jueves, 29 de abril de 2010

Sin Dualidad




(Apuntes de un diario personal)




Estoy sentada a la mesa de un bar, junto a un gran ventanal. Esa señora que pasa por la vereda está completamente sumida en sus pensamientos. Se podría decir de ella que “no está presente”. Pero no es del todo así. Ella está en el presente, sólo que no se da cuenta. La percepción del presente, en ella, ha quedado anulada.


¿Por qué el presente habría de resultarte tan esquivo? Porque el presente es totalidad y tú fragmento.


Acabo de escribir el párrafo anterior y caigo en la cuenta de que puede resultar ilegible. Según ese argumento, “yo” soy fragmento. Pero al hablar así, considero a mi persona como objeto. Y está visto que la creencia general me dice lo contrario, que soy un “sujeto”.



La manera convencional de verlo es ésta: yo estoy por un lado y el presente por el otro. Ambos tenemos que fusionarnos. Pero la persona que piensa de tal manera, lo que pretende es esto: “Que el presente se fusione conmigo y yo quede intacto”.
Por eso el presente le resulta esquivo: porque el asunto funciona al revés. La persona se fusiona con el presente, desaparece en el presente.
El cielo no se fusiona con la nube. Es cuando la nube se deshace que acontece su fusión con el cielo.


Una gota está en el medio del mar y piensa: “Yo estoy separada del mar”.


Esta analogía (mar y gota) ha caído en el abuso de quienes pretenden explicar la percepción. Pero es difícil no caer en lenguaje analógico, porque el lenguaje convencional está concebido en términos personales y no sabe qué hacer con lo impersonal.


Una gota está en el mar. ¿Cómo la distingues del mar?


El presente es no-personal, la imagen de mí misma es personal. La imagen es un concepto que me formo de mí misma. Esa imagen no es una cosa fija, sólida o definida. Por eso es que resulta inasible. Por supuesto, es nada más que una imagen, un elemento imaginario.


De todas maneras, ese elemento imaginario tiene algunas características básicas: a) considera que yo soy una persona separada del resto del mundo; b) tengo una vida propia; c) puedo controlar y manejar esa vida que llamo “mía”; y d) todas esas características no son imaginarias sino absolutamente reales.
Estas son las características básicas de cada uno. Aparte de ello, hay un montón de otros elementos “personales” que acrecientan esa sensación. Yo tengo una cara y tú tienes otra, aun cuando fueras mi hermana gemela. Yo además tengo un cuerpo y tú otro. Huellas digitales. A mí me gusta el dulce de leche y a ti la mermelada de frambuesa…


Pues bien, ese elemento imaginario que tú llamas “yo mismo” ha organizado una vida separada de la vida. En otras palabras: una vida separada del presente. Separada del Ser, que Es Lo Que Es (la esencia).



¿Para qué el ser humano ha incurrido en semejante artificio? Para que cada niño pueda arreglárselas por sí solo, sin ayuda de los padres. Así de simple.
Cada niño depende de papá y mamá por bastante tiempo. Para que aprenda a desenvolverse por sí mismo, en forma independiente, los padres le tienen que enseñar determinadas reglas de conducta. La regla de conducta básica es la siguiente: “Tú tienes tu vida y yo tengo la mía”.


Angelo Nero - ¿Acaso yo no tengo una vida?
Turiya – No tienes vida, eres vida.
Angelo Nero - ¿Y cuál es la diferencia?
Turiya – Has llegado a concebir un Control Central de la Vida, llamado “yo”, y ahora ese “yo” pretende controlar la vida, porque necesita proteger lo que llama “mi vida propia”.
Angelo Nero – Bueno, pero eso es algo que todos hacemos.
Turiya – Exactamente. El niño va creciendo con esa creencia y termina por llegar a la edad adulta plenamente convencido de ser un “yo” con una vida separada de la vida.
Angelo Nero – Pero este sentido de ser “yo” persiste, no se puede negar.
Turiya – Es cierto, no se puede negar. Pero aclaremos para Cabeza de Piedra: yo soy. Eso no significa de ninguna manera que yo soy alguien separado de la vida. No. Sencillamente, “yo soy”.
Angelo Nero – Solamente “yo soy”.
Turiya – Cuando digo “yo soy” me estoy ateniendo a lo natural, a lo que es. Pero cuando digo algo más, ya estoy incurriendo en lo artificial. Por ejemplo, yo digo: “Soy Fulana de Tal, soy psicóloga, soy flaca, soy adicta al café”.
Angelo Nero – Entonces, lo que tengo por seguro es que yo soy.
Turiya – Eso es natural. Todo lo demás es un invento, es artificial. Inclusive, decir “soy mujer” o “soy hombre”. Son conceptos.
Angelo Nero – Pero no puedo negar que soy hombre.
Turiya - ¿Ah, sí? Pero antes de ser hombre eras niño, y antes de ser niño eras feto. ¿Y antes de ser feto, qué eras? ¿Eras tu mamá o eras tu papá? ¿Estabas dentro de una o dentro del otro? Ya ves, no sabemos nada de todo eso. Dejemos de lado lo que no sabemos. Lo único que podemos asegurar es que yo soy. Eso lo puedes asegurar tú y lo puedo asegurar yo.



Sigo mirando por la ventana del bar. La gente pasa y va pensando en otra cosa. Por lo general, ignoran por completo que han sido adiestrados para pensar que tienen una vida propia. Y eso es lo que va pensando aquel señor, allí enfrente. Quizá vaya diciéndose a sí mismo: “Ahora voy al banco y retiro 4.000 pesos y con eso voy a pagar la cuota del auto”, y así por el estilo. O acaso vaya pensando: “Esa casquifloja de María me sigue mirando de reojo como si yo no me diera cuenta; cómo me gustaría enredarme con ella, pero claro, no se tienen que enterar ni mi mujer ni su marido”. Y todo así por el estilo. Pero, en realidad, todo ese diálogo interno está funcionando con un solo objetivo: reafirmar que “yo soy alguien que tiene una vida propia”.


No importa el contenido del diálogo interno. Su propósito es fingir que tengo una vida propia. Por eso, funciona de manera completamente automática. Muchas personas que se dedican a la meditación dicen: “No sé de dónde vienen los pensamientos, vienen de afuera”. Además, recomiendan simplemente dejarlos a su aire, que aparezcan y desaparezcan por sí mismos, no luchar contra ellos.
En cuanto a lo que dicen: “No sé de dónde vienen”, aclaremos: vienen de la cultura. Tal cual. Es un mecanismo puesto en movimiento por la sociedad entera: la escuela, el lenguaje formal, el vecindario, la familia, los amigos, todo lo que la gente hace y que nosotros, por un error que ha consolidado la costumbre, llamamos “el mundo”. Por supuesto, no es el mundo; es la sociedad humana.


Por la vereda de enfrente, un señor casi choca con una señora que viene hablando por teléfono celular. Ambos completamente distraídos, alejados del presente que los envuelve y que impulsa sus corazones por dentro.




Pongo a consideración el siguiente párrafo:
La presencia es manifestación. La ausencia es lo no manifestado. Pero la ausencia está presente, así como la presencia está ausente.
Esto es algo demasiado abstracto para las mentes lógicas. Si es ausencia, ¿cómo puede estar presente? Y si es presencia, ¿cómo puede estar ausente?


Puedes ver o tocar un corazón. Pero, ¿puedes ver el latido que lo impulsa, puedes tocarlo? En este caso, ¿dirías que el latido está ausente o presente?



Ya ves, este asunto de la presencia o de la ausencia no se puede acomodar mediante conceptos ni aproximaciones imaginarias. O lo vives o te lo pierdes. O te zambulles en el mar, o escribes monografías acerca del mar en la orilla.



Angelo Nero – Vamos, vamos, estás usando conceptos y nada más.
Turiya – Por supuesto que uso conceptos. Si yo te digo: “Alcánzame la cuchara”, estoy usando conceptos. Si tú me alcanzas la cuchara, los dos hemos ido más allá de los conceptos.




Toda esa gente que está caminando por la calle va distraída. Cada uno de ellos tiene incorporado un mecanismo que ha sido diseñado con la finalidad de negar el presente: el ego. Ese mecanismo te hace fingir que tienes una vida propia y eso, de inmediato, te segrega del presente. Si lo observas detenidamente, lo verás: el ego es la negación del presente.



Por lo tanto, podríamos decir: si estuvieras presente no tendrías ego. Pero no está bien dicho. Tú no puedes estar presente. Sólo puedes ser el presente. Y si eres el presente, descubres que tu ego nunca existió.


