sábado, 23 de enero de 2010

Saber y ser



"Ser el presente" se convierte en un despertar: estar vivo, plenamente vivo. Sin embargo, para cualquiera de nosotros, puede también convertirse en un anhelo imposible de satisfacer. Por más que quieras "ser el presente", no puedes. Estás entrenado, precisamente, para no serlo, para evadir el presente, para negarlo, para escapar de él a través de las formas y excusas más absurdas.
A la mañana temprano, por ejemplo, te despiertas y estás solo. El presente puede invadirte, tú formas parte de la totalidad, no estás en desacuerdo con ella. Esto puede durar un rato y desvanecerse, después otro rato y así, de vez en cuando, vas degustando las mieles de la presencia. Pero tarde o temprano aparece alguien, alguna otra persona, en el panorama. Y entonces te encuentras con que la presencia se desvanece rápidamente. ¿Cómo ha sido eso? Sencillamente, al aparecer el otro aparece también el ego. Y mientras el ego está, el presente no puede estar.

Rápidamente se puede apreciar que cada uno ha sido entrenado para escapar del presente. Por eso es que, cuando aparece el otro, de inmediato se ponen en juego los elementos que permiten resbalar hacia fuera del ser. Porque, en realidad, tú eres el presente. Por lo menos, eso lo sabes. Pero no puedes amalgamar lo que sabes con lo que eres. Sabes que eres el presente y sin embargo no puedes darte cuenta de que eres el presente.
A esto se le llama inconsciencia. Se va creando una gran capa de inconsciencia dentro de una persona hasta que ese cúmulo de inconsciencia termina por explotar y matarla.

En sus relaciones sociales, los seres humanos cultivan el uso demoledor de lo conocido. Prácticamente, no tienen ni un respiro. Hay gente que vive obsesionada por lo que conoce. La radio, la televisión, la escuela, el barrio, la familia, todo es una máquina de mantener lo conocido a toda costa. Cuando alguien comete algo desconocido, eso parece tan raro que lo llamamos "creatividad".

Por eso, cuando entra en relación con la sociedad, la persona se desbarranca del ser. El que ha visto que su vida está incompleta, lo ha visto porque ha tenido un atisbo de lo que es la totalidad.
La totalidad es la presencia. Porque la presencia es ausencia y esencia. La presencia es todo y es nada y es lo absoluto (que no conoce opuesto).
En esa esencia de la vida, lo absoluto, lo que no conoce opuesto, pone su mira el famoso "estudiante del Zen". Cuando decimos estudiante del Zen, estamos cometiendo un absurdo. No se puede estudiar el Zen, ya lo hemos visto. Por lo tanto, no hay nada más ridículo que un estudiante del Zen. Pero así son las cosas. Durante siglos, por acá y por allá pululan estudiantes de esa totalidad inconcebible que nos rodea y nos carcome por dentro.


Lo absoluto, lo que no conoce opuesto, es el eje central de toda la actividad del Zen.
A lo largo de los siglos, se suceden las historias entre aprendices y maestros. Aprendices raros, porque vienen a descubrir cómo es eso de que "no hay nada que aprender". Y maestros también raros, porque dicen que no son maestros y que sólo están engañando a sus presuