no te preocupa, porque el universo entero está conspirando contigo. No necesitas calcular ningún resultado, porque la armonía sólo puede dar como resultado más armonía.

- 8 -
Si tus ideas te atan, no sabes pensar. Si tus sentimientos te ofuscan, no quieres sentir. Si tus actos te atrapan, no puedes hacer.
Para que tu acción fluya, debes tener un corazón limpio. Y para limpiar tu corazón, tienes que eliminar aversiones y preferencias de tu mente.
Todo esto te deja a cargo de una sola tarea: la de crear el presente.
Si estás presente, tu cuerpo se nutre de atención, tu corazón de voluntad y tu mente de conciencia.
Entonces no necesitas pensar, porque tu corazón ve directamente y tu cuerpo hace lo que tiene que hacer.
Cuando tu mente no tiene ataduras, tu corazón lo abarca todo, victorioso sin haber luchado, mientras tu cuerpo soporta sin pena el éxtasis de morir en cada acto.
Como el presente, que lo abarca todo siendo nada.

- 9 -
Destruir lo que muere. Conservar lo que vive. Crear transformación. Este es el modo del guerrero.
Toma asiento en tu campo de batalla. La serenidad es la vencedora. El abandono es el guía. La audacia el corazón.

- 10 -
Ser importante es nada más que una afectación social: vestirse con ropaje psicológico. Eso te instala en el terreno de lo artificial.
Cuando eres importante, gastas toda tu energía en sostener tu prestigio.
Te ves entonces, sin cesar, sumergido en la agobiadora tarea de darle de comer al personaje que quieres representar. Eso te desequilibra. Es como si anduvieras con un peso a uno de tus costados.
Un guerrero no puede ir al campo de batalla cargado con ningún lastre. Por eso, del primero que intenta librarse es del más pesado de todos: su importancia personal.
Furia del Lago - "La estrategia del guerrero" - Editorial Ananda

No tomarse en serio

La alegría y la tristeza son inseparables. Pero hay gente que no sabe qué hacer con la tristeza ni con la amargura. Ni mucho menos con los golpes que le da la vida.
El problema suele residir en que ponen el eje de la vida en su propia persona. La vida es impersonal, pero cada uno de nosotros anda por ella cargando con su propia persona. Así que aparece un terremoto y tu persona tiene que hacerse cargo. Lo mismo pasa con la lluvia, el frío, el calor y todo lo que anda revoloteando por ahí. Mayor problema todavía suele ser la civilización y el roce con el prójimo.
En resumidas cuentas nos preguntamos: ¿qué se debe hacer con los embates de la existencia? ¿Puede uno tomarse en solfa tanta desgracia que anda pululando por el mundo?
Las personas que han llegado lúcidas a vivir cien años y los que siempre andan sanos y rozagantes suelen dar una receta: no tomarse en serio. Los humoristas van más allá y combinan ironía con una dosis de conciencia: "No te preocupes tanto por tu vida, que no saldrás vivo de ella".
Pero realmente es difícil vivir de buen humor. Sobre todo porque somos entrenados para vivir amargados. Esto que digo no es una exageración. La escuela, el barrio, la familia, la televisión... todo está diseñado para que mantengamos un conflicto existencial: eres quien eres, pero deberías ser algo más, deberías tener éxito, deberías tener más riquezas, deberías tener más prestigio... De tal manera, no te aceptas como eres. Es una imposición social. Mamá, papá, tu amigo, tu vecino, la radio, el cine, los maestros, la civilización entera están presionando para que no te aceptes como eres y luches por ser otra cosa, algo distinto. Por eso es que vives en conflicto, porque te han inculcado el conflicto desde tu niñez más temprana. Y si miras televisión, verás que son endiosados todos aquellos que quieren caminar por el aire o que quieren ser millonarios, hermosos y poderosos. En fin, para vivir sin conflicto tendrías que ser un bicho raro, algo así como alguien que va yendo a contramano del resto de la humanidad. Y ni hablemos de la gente que vive de buen humor. ¿Cómo logran semejante hazaña?
Para vivir de buen humor hace falta eliminar de raíz esa estéril ilusión que venimos engordando desde chicos: la de creernos importantes. No somos importantes. Ni siquiera el presidente de un país ni el capo de una religión puede ser importante. Somos tan sólo gente de paso, gente que anda por este mundo por unos años y que luego desaparece en la nada. Así de simple. Y en base a tanta simpleza es que tenemos una opción: o hacemos un paraíso de nuestro paso por aquí, o lo convertimos en un infierno.
Yo creo que los doce trabajos de Hércules son poca cosa comparados con la titánica tarea de vivir de buen humor. No es trabajo para cualquiera. Hace falta mucha disciplina para mantenerse en equilibrio y un montón de claridad para no extraviarse en la noche de las amarguras. Solamente los que viven como guerreros pueden hacerlo. Los guerreros del buen humor.
Dionisio Mayor




El buen humor se parece al limpiaparabrisas: no detiene la tormenta, pero te ayuda a salir adelante.
(Escrito en una pared de Avellaneda,
Buenos Aires)


Existen dos clases de personas: los simplificadores y los complicadores.
Los simplificadores simplifican todos los problemas. Los complicadores complican todas las soluciones.
Adolfo Jasca


Si el hombre tuviera más sentido del humor, las cosas podrían haber resultado diferentes.
Stanislaw Lem


¡Hazles comprender que no tienen otro deber en el mundo que la alegría!
Paul Claudel


El buen humor, si no se tuvo la suerte de recibirlo por gracia divina o genética, debería ser aprendido, enseñado y aprobado obligatoriamente. Debería incluirse como materia desde la primaria. En el jardín son autodidactas. Para mí, es una construcción intelectual. Los más inteligentes tienen buen humor. Perdonen los amargados y rencorosos.
Milton Pérez


El escritor es un hombre sorprendido. El amor es motivo de sorpresa y el humor un pararrayos vital.
Alfredo Bryce Echenique


La alegría es, ante todo, fomento de la salud.
Joseph Addison


La imaginación consuela a los hombres de lo que no pueden ser. El humor los consuela de lo que son.
Winston Churchill


El buen humor es síntoma de salud mental.
Doménico Cieri Estrada



No solamente se requiere de mucha responsabilidad para vivir sino que también es necesario tener vocación de vida.
Fernando Peña


La mitad de la alegría reside en hablar de ella.
Proverbio persa


A la vida hay que tomarla con amor y con humor. Con amor para comprenderla y con humor para soportarla.
Milton Pérez


El humorista es un hombre de buen mal humor.
Jules Renard


La alegría ha sido llamada el buen tiempo del corazón.
Monserrat Roig


A ninguna mente bien organizada le falta sentido del humor.
Samuel Taylor Coleridge


Con frecuencia, una falsa alegría vale más que una tristeza cuya causa es verdadera.
René Descartes
Extraido de "Guía para vivir de Buen Humor" de Dionisio Mayor - Editorial Ananda