Angelo Nero – Pero yo soy el presente. Ya lo soy, ¿no es cierto?
Turiya – Sí, ya lo eres. Pero tu ego te hace creer que vives separado del presente, como si tuvieras una vida aparte de la vida.
Angelo Nero – Supongamos que es así. Bah, de hecho, es así, lo reconozco. Pero, ¿cuál es el problema?
Turiya – El problema consiste en que, con ese comportamiento, vives en eterno conflicto. Tú tienes tu vida y por el otro lado está la vida en general, esto que está aquí presente. Pero tú te empecinas en tener una vida propia y entonces no aceptas la vida en su totalidad. Sólo aceptas aquello que te dé satisfacción. Y la satisfacción que quieres tener, obviamente, es la de imaginar que sí tienes una vida propia.
Angelo Nero – Pero no la tengo.
Turiya – No. Ahí está el conflicto. Por eso es que la gente vive en estado de sufrimiento continuado. Porque quiere tener una vida propia y la vida misma le está mostrando a cada rato que las cosas no son así.



Algunas personas esclarecidas, que han estudiado las manías del ego, descubrieron esto: fingir que tengo una vida separada es lo que convierte a la existencia en una ruina permanente.
Por otro lado, también descubrieron que casi no hay manera de escapar de los estragos que causa el ego, porque vivimos en una sociedad egocéntrica, donde se nos enseña que yo tengo mi vida y tú tienes tu vida.
Por cierto, somos personas separadas que habitan en cuerpos separados, pero eso no significa que “tengamos” vidas separadas. No tenemos nada, dicho sea de paso.



Todas estas consideraciones dan nacimiento al llamado “buscador espiritual”, una raza de inquietos exploradores de la conciencia que ha pululado en todas partes del planeta y en todas las épocas.



El buscador espiritual quiere volver al presente perpetuo y aniquilar de una vez por todas el sufrimiento. Pero, ¿es posible ir en busca del presente?





El buscador absurdo del presente
tiene un mapa en la mano que lo muestra
justo en el centro de ese territorio
que pretende explorar. Es su figura
la que domina el páramo, la selva,
el mar o acaso la ciudad que busca.
Aquí lo vemos, llega hasta el desierto
de paso hacia las míticas bondades
de la vegetación junto al gran río.
Y cuando está en el río busca un barco
que lo lleve hasta el mar. Y ya en cubierta,
en el medio del mar, quiere impedir
que el viento le arrebate su preciado,
su sacrosanto mapa. Qué difícil
es llegar al presente, buscador.


Vita Preziosa






La persona liberada, esencialmente está liberada de considerarse persona a sí misma. No es buscador ni encontrador. Descubre que yo no soy alguien pero que tampoco soy nadie. Una persona liberada no adhiere a ninguna dualidad, es advaita (no dual).
Sencillamente, se atiene a lo que puede saber con certeza: Yo Soy. Fuera de eso, todo lo demás es imaginación. ¿Yo soy alguien? No. ¿Yo soy nadie? No.
Viene uno cualquiera y le pregunta: “Pero, entonces, ¿qué soy yo?”
Ningún otro puede darte la respuesta. Tienes que probar el chocolate si quieres saber qué gusto tiene.



Tiene usted realmente que tocar la vida en un punto donde nadie la haya tocado antes. Nadie puede enseñarle eso. Mientras siga repitiendo lo que otros han dicho antes, está usted perdido, y de ello no saldrá nada bueno. Escuchar y creer lo que otros han dicho no es el medio para averiguar por sí mismo, y no hay otro medio, sino éste.

Uppaluri Gopala (U.G.)





Pero el buscador insiste y sigue preguntando. El supuesto maestro, entonces, le da algunas pistas. Está jugando, por cierto.




Angelo Nero - ¿Qué es lo que descubre el advaita?
Turiya – La esencia.
Angelo Nero – Vale decir, el Ser. Lo Que Es. Pero eso no necesita descubrimiento. ¿O sí?
Turiya – La gente está acostumbrada a pensar por dentro. No piensa sólo en voz alta, sino que piensa principalmente como si hablara consigo misma. Eso se llama diálogo interno. Y ese diálogo interno crea la sensación de que tienes una vida separada, como si hablar contigo mismo te arrancara de la esencia.
Angelo Nero – Por eso existe también esa sensación de estar sin raíces, como si a la vida siempre le estuviera faltando algo.
Turiya – Tú lo has dicho.




La esencia se divide en dos a sí misma: presencia y ausencia. También podríamos decir: fenómeno y nóumeno. Pero los dos son aspectos de la esencia. El Ser es no-dual.



El Buda decía: la forma es el vacío y el vacío es la forma. Con esto quería decir que la presencia es ausencia y la ausencia es presencia.



La forma es testigo del vacío. El vacío es testigo de la forma. Pero la mente no puede atestiguar el vacío como forma ni la forma como vacío. Eso lo puede hacer sólo la esencia.
La esencia es lo que el advaita llama el Testigo Absoluto, porque no tiene división, es no dual.
En apariencia, la conciencia absoluta se divide en dos: el Todo (la forma) y la nada (el vacío). Pero ambas son manifestaciones de lo Absoluto.




Lo más insólito de todo esto es que el advaita le dice al buscador: “Eso eres tú”. Es decir, lo Absoluto.
Entonces el buscador se pone a buscar lo Absoluto. “Pero eso eres tú”, le insiste la voz del advaita. El buscador abre los ojos y ve el presente. Dicen que el presente es lo ausente. Sí, todo esto que se presenta es una forma que se transforma, es como un río. El presente que nace es el presente que muere. Eso es la forma: nacer y morir. Por lo tanto, la forma es vacío. Y al mismo tiempo, el vacío es la forma, porque es lo que está naciendo ahora, en forma de muerte.




Angelo Nero - ¿Hay algo que esté viendo estas dos manifestaciones en una? Dicho de otro modo: se supone que la esencia está viendo las dos cosas en una, el todo y la nada, la forma y el vacío. Pero yo no puedo verlo, ¿no es así?
Turiya – Descubre que eres Eso y ya no necesitas verlo.
Angelo Nero - ¿Ahora mismo?
Turiya – Precisamente.
Angelo Nero - ¿Qué es lo que soy?
Turiya – Eres el silencio. Descubre qué es el silencio y descubrirás qué eres tú.
Angelo Nero – Pero yo no puedo quedarme en silencio.
Turiya – No, sólo el silencio puede quedar en silencio. Cuando permitas que el silencio se mantenga en silencio a través de ti, descubrirás que eres el Testigo Absoluto, el Ser sin dualidad.



-----------------------------------------------------------------


Extraído del libro "El Buscador es el Ego", de Furia del Lago - Editorial Ananda


martes, 27 de abril de 2010

Arte Poética



El cosmos cabe adentro de un punto que, dentro de sí, anida otro punto, y que dentro de sí tiene otro punto más, sin que haya medida que los alcance, por más veloz que sea.
Tanto en idioma de ida como de vuelta, a esta composición se la conoce con el nombre de infinito.
Basta que atesores el cosmos dentro de ti, para que te quedes sin palabras. Una sola palabra dejaría sin madre a tu cosmos y sin hijo.
Por eso, haber hablado de “tu” cosmos, si queremos comulgar con rigor sin fisuras, es una simple licencia poética, porque ya está visto que eso (lo que acaso llames “tu” cosmos) no es más que una semilla de un árbol exterior y de otro interior. Me dirás que cada árbol produce miles de semillas y que todo esto parece el juego de nunca acabar. Es que nunca se acaba.
El infinito es eso que (dentro y fuera de ti) está yendo más allá de sí mismo. Así que palabras como “adentro” o “afuera” son igualmente licencias poéticas. Sirven para trazar el mapa de lo inefable con su propio territorio.
“Y yo mismo, ¿qué soy?”, puede que te preguntes. “Yo mismo” también es otra licencia poética.



------------------------------------------------------------------------------------


Extraído del libro "Huecos en la Enredadera", de Furia del Lago - Editorial Ananda

domingo, 25 de abril de 2010

Un solo gramo


Un solo gramo de imaginación
y has conseguido ya tu propia selva
donde perderte. Vagas por senderos
que no existen. Tropiezas con raíces
que están ahí para nutrirte. Sueñas
que despiertas en medio de otro sueño.
Un solo gramo de imaginación
es lo que tienes para desechar.
En cuanto te desprendes de esa carga,
dejas de ser estorbo de ti mismo.
Entonces te descubres tal cual eres,
sin morir ni nacer, pleno de vida,
sin ser tú mismo, ser la vida plena.


------------------------------------------------------------


Extraído del libro "La Simpleza del Tao", de Furia del Lago - Editorial Ananda


Pintura: "Sin título", de Diana Doctorovich (argentina-brasileña)
dianadoctorovich.blogspot.com

miércoles, 21 de abril de 2010

Yendo a ninguna parte



(Apuntes de un diario personal)



Puedes viajar todo lo que quieras, ir a los lugares más remotos, cambiar de climas y de paisajes, que finalmente habrás de admitir que no has ido a ninguna parte. Siempre estás aquí.



Aquí es la fuente y, como sabes, la fuente saca de sí misma todo lo que no tiene. Pero, entonces, ¿qué es la fuente, qué es lo que no tiene?



Alguien a quien llamo “yo” está de viaje. Está yendo en tren hacia el corazón de la gran ciudad.
Pero estoy aquí. El agua que brota de la fuente viaja y en ese viaje se va de nuevo a buscar la fuente.


Está empezando el amanecer. La luz artificial, en el vagón del tren, se debilita. Un hombre bosteza, aquella mujer se maquilla con un espejito de mano, un muchacho que está de pie parece tener los ojos en el paisaje pero en realidad está pensando en otra cosa.
El mundo entero brota de la fuente. El observador y lo observado brotan de ella.



Nueva estación: el tren se detiene. Una señora anciana sube y con ella su nieta. Suben un trabajador con su caja de herramientas, un estudiante y otro hombre de traje y portafolio. Alguien le cede su asiento a la anciana. Todo esto emana de la fuente.



Existen muchos caminos para la mente. No hay caminos para el corazón, porque es infinito y todo lo permea.

Mooji





El tren llega a la Estación Central. Yo sigo aquí. No he viajado a ninguna parte.
El bullicio emana de la fuente. La energía se despliega en un racimo de centenares de personas que van y vienen. Todos son el agua de la fuente que escapa y escapa rumbo a la misma fuente. Todos van de viaje a ninguna parte. Todo está aquí.




Por eso se le llama “ilusión” al mundo de los fenómenos. Ilusión viene de “iludir”, que en castellano arcaico sigue significando eludir. Pero eludir el silencio es imposible. Vayas a donde vayas, de aquí no te mueves.




El abandono.
Flauta que los vientos
del corazón encienden.
Árbol que cruje en el carozo
lleno
de frutos. Rumbo manso
de la sorpresa
que abre su secreto.

Dionisio Mayor





“¡Taxi”, grita un señor desde el cordón de la vereda. Pero ya el taxi ha pasado de largo unos metros y estaciona junto a la señorita vistosa que, con menos esfuerzo, consigue mejores resultados.
Los ruidos de la multitud dispersa crepitan en el aire, nacen y mueren en el acto, refuerzan el gran silencio que envuelve a la ciudad, que la penetra.



Todo mana del silencio, todo vuelve al silencio.


Buscar la plenitud
es caer en la falta.
¿Dónde ir a buscarla que no esté?
Sólo el vacío encuentra plenitud.
El que busca no encuentra.


Kung Tien



Estoy a unas diez cuadras de la oficina. Conseguir un autobús o un taxi puede ser trabajo inútil o forzoso. Decido irme a pie. Por eso, conviene andar de tacos bajos.


La certeza de estar “yendo hacia ninguna parte” es el máximo deleite de salir a caminar. Cuando das un paso para seguir quedándote aquí, el mundo desaparece aunque se despliegue aquí mismo, delante de tus ojos. Todo es ilusión y todo es milagro.


-----------------------------------------------------------------


Extraído del libro "El Buscador es el Ego", de Furia del Lago - Editorial Ananda

Foto: Tren por Sierra de la Ventana

lunes, 19 de abril de 2010

De nadie a nadie



Mira, todo es increíblemente simple. No hay nadie aquí. Esta afirmación no es una figura retórica. Estoy diciéndote de veras que no hay nadie aquí, que no hay ninguna persona hablándote, ningún individuo. Me miras y piensas que hay una persona aquí hablándote, intentando decirte algo. Te aseguro que no es así. Mírame. Si no fuera por la conciencia que fluye por este cuerpo, ¿qué es lo que habría aquí? ¿Qué es lo que sería este cuerpo si no habitara en él la Conciencia? ¡Sería un cadáver, por supuesto!

David Carse (Perfecta Brillante Quietud)




¿Crees que yo realmente estoy hablando?
Esto que aquí se dice, nada más
es un viento que viene galopando
sin fin y sin principio, sin detrás


y sin delante. Nada que se entienda
puede asirse del viento que da vida.
Nada que aquí se enseñe ni se aprenda
puede pararse a ver por qué avenida


viene o se va. La vida es el misterio
de la vida: silencio de quien nombra,
dinámica del gesto, magisterio


de ver el sol cuando se ve la sombra
y en toda compañía soledad
que nunca reconoce dualidad.


Vita Preziosa

(Para Zanara)


-------------------------------------------------------------------------------------------
Ilustración: Shigeo Fukuda

sábado, 17 de abril de 2010

La mirada del silencio



(Apuntes de un diario personal)



Cuando dejo de fingir que soy alguien, ¿qué soy?



Dejar de fingir: el silencio.



No hay buscador que encuentre al silencio. Cuando el silencio se revela (por sí mismo), es porque ha descubierto que el buscador nunca existió y ya no está.




El secreto está a la vista. Esto es “lo que es”, aquí y ahora. ¿Quién necesita entenderlo? En cuanto se formula esta pregunta, vemos cómo ha metido la cola el diablo. El ser humano quiere “entender”. Esa es una exigencia meramente humana. Cuando la persona quiere entender, ya ha dividido al mundo en dos: lo que se entiende y lo que no se entiende. Pero es nada más que un juego mental. La mente quiere organizar al mundo. La mente es separativa, establece una división entre “el mundo y yo”. Es una división ficticia. La gota de agua está en el mar, pero el mar no puede ser encerrado en una gota.
La totalidad del ser me abarca. Yo no puedo abarcarla.



El silencio expulsa todo lo que no es silencio.



No puedes hacer que el silencio sea. Tampoco puedes impedir que sea. Cuando dejas de impedir y de hacer, ¿quién eres?



Cuando miras el silencio es cuando lo escuchas. Cuando lo escuchas, es cuando lo ves. Pero cuando lo ves, desapareces. Sólo el silencio puede quedar en silencio.
-------------------------------------------------------------------------------
Extraído del libro "El Buscador es el Ego", de Furia del Lago - Editorial Ananda
Foto: Sharbat Gula, por Steve Mc Curry (Una de las fotos más famosas del mundo)

jueves, 15 de abril de 2010

El Reino de los Cielos



(Apuntes de un diario personal)



El infinito es la explosión de la totalidad de la energía y esa explosión está ocurriendo aquí y ahora.
No podemos imaginar todos los significados de la explosión del momento, porque si los viéramos, caeríamos muertos en el acto, fulminados por los choques de tantos símbolos en una sola persona.
Y en el caso de que no tuviese significado, tampoco podríamos ver un paisaje semejante: el vacío total.
El Buda nos asegura que la forma es el vacío y el vacío es la forma, con lo cual nos dice: yo sí puedo mirar directamente la energía.



Cuando yo era una niña de tres años (más o menos), recuerdo nítidamente que podía mirar al sol en forma directa, pero ese acontecimiento no representaba nada extraordinario, era un juego más como cualquier otro, por lo cual yo seguía jugando con cualquier asunto terrestre, las hormigas quizá, o las piedras en el suelo.
Más tarde, me descubrí en el país del impedimento. Por más que quisiera mirar directamente al sol, ya no podía. Esto lo recuerdo con más nitidez. “¿Por qué ahora no puedo mirar al sol?” Pasaron muchos años hasta que pudiera encontrar la respuesta: “Porque ahora me siento separada del mundo”.


Jesús ha dicho: “Si no os volvéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”.


Se puede usar, para explicar la palabra “niño”, la misma descripción del infinito: “La explosión de la totalidad de la energía que está ocurriendo aquí y ahora”.


El niño sigue siendo niño hasta que se siente separado del resto del mundo. Ahí es cuando abandona el campo del ser para entrar en la ciudad de los significados.


Alguno de niñez redundante, tal vez se pregunte: Pero, ¿qué estoy haciendo aquí? Y si es obstinado, resbalará sin mucho esfuerzo hasta la pregunta crucial: ¿qué significado tiene la vida?
Las preguntas y las respuestas son mecanismos propios de ese orden artificial, de esa ciudad de símbolos que tanto nos obsesiona. Pero la nada sigue siendo la explosión sin bordes de la vida. ¿Puedes, acaso, encerrar lo inconcebible en un concepto?


Lo inconcebible, lo que no puede ser concebido, lo que no puede nacer ni morir, es la médula del ser.


El que se vuelve “como un niño”, aun siendo adulto, está en el Reino de los Cielos. No se trata de un logro extraordinario y, por eso mismo, tampoco es ordinario. Sólo consiste en ser natural, o simplemente ser. Ni siquiera es un logro. Es lo que eres.




Una persona, cualquier persona, es un instrumento del infinito, del silencio. Es una manera que tiene el silencio para mirar directamente al silencio.



Eso es algo que puedes poner a prueba en este momento mismo. A través de ti, si eres niñez intacta, el silencio puede ver el silencio. Entonces, se descubre que el infinito está completo, con tu persona incluida. Ya estás completo. Esto es el Reino de los Cielos.


--------------------------------------------------------------------------------------

Extraído del libro "El Buscador es el Ego", de Furia del Lago - Editorial Ananda

lunes, 12 de abril de 2010

El derrumbe del mundo



En la película “Reign over me”, el personaje que interpreta Adam Sandler ha perdido a su mujer y sus tres hijas en uno de los fatídicos atentados del 11 de septiembre de 2001. La película lo muestra unos seis años después, desvariando y casi autista en una Nueva York que para Charlie Fineman, el personaje, no es más que una ciudad fantasmal. Charlie había sido un odontólogo exitoso, de buen pasar económico, y ahora se encuentra con que toda la vida planeada por él para su familia ya no existe más. Para Fineman, la existencia consiste en “ir tirando”, en coleccionar viejos discos de vinilo y jugar incansablemente a un play station infantil. Se niega sistemáticamente a recordar tanto a su esposa como a las chicas. Los amigos y los suegros pretenden que retorne a la “normalidad” y algunos quieren llegar hasta el extremo de internarlo en una clínica psiquiátrica para ello.
El método para no sufrir de Charlie (o para negar el sufrimiento) es muy simple: no piensa en ello y no activa los recuerdos. Los mantiene sepultados en algún lugar de su conciencia. Puede parecer, quizá, que su conducta es demasiado forzada, acaso artificial en extremo. Pero, a decir verdad, todos hemos sido entrenados en tales prácticas.
Charlie, al igual que cualquier hijo de vecino, ha sido educado como un integrante más de la civilización humana, lo cual significa que él forma parte de una creencia general y de un sistema de percepción colectivo. Ese sistema de creencias, ese acuerdo social, le indica que él es alguien que tiene autonomía y voluntad propia, que hace lo que quiere con algo que considera “su” vida. Esta es la columna vertebral de la sociedad humana, tal como la conocemos. Tú eres tú y yo soy yo. Tú tienes tu vida y yo la mía. Esta separación en el terreno de lo manifestado es lo que prevalece.
Es muy difícil no identificarse con la manifestación corporal. Después de todo, estamos en un cuerpo. Pero, ¿eso es lo que somos?
Cuando mueren la esposa y las hijas de Charlie, lo que de repente se le viene a la mente a este hombre es esa pregunta que tanto y tanto esquivamos: ¿quién soy yo? Porque al preguntarse quiénes somos nosotros, lo que se cuestiona es ese famoso “yo”.
Alguien me ha engañado (o todos me han engañado) haciéndome creer que yo tengo “mi” vida. Pero cuando sucede algo trágico, entonces descubro que yo no soy el dueño de mi vida y que mi mujer o mis hijas tampoco han tenido una vida propia.
La reflexión que suscita esta película, al margen de sus cualidades artísticas y sus aciertos o torpezas, es de índole primordialmente existencial. Uno puede ver esta película desde y hacia lo superficial. Entonces se encontrará con un hombre que está pasando por un sufrimiento inevitable y comprensible. Su vida ha quedado desbaratada. Su familia ya no existe más. Pero cuando se bucea en aguas profundas, hay una evidencia que lleva más allá: no soy dueño de eso que llamo “mi” vida. Y nadie lo es. Por lo tanto, la descripción del mundo que me han hecho creer ya no existe. El mundo se ha derrumbado.
A partir de aquí, una persona puede tratar de volver atrás, recuperar esa descripción del mundo, adaptarse nuevamente a los comportamientos habituales de la sociedad en que vive, o bien puede ver las cosas como son. Verlas tal como realmente son.
No sabemos qué ocurrirá con Fineman. En la película de Mike Binder no se desarrollan los sucesos hasta que podamos verificarlo. Tiene un final abierto, repleto de posibilidades.
Pero al menos tenemos dos aspectos que podemos considerar por su inevitable consistencia. Por un lado, que casi nadie sería capaz de quedarse con esa lucidez arrasadora, con esa certeza de precipicio que proviene de darse cuenta de lo primordial: no eres el dueño de tu vida. Y por el lado paralelo, que no existe nada más difícil, en esto que inevitablemente llamamos vida en común, sociedad, espectro de relaciones, o simplemente amistad, que ponerse en el lugar del otro. Más que nada, porque el otro no existe. Es un invento. Es una entidad imaginaria que ha creído tener vida propia, voluntad autónoma y poder de decisión, cuando en realidad se trata de un cúmulo de conciencia atrapado en un organismo con estructura de mamífero que ignora por completo qué es o quién es. En palabras definitorias: el otro no existe porque yo no existo. Tanto él como yo estamos en el mismo baile. Cada cual es una entidad imaginaria inventada por la costumbre social y el acuerdo colectivo. Y cada cual, con facilidad pasmosa, ha incurrido en aceptar ese acuerdo, lo ha devorado, digerido y convertido en su propia sangre. “Yo soy alguien que tiene vida propia”. Menuda superstición. ¿Quién le va a explicar ahora a Charlie Fineman cómo sigue “su” vida de pequeño burgués adocenado? Porque ya se ha quedado sin continuidad. Ya no tiene futuro. Ha descubierto que el pasado no existió nunca. Y no sabe qué hacer con el presente, por la sencilla razón de que el presente no tiene consistencia, parece que está y no está, y por lo tanto tampoco existe. Pero más que nada, no sabe qué hacer con eso que ha llamado (por pura costumbre) su propia vida, sencillamente porque siempre hizo lo que le dijeron que hiciera.
Lo peor del asunto es que ahora quieren decirle otra vez lo que debe hacer, lo llevan ante un juez, lo quieren meter en un manicomio, lo quieren reformar. “Déjenme solo”, declara él. Ahora ha descubierto que está solo y que todos lo estamos. Y que todos, por un simple acuerdo social, queremos tapar esa soledad que no tiene forma ni límites para convertirla en una soledad privada, propia, de mi pertenencia. Ahora ha descubierto que la vida no es “mi” vida, que no le pertenece a nadie y que por lo tanto no puede ser manipulada por nadie. ¿Qué es lo que hará? No lo sabemos. Ni siquiera es algo que depende de él. La conciencia no es personal, aunque lo parezca. La vida es impersonal, aunque se manifieste a través de lo personal. Y en el escenario que despliega la conciencia, cada personaje quiere apoderarse de ella, sin saber que las cosas están sucediendo exactamente al revés. El día en que el personaje lo descubre, ya no es más el personaje. Ya es pura conciencia.



-------------------------------------------------------------------------------------------------

Extraído del libro "La Simpleza del Tao", de Furia del Lago - Editorial Ananda

viernes, 9 de abril de 2010

La Gran Ilusión



(Apuntes de un Diario Personal)




La vida es el arte de dar la vida.
Es un arte donde no hay un artista personal.
En todo caso, el artista es la vida misma.




La vida no es teoría ni práctica: es revelación. Pero eso que revela es lo que te late el corazón. Tú lo llamas “mi vida”. Pero no hay tal cosa como “mío” ni “tuyo” en este juego. Ni siquiera la misma vida puede decir “mía”. Y lo hemos visto: la vida consiste en dar la vida. En este río, ¿quién puede poseer, quién puede ser poseído?



Por motivos prácticos, al niño se le enseña a decir “yo” y “mío”. Esto debió ser un pasaje provisorio de su educación. Al llegar a la edad adulta (era de suponer) tendría que comprender que no existe nada por el estilo.



Usted le enseña al niño que existen unos simpáticos personajes llamados los Reyes Magos, que le traen regalos todos los años. A los seis años, el nene o la nena se van a enterar de que todo era nada más que un cuento y que los Reyes Magos no existían.
Con respecto al “yo” y “lo mío”, los adolescentes deberían admitir a los 20 años que se trataba de un cuento. Pero en este asunto la sociedad humana ha fallado. Nadie se ha enterado de la verdad. Por más evidente que sea, nadie quiere verla.



Cuando se ejercita con insistencia el culto del “yo” (y “lo mío”), un niño incurre en la confusión de creer que puede tener una vida propia. Por supuesto, la vida no tiene en cuenta las ilusiones personales. Al llegar a los 13 años, más o menos, el niño está empezando a crecer y cultivar una nueva religión personal: la independencia.
Su razonamiento se estructura más o menos así: “Si yo tengo una vida propia, mis padres también la tienen. Ahora bien, tener una vida propia significa hacer lo que quiero. Pero eso yo no lo puedo hacer. En cambio, mis padres sí lo hacen”.
Ahí es donde comienza la guerra. El chico quiere ser independiente, pero vive en casa de sus padres y les tiene que pedir dinero para subsistir.
Respuesta de los padres: “Tienes que hacer responsable de tu propia vida”.
Por lo tanto, esto refuerza la creencia de que cada cual tiene una vida propia.



Al construir el “yo”, se lo construye como una persona separada. Es cierto, cada cual tiene una persona separada, pero la vida es una sola. Ahí es donde se está produciendo la confusión. Ser una persona separada no significa que tengas una vida separada.



Sin embargo, la vida se la pasa mostrándole a cualquiera que es una totalidad y que no existe algo así como la separación de una cosa con otra. En consecuencia, cuando uno quiere vivir como un “ego” (como alguien separado de la vida) lo único que cosecha a cada paso es sufrimiento, fricción y conflicto.



Un “ego” es un buscador, alguien que tiene una supuesta vida propia y que siempre está buscando un sentido para “su” vida.



El buscador produce sufrimiento y es, a la vez, el producto del sufrimiento.
Cuando un padre le exige a su hijo que sea “alguien”, o que se convierta en “algo mejor”, o que no sea quien es sino una equis persona ideal, genera conflicto en el chico. El niño es lo que es, pero la familia, los amigos y la sociedad le exigen que sea esto o aquello, alguien especial. El niño, por lo tanto, vive en tensión perpetua, en lucha consigo mismo. Esa lucha consigo mismo es el sufrimiento.



El problema del buscador es ignorar que, a cada paso que da, genera sufrimiento. Buscar significa irse de aquí, escapar del momento presente. Como es evidente, todo lo que existe es esto, lo que aquí y ahora está siendo.
Al salir a buscar fuera del presente algo que le dé satisfacción, el buscador entra en el terreno crudo del sufrimiento. Luego de sufrir y sufrir en la trituradora de la búsqueda, el personaje de nuestro cuento se cansa y dice: “Basta, buscaré la forma para dejar de sufrir”. Y ahí está otra vez, buscando y buscando…



Esa es la ilusión: el buscador es la ilusión por excelencia. El buscador es el ego, la negación del presente.



Pero la buena noticia es que esa búsqueda es una mera creencia, un simple pensamiento… y que, al no tener más realidad que una apariencia, no es preciso ponerle fin. Dicho de otro modo, cualquier intento de acabar con la búsqueda no hace sino perpetuarla…

Jeff Foster






Pelopincho – Quiero la iluminación.
Cachirula – Perfecto, pero eso tiene su precio.
Pelopincho - ¿Cuál es el precio?
Cachirula – Tienes que pagar con tu vida.
Pelopincho – Ah, no, buscaré por otro lado.




Le han dicho que con eso terminará el sufrimiento y su vida será la misma que llevaba cuando vivía en el Paraíso. Entonces, el buscador quiere la iluminación.
Al principio le dicen: “Bueno, tienes que abandonar todas las ilusiones”.
Magnífico, piensa el iluso. ¿Qué más quiero? Abandonar todas las ilusiones. Si lo único que han hecho ha sido traerme dolores de cabeza.
“Eso sí, la principal ilusión que tienes que abandonar es la de ser alguien con vida propia”.
Ah, no. Esto ya se pasa de la raya.




El sufrimiento básico del ser humano consiste en que quiere y no puede ser el dueño de su vida.



¿De dónde surge la idea de que existe algo así como una vida propia?
Es un acuerdo social que todos aceptamos como creencia personal, ya desde niños.




Aparece un liberado, como Jesús de Nazareth, por ejemplo, y dice: “Por ambicionar una vida personal, te pierdes la vida eterna”.
Ah, caramba – piensa el ambicioso -. Esto es lo que yo quiero. Una vida eterna. Vivir para siempre.
Y continúa en el carrusel.




¿Qué es el sufrimiento, sino búsqueda? ¿Qué es, sino un intento de escapar de lo que está ocurriendo? En el caso, por ejemplo de que haya dolor físico, eso no supone ningún problema hasta que “yo” quiere desembarazarme de él. ¡El dolor no es ningún problema hasta que la búsqueda se dispara! ¡Y yo soy esa búsqueda! El problema reside en el “yo” que quiere liberarse del sufrimiento. Más allá de todo concepto de “dolor” está esto, esta innegable sensación de ardor en la pierna ahora, ahora y también ahora (se golpea la pierna), pero eso no supone ningún problema hasta que quiero desembarazarme de ello. El sufrimiento implica un futuro en el que estaré libre del sufrimiento, pero ése no es más que un círculo vicioso. Nadie puede poner fin al sufrimiento.

Jeff Foster





El ego conversa consigo mismo y me inventa una vida propia. Pero es como si los Reyes Magos me vinieran a hacer regalos. Ya no creo en los Reyes Magos y el único regalo que me toca es el Presente. Claro está, es un regalo para regalar. La vida entera es un regalo para regalar.
Desde el silencio, el ego se ve como una niña mal criada que está inventando excusas fantasiosas para explicar cómo se rompió el jarrón de la sala.
Cuando el silencio está observando, el ego descubre que no existe y el cuento de la vida propia queda hecho cenizas en el fuego del Presente.
Por eso, la vida entera es apenas un instante que no deja de regalarse la vida entera.

Flora Espinosa




Pelopincho – ¿Por qué es tan difícil escapar de la red ilusoria de conceptos y experiencias?
Cachirula – Antes de responder a eso, deberíamos ver quién es el que quiere escapar.
Pelopincho – ¿Y eso qué tiene que ver? Mejor dicho, si hay una manera de escapar, supongo que debería ser válida para cualquiera.
Cachirula – Pero insisto de otra manera: antes de buscar una manera de escapar, primero habrá que ver cuál es la ilusión.
Pelopincho – Lo acabo de señalar. Todos los conceptos y las experiencias son ilusiones y nada más.
Cachirula – Perfecto. Lo acabas de ver. Entonces, ya no tienes necesidad de escapar de nada, ¿no es así? Si ves una nube en el cielo no te propones guardarla en el bolsillo. Es nada más que una fugaz aparición, algo ilusorio.
Pelopincho (con el ceño fruncido) – Sin embargo, no siento que me haya liberado de nada.
Cachirula – Espera. Tú dijiste que quieres escapar. Perfecto. Además, me dices que quieres escapar de la ilusión y me aclaras que la ilusión está compuesta de conceptos y experiencias. Una vez que puedes verlo, ya estás fuera de todo eso. Se acerca un hombre con un pedazo de papel a comprarte la camisa y tú le dices: “Eso es nada más que un pedazo de papel”. No se la vendes, sencillamente porque un pedazo de papel es una ilusión y nada más. Ya está. No crees en las ilusiones.
Pelopincho - ¿Y por qué, entonces, no me siento liberado?
Cachirula – Eso es lo que yo te había preguntado de entrada. ¿Quién es el que quiere liberarse de las ilusiones? Tienes que averiguar eso.
Pelopincho – En este caso, soy yo.
Cachirula - ¿Y quién es yo? Eso es lo que te pido que averigües.
Pelopincho – Bueno, ya no sé cómo decírtelo. Yo soy yo, evidentemente.
Cachirula – Ya ves, crees que lo has resuelto absolutamente todo con un concepto. Ese concepto es “yo”. Mira ese árbol. ¿Lo ves?
Pelopincho – Sí.
Cachirula – Yo te señalé el árbol y disparé un concepto. El concepto está resumido en la palabra “árbol”. Pero el árbol no es un concepto. Estamos viendo que aquí tenemos nada más que un concepto resumido en la palabra árbol. Tú no sabes lo que es el árbol y el concepto no hace más que señalarlo. El concepto es un dedo índice, pero nada más. Supongamos que yo te digo que al Planeta Tierra le crecen árboles así como a la gente le crece el cabello. ¿Qué me dirías tú?
Pelopincho – Qué imagen tan poética.
Cachirula – La poesía me importa un comino. Simplemente la uso para sacarte de tus conceptos habituales. Pero lo que yo digo es otro concepto también. Ahora volvamos al asunto fundamental. Tú dices “árbol” y señalas eso que está creciendo ahí, a pocos pasos de nosotros. Es un concepto, no es Lo Que Es. Ahora bien, si tú dices “yo”, eso también es un concepto, ¿verdad?
Pelopincho – Sin duda.
Cachirula – Entonces, ya lo estás viendo. Aquí vemos a cierta persona, alguien que quiere liberarse de las ilusiones. Cuando le pregunto quién es el que se quiere liberar de las ilusiones, resulta que me responde con otra ilusión y dice “yo”. Ya ves, estás dispuesto a admitir que todo es una ilusión, pero no admites que tú mismo, eso que llamas “yo”, es una ilusión entre tantas.



Aquí es justamente donde surge la dificultad para la mayoría de las personas. En cierto momento, el ser humano puede decir: “Sí, puedo entender esto. Realmente puedo entenderlo. De hecho, siempre he sentido que todo esto era una especie de ilusión y ahora estoy convencido de ello”. Pero tiene algunas preguntas. Entiende que esto es una ilusión, pero tiene preguntas. ¿Qué significa esto? Sencillamente, significa que esa persona, que piensa que ha entendido que todo es una ilusión, quiere investigar algo dentro de esa ilusión. Eso significa que lo acepta todo como ilusorio, salvo a sí mismo. Ahí está todo el problema.

Ramesh Balsekar





Sutra 49

En este sitio donde tanto yo
como tú somos uno, nada tiene
verdadero valor. Compras un dulce
que pronto adquirirá sabor amargo.
Vendes nubes a nubes y te quejas
de que nadie te paga suficiente.
Sigues hablando idiomas extranjeros
para que cada cual diga lo suyo.
Pero cuántos ignoran que poseen
la nada magistral. En este sitio
podemos compartir sus atributos.
Eres el prisionero de un espejo
parlante. Ven aquí. No te conviertas
en un devoto de tu propia sombra.
Aquí donde tú y yo somos la nada,
no somos para ser. La paradoja
se burla de tu lógica. No pienses
lo que te digo. Bébete tu sangre.

Muni Omkara






El monosílabo “yo” significa “vida propia”. Es un coágulo conceptual que impide a la persona ser consciente de la conciencia o le impide ser el presente, como quiera describirse al estado de “ser natural”.



En cuanto alguien dice “yo”, ya está cayendo en el concepto de una vida especial, separada de la vida, distinta y distinguida, comparada con otras vidas.





Pero si me muevo más allá del pensamiento, ¿dónde soy y quién soy?
Tony Parsons




Pelopincho – A ver si entendí: yo mismo soy la ilusión principal.
Cachirula - ¿Por qué?
Pelopincho – Porque creo que tengo una vida propia.
Cachirula – Sin embargo, si yo te preguntara si tienes una vida propia, ¿tú qué dirías?
Pelopincho – Que no, por supuesto. Es algo que está a la vista.
Cachirula – Pero después de la respuesta, seguirías viviendo como si tuvieras una vida propia, ¿no es así?
Pelopincho – Es lo que siempre vengo haciendo, desde hace rato.
Cachirula – Y bueno, ésa es la principal ilusión.


------------------------------------------------------------------------


Extraído de "El Buscador es el Ego", de Furia del Lago - Editorial Ananda


miércoles, 7 de abril de 2010

Diálogos del Silencio



Cachirula – Este silencio lo impregna todo. Las miríadas de formas que aparecen en el mundo de los fenómenos están impregnadas de silencio.
Pelopincho – Pero el silencio es lo mismo que nada. ¿Cómo se puede afirmar algo semejante?
Cachirula – Entra en el silencio y lo averiguarás. Pero, claro, tú no puedes entrar en el silencio. El silencio expulsa de sí mismo todo lo que no es silencio. No puedes entrar en él desde afuera, sino desde adentro del silencio mismo.





Pelopincho
- ¿No se puede experimentar el silencio?
Cachirula – No. Si quieres experimentarlo, es porque te consideras diferente del silencio. Por ejemplo, si quieres experimentar la temperatura del mar, te zambulles en el agua o por lo menos metes el piecito. Pero eso puedes hacerlo porque tú eres Pelopincho y el mar es el mar. En cambio, si quieres experimentar el silencio, no puedes hacerlo. Recuerda: el silencio expulsa de sí mismo todo lo que no es silencio.




Pelopincho - ¿Cómo puedo hallar el silencio?
Cachirula – Si tú no eres el silencio, ¿cómo esperas hallarlo, puesto que el silencio expulsa de sí mismo todo lo que no sea silencio? Y si tú eres el silencio, ¿qué es lo que buscas cuando pretendes hallar el silencio?




Pelopincho – Según dices, “yo soy el silencio”. ¿Es así?
Cachirula – Eso te lo puede responder sólo el silencio.

---------------------------------------------------------------

Extraído del libro "El Buscador es el Ego", de Furia del Lago - Editorial Ananda

martes, 6 de abril de 2010

Premio Genuine Blog


Felicidades, Sina, por haber recibido un premio tan especial. Y gracias por compartirlo conmigo. Es un regalo de lujo.
Al recibirlo, me dices, tengo que dejar aquí una frase que sea memorable. Te la dedico a ti, Sina, porque eres una persona luminosa: "Sólo puedes atesorar el amor que das".

domingo, 4 de abril de 2010

Habla el silencio



(Apuntes de un diario personal)



Ser lo que soy, la zona donde no existe ningún esfuerzo por ser.
El latido del corazón aparece por sí solo.
Soy respirada.
No hay nadie que perciba, sino que la percepción actúa por su cuenta.



El problema de las prácticas es que se hacen deliberadamente. Y así es como actúa la personalidad, deliberadamente.



Por ejemplo, viene un instructor y te dice: “Hagas lo que hagas, tienes que recordarte a ti misma”.
Entonces tú vas y pruebas.
Pero sólo si estás en silencio (sin hablar contigo misma) es que puedes hacer el ejercicio ese, el de recordarte.
Entonces, te fuerzas a estar en silencio.
Por supuesto, forzarte a estar en silencio destruye toda posibilidad de silencio.



Otro instructor, más despabilado, cambia de lenguaje.
“Está bien, hagas lo que hagas, tienes que hacerlo en silencio”.
Y tú vas a probar con el nuevo método, pero en el fondo, es el mismo.


Por ejemplo, voy a limpiar el patio. Tomo la escoba, el balde, el trapo de piso y todos los demás enseres.
Empiezo a limpiar el patio y trato de hacerlo en silencio.
Resultado: el mismo de siempre.
Me he puesto a pensar en un trabajo que tengo pendiente, eso me llevó (por asociación) a recordar una situación similar que debí afrontar hace doce o catorce años. Ahí me di cuenta de que mi personalidad siempre suele caer en cierto tipo de dificultades. Y de pronto… me descubrí lavando el patio.
¿Qué ha sucedido?


Al día siguiente pruebo de nuevo. Lavar el patio en silencio. Sigo haciendo lo mismo. Pienso en esto y aquello, luego paso a recordar alguna historia, después entro en la frecuencia del zumbido rutinario del ego en mi cabeza. Hasta que de pronto me descubro lavando el patio…


Esto pasa una, dos, tres mil veces. Hay algo que no está funcionando aquí. Por lo tanto, retorno al famoso punto de partida. Alguien me ha dicho: “Tienes que lavar el patio en silencio”.
El problema está en la raíz.
Tengo que cuestionar lo que me dicen. No puede ser que me digan algo y yo simplemente pretenda seguir las instrucciones.
Voy al patio, me pongo a baldear. De pronto aparece el silencio, estoy baldeando el patio en silencio… ¿Qué pasa?
Ya me he puesto a pensar. He arruinado todo. En cuanto aparezco yo con mis pensamientos, desaparece el silencio.
Pruebo de nuevo. De pronto aparece el silencio. Estoy baldeando el patio y aparece el silencio. No, no estoy baldeando el patio. Hay alguien ahí, alguien que está baldeando el patio, pero eso no soy yo.
Y bien, aquí estoy pensando de nuevo…


Para resumir. Día de sol y salgo al patio con el estropajo en la mano, un balde en la otra. Ahí está la escoba y aquí el detergente.
El sol es tan brillante que es una pena no mirar todos los colores del patio, las plantas en sus macetas, los dibujos de los mosaicos, el verde trepador de la enredadera.
Perfecto. Me pongo a lavar el patio y de pronto el silencio empuja el trapo de piso. Esto que llamo “yo”, aparentemente, está empujando el palo con el trapo de piso, pero el que hace todo es el silencio. Aquí está: es requetesimple.
El silencio está lavando el patio. El silencio está vivo, es lo único que está vivo.



La revelación es tan fuerte que me he tragado el sol de golpe. Es difícil no tambalearse en tales condiciones.
El asunto es así: alguien me dio instrucciones y yo las seguí al pie de la letra. Eso es lo que debemos cuestionar: el pie de la letra.
Las instrucciones eran precisas: “Tienes que lavar el patio en silencio”.
Es absurdo. Yo no puedo lavar el patio en silencio.
Solamente el silencio puede lavar el patio en silencio.


Pruebo y lo hago: el silencio lava el patio. Es completamente simple. ¿Hubo que hacer algún cambio? Ninguno. El silencio siempre estuvo lavando el patio.
Supongo que alguien puede saltar ahora, levantar la mano y decir: “Momento, hubo un cambio, ha desaparecido el yo, ese ego que pretendía lavar el patio”.
Respuesta: no ha desaparecido, sencillamente porque nunca estuvo. Es lo mismo que decir: ha desaparecido el sueño que tuviste anoche. Ese sueño jamás existió y por lo tanto, jamás dejó de existir.


El silencio lava el patio. Descubrirlo es quedarte sin eso que nunca fue tuyo: el ego.
Por ejemplo, ahora estoy tipeando estas palabras en la computadora. Pero esto que acabo de escribir no es verdad. El silencio está tipeando, está escribiendo, está eligiendo las palabras que yo debo poner, me las dicta una por una. Esto es sublime. Yo ya no estoy, esta personita que tanta importancia tenía en otro tiempo es la dactilógrafa que está escribiendo lo que dicta el silencio.
Y el silencio está mirando ahora por la ventana y ahí afuera está moviendo la rama del cedrón con una levedad que parece hablarme en susurros. Y el silencio sigue haciéndolo todo de una manera singular: haciendo nada.


Ojo con esto. Aquí aparece el organizador (el ego) que quiere poner cada cosa en su casillero. Sujeto, verbo, predicado.
Ahora parece que las instrucciones han cambiado: en lugar de recomendar que “laves el patio en silencio”, daría la impresión de que estuviéramos recomendando: “que el silencio lave el patio”.
No, no.
El silencio lava el patio. El silencio está escribiendo esto en idioma castellano porque la dactilógrafa es una experta en ese idioma desde muy pequeña y el silencio la usa como puede.
El silencio está moviendo el planeta Tierra alrededor del sol. El silencio está en estos momentos haciendo sonar la estruendosa bocina del tren allí, a media milla de distancia.
No estamos recomendando: “Deja que el silencio lo haga todo”, como si tuvieras que darle permiso al silencio. No es una tarea para el hogar.
Por favor, Furia, basta de ignorantes y sabios, de altos y bajos, de hombres y mujeres.
Cuando digo que “el dedo está señalando a la luna”, yo estoy señalando al dedo que señala a la luna, y la luna está señalando al sol que la ilumina, y el sol a su vez representa esto y aquello… es el cuento de nunca acabar.
Cuando yo digo que el silencio lo hace todo, lo que digo es que no hay nada que hacer.


“A ver, Furia: ¿qué parte de silencio no has entendido?”

-----------------------------------------------------------------

Extraído del libro "El Buscador es el Ego", de Furia del Lago - Editorial Ananda

jueves, 1 de abril de 2010

Naturaleza Viva



(Apuntes de un diario personal)



Si nos preguntamos por qué tanto ajetreo para volver al paraíso (no es otra la meta del buscador) podríamos ver de un solo vistazo lo que pasa: soledad y silencio son sinónimos.



La desilusión es así. No tiene pausa. El buscador ha querido encontrar la felicidad y, para ello, ha cumplido con todos los requisitos. Estudiar, trabajar, ser un buen padre de familia o una buena madre, amar al prójimo, ir a misa los domingos, no cruzar con el semáforo en rojo.
Pese a todo, el buscador descubre que algún día morirá y que, por lo tanto, nada de toda esa conducta prefabricada lo salvará de cumplir con el famoso ritual: el fin del mundo.



Ahora bien, parece que “todos y cada cual pasan por este canal” (la rima pertenece al refrán), pero algunos pocos se preguntan: ¿y esto es todo? Vale decir: ¿para qué vine a este mundo?



Entonces, el buscador sale a buscar. Aquí tenemos al buscador de cuerpo entero y su gran pasión. Se encuentra con Ramana Maharshi, por ejemplo, y el maestro le pregunta lo que quiere. Puesto que no puede formular en palabras su angustia existencial, el buscador le dice lo primero que se le atropella en la lengua: “Busco la felicidad”.
La respuesta de Ramana es inesperada: “¿Quién es el que la busca? Averigüe primero quién es el que busca la felicidad y luego lo demás se arreglará por sí solo”.


En general, cada maestro funciona como un espejo. El buscador viene a toda carrera y se topa con el espejo. El maestro le está diciendo: “Mírate a ti mismo”.


Otro buscador se encuentra con Ramesh Balsekar y el maestro le pregunta qué es lo que busca. En este caso, también el buscador dice lo primero que se le ocurre y afirma: “Busco la libertad”. En consecuencia, Ramesh le pregunta: “¿Quién busca qué?”



Hay maestros que tratan de tranquilizar al buscador y le dicen que se siente y se quede en silencio. “Una vez que consigas estar en silencio, estarás en libertad”.
El buscador va, se sienta y trata de quedar en silencio. No puede. Hace otro esfuerzo. Tampoco puede. Por más esfuerzos que haga, no puede quedar en silencio. Por lo tanto, seguirá buscando.



En general, el buscador es un burro que sale a buscar la zanahoria que tiene delante de los ojos. Si un maestro se monta encima del burro y con un palo le pone por delante alguna zanahoria (por ejemplo: “quédate en silencio”), el burro tratará de alcanzarla.


Acaso pasen muchos años hasta que el burro se canse de subir y bajar por esta cordillera de las ambiciones. Si se cansa, quizá un día se siente bajo un árbol y se pregunte: ¿por qué debo quedar en silencio?
En fin, los burros no son de pensar en exceso. Pero supongamos que lo hace.



Si el buscador sigue las instrucciones, posiblemente descubra pronto que el silencio y la soledad son sinónimos. Pero lo descubre sin palabras y él no sabe qué hacer en un mundo sin palabras.
Entra en el silencio, se queda sin hablar consigo mismo y ¿qué descubre aquí?: un gran vacío sin fondo, un abismo, la infinita nada.


“El mundo es así y así porque nos repetimos una y otra vez que es así y así”, le dice Don Juan Matus a Carlos Castaneda. (Está explicándole los estragos que causa el famoso diálogo interno).


¿Cuál es la característica principal del ser humano? El saber, su capacidad para organizar el conocimiento.
Cualquiera de nosotros, al nacer, es un mamífero más en este planeta. Por consiguiente, no sabe nada de nada. Pero, a diferencia de los otros mamíferos, el humano puede organizar su conocimiento. Y en esta materia, ha hecho avances tan grandes que ha llegado a dominar montones de conocimientos y esto nos ha dado un poder tal que somos capaces de destruir el mundo con sólo apretar unos cuantos botones.


¿Cómo organiza cada uno, en persona, su conocimiento? Lo recibe de los padres. El ser humano ha descubierto, hace rato ya, que el conocimiento se puede transmitir.
La vida se transmite naturalmente. El conocimiento se transmite artificialmente.



Este artificio (el conocimiento) es lo que configura el mundo. Si un bebé no es adiestrado en el conocimiento de sus padres, para él no existirá el mundo jamás, no existirá la sociedad, nunca sabrá dónde está parado ni cuántas cuadras hay hasta la casa de su tía. Sería una mente en blanco y nada más.




Hay una película que muestra este caso: “El Enigma de Kaspar Hauser”, de Werner Herzog. Este hombre, Kaspar, es encontrado en edad adulta y en seguida descubren que carece por completo de conexión con la vida social. No tiene una personalidad formada. No conoce el idioma ni sabe su propio nombre. Es una mente en blanco. Le tienen que formar una personalidad a la edad adulta.



Por lo tanto, la energía viviente que se manifiesta como “ser humano” está organizada en un doble mundo: por un lado lo artificial, el conocimiento y la organización del conocimiento; por el otro lado, lo natural, la vida y el cuidado de la vida como receptáculo de conciencia.
Al mundo del artificio lo llamamos el tonal, la personalidad. Al mundo de lo natural en el hombre lo llamamos el nagual, la esencia.


El buscador se pregunta un buen día: ¿para qué vine a este mundo? Ahí comienza su calvario.
Gurdjieff ha dicho: “Bendito aquel que tiene un alma; bendito el que no tiene ninguna; llanto y pena para el que la tiene en embrión”.


Si nos preguntamos con toda simpleza por qué tanta pena, a qué se debe tanto sufrimiento, habrá que indagar en esto. El buscador, lo mismo que cualquiera, está entrenado para vivir en el mundo artificial, pero ha sido desarraigado por completo del mundo natural. Cuando acude al maestro, éste le dice: “Quédate en silencio”. Pero el silencio es soledad. Es soledad pura. Y eso lo aterra.



He oído todo lo que me ha contado acerca de sus problemas. Me pregunta qué hacer con ellos. En mi opinión, su real problema es que usted es un ejemplar de la raza humana. Enfrente ése primero.

Idries Shah




¿Qué es lo que hace una persona civilizada cuando está sin compañía? Se pone a pensar. Se pone a conversar consigo misma. ¿Y qué es lo que hace cuando está en compañía? Expone ante los otros eso mismo que suele experimentar cuando está solo: su diálogo interno se convierte en diálogo con los demás.



Acostumbrando a encerrarse en la burbuja del pensamiento activo, el buscador no sabe cómo se hace para salir de allí. Porque aterrizar en el silencio, pongámoslo en claro, no es algo personal.
A esa costumbre de hablar consigo mismo el buscador la llama “persona” y el silencio, en cambio, es impersonal. Se trata de una división arbitraria, construida por el propio hombre, que ha elegido quedarse a vivir en lo artificial y luego no sabe cómo hacer para salir a la intemperie.



¿Por qué el silencio es tan aterrador? Porque pone en evidencia que eso llamado “mundo” es nada más que una construcción verbal y conceptual, manipulada de generación en generación, para lograr que cada niño que viene al mundo se incorpore a la organización de lo conocido. Por supuesto, es muy exitosa y eficaz. Pero el problema no es social, sino personal. Cada uno se ve encerrado en la burbuja de lo conocido y luego, con el correr de los años, descubre que ha desperdiciado la existencia en sostener un mundo imaginario.



“Yo no moro donde habita la gente de hoy en día ni tampoco actúo como ellos”. Si realmente quieres comprender lo que esto significa, debes estar dispuesto a arrojarte a una pira ardiente.

Huang Long





Al desaparecer la estructura verbal que sostiene el mundo imaginario, al quedar en silencio, la persona descubre también que su persona es otro invento, otra colosal fantasía verbal que sostiene a un personaje imaginario. Si el diálogo interno se calla, no queda más historia personal, el pasado se desvanece por completo, el futuro deja de succionar a esa persona como si fuese aspiradora; y el presente, donde supuestamente se halla, es prácticamente un montón infinito de nada. Todo está vacío. Y yo, este famoso yo que tan importante me ha parecido hasta el momento, prácticamente no existe. Ja.



Una vez que un hombre aprende a ver, se halla solo en el mundo, sin nada más que desatino.


Don Juan Matus





Negar al ego es negar a papá y mamá. Quedarse en silencio, eso es negar a papá y mamá.



Papá y mamá entran en tu vida a través del lenguaje. Con el lenguaje te dan una descripción del mundo. En realidad, lo que la gente civilizada llama “mundo” es nada más que eso: una descripción del mundo.



Pero al darte una descripción del mundo, también te definen como “alguien”. Una persona separada del mundo. Entonces, en lugar de ver, esta persona piensa.



El tonto rechaza aquello que mira, no aquello que piensa. El sabio rechaza aquello que piensa, no aquello que mira.


Huang Po




Antes del lenguaje, eras silencio. Antes de nacer, eras silencio. Y ahora mismo, eres silencio. Pero papá y mamá te han hecho creer que eres alguien. Un personaje que nació y que morirá. Te pregunto: ¿en qué momento nace el silencio, en qué momento muere?




El buscador se desespera cuando se topa con la muerte. Si tengo que morir, piensa, entonces todos mis afanes no han servido para nada.
Tiene un instrumento para manejarse en el mundo, la mente. Pero todavía no ha podido admitir que la mente es tan sólo un instrumento utilitario. ¿Útil para quién? Pues, precisamente, para esta persona que se cree separada del mundo. El buscador sigue pensando que el mundo y la vida deben serle de utilidad. Por eso la muerte le da terror, porque si debe morir, “entonces mi vida – se dice – no ha servido para nada”.




El buscador sigue pensando que él debe salvarse. Entonces, el maestro le dice: “Quédate en silencio”. Por supuesto, el muy tonto piensa que el maestro le está diciendo: “Si quieres salvarte, tienes que meditar, quedarte en silencio, hacer tales y cuales ejercicios. Así te salvarás”.
Pero no: el maestro está directamente aniquilándolo. “Hasta que no desaparezca el buscador, todo lo que pretendas ver estará distorsionado por la neblina de tus deseos. Quédate en silencio y luego verás lo que puedes hacer”





No llegarás a ningún lugar verdadero hasta que olvides las palabras, así como se olvidan las letras cuando uno lee una palabra.

Khalid Ben Tarzi






Aquí aparece el maestro interno. Cuando quedas en silencio, el mundo desaparece. Ya no tienes una licuadora de palabras en la cabeza que todo el tiempo te dice lo que debes y no debes hacer. Ya no tienes una meta ni un camino, porque toda meta está diseñada por una mente utilitaria que pretende conseguir algo de esta vida, una mente que sueña con algo disparatado: que el mundo está hecho para servir a esta persona en particular.




“Pero esto es terrible, es soledad pura”, me dices. No tiene nada de terrible ni de maravilloso. Es lo que eres. Simplemente, te han enseñado que vivir es perder el tiempo con tus semejantes y usar las relaciones con los otros para no darte cuenta de que estás viviendo ahora y aquí.
El silencio te permite darte cuenta. Y al darte cuenta estás vivo, eres vida. No tienes una vida en particular, sino que eres la vida entera. El buscador es alguien separado de la vida. Piensa que existe “mi” vida por un lado y el resto de la vida por el otro.
El silencio elimina todas esas fantasías. Todo es vida. Todo es conciencia.




Recuerdo que una vez, cuando una de mis hijas tenía catorce años, aproximadamente, estuvimos hablando acerca de los beneficios de estar en silencio y no dejarse llevar por las modas, que sólo proporcionan barullo en la cabeza. Ella se quedó callada por un rato y luego me dijo con énfasis: “Pero yo no me quiero quedar sola”.
Quedé impresionada por la velocidad con que vio todo el asunto. Yo no le había comentado, para nada, ninguna cosa sobre la soledad. Pero ella enseguida captó que estar en silencio es lo mismo que estar sola.
Fue un error de mi parte. Los chicos tienen que aprender por su cuenta y tienen que foguearse en el mundo de las ilusiones. Cuando comprendan por sí mismos dónde está la ilusión y dónde lo verdadero, podrán ver. Y cuando puedan ver, harán lo que tengan que hacer, pero ya no será obra de ningún ego en particular.




Un hombre de conocimiento no tiene honor, ni dignidad, ni familia, ni nombre, ni tierra. Sólo tiene vida que vivir, y en tal condición, su única liga con sus semejantes es su desatino controlado.

Don Juan Matus




El hombre sin apegos, por fuerza, tiene que parecer un hombre sin escrúpulos. A los apegos no se los llama tales, porque llamarlos así nos mostraría débiles por demás. A los apegos, deliberadamente, se los confunde con los escrúpulos. Por eso a Jesús lo condenaron. Porque no tenía ningún apego. Llegó a decir: “Yo no tengo padres ni hermanos”. Cualquiera que dijese algo semejante, hoy en día, podría ser crucificado. Incluso, en nombre de Jesús.





Todos nosotros tenemos una personalidad. Esa personalidad ha sido formada por otras personas: padres, maestros de escuela, amigos y vecinos. Por eso la llamamos “ego”, es una falsa personalidad. Cuando una persona se harta de los estragos que causa el ego, se pregunta: ¿Qué estoy haciendo en el mundo, a qué he venido?
Entonces (si es capaz de abandonar sus caprichos personales) se deja hundir en el silencio. Si no tiene miedo de la soledad, aquí, en el silencio, podrá ser quien es y dejará de jugar el papel de marioneta social.




Ser quien eres requiere inteligencia natural. La inteligencia no es personal, como suele pensar la gente del rebaño. La inteligencia es naturaleza viva.




Eres afortunado con esta inteligencia, nadie necesita dártela, nadie puede quitártela. Quien deja que se exprese a su manera, es un “Hombre Natural”.

Uppaluri Gopala (U.G.)







El único escollo que encuentra el buscador es la soledad. Claro, el buscador es un producto social. Si queda en silencio, desaparece toda liga con sus semejantes, porque ese pegote no es sino verbal. Lo que parece unirnos a nuestros semejantes no es otra cosa que un pegoteo parlanchín, un lenguaje que llevamos a cuestas, un chip que funciona como radio en la cabeza y que nos dice “Yo, yo, yo”, a cada paso.




Finalmente estás aprendiendo algo. Tienes razón. No hay nada más solitario que la eternidad. Y nada es más cómodo para nosotros que la condición humana. Esto es ciertamente otra contradicción: ¿cómo puede el hombre conservar los vínculos de su humanidad y al mismo tiempo aventurarse, con gusto y con propósito, en la absoluta soledad de la eternidad? Cuando logres resolver este acertijo, estarás listo para el viaje definitivo.

Don Juan Matus





Con el silencio desaparece el buscador. “La búsqueda empieza con el individuo y termina con la aniquilación del individuo”, asegura Ramesh Balsekar. Por eso, ese silencio no se puede buscar. Es lo que eres.




Todo lo artificial desaparecerá. Está desapareciendo ahora mismo, te des o no te des cuenta. Pero lo otro, lo esencial, lo que realmente eres, no tiene comienzo ni fin. Trata de hallarle un extremo al silencio y verás.



Ese silencio adviene espontáneamente cuando ves todo tu paso por este mundo con un solo vistazo, no como una sucesión, sino como una simultánea totalidad que está presente aquí, en este latido de tu corazón. En esa totalidad no estás solo.



La indagación del Kailvalya Upanishad en la libertad suprema es el esfuerzo por conocer el secreto de la soledad total sin sentirse uno solitario… Este es el secreto: cómo sentirse uno con todo el universo. Y si es posible sentirse unido a todo el universo, entonces uno es solitario sin la sensación de aislamiento. Este fenómeno es denominado kailvalya: soledad sin sentirse solitario.

Osho





No tienes una vida. La vida te tiene a ti.

-----------------------------------------------------------------------

Extraído del libro "El Buscador es el Ego", de Furia del Lago - Editorial Ananda

---------------------------------------------------------------------------

Foto: "Lorena y Lucas en el Girasolar" (F. Managó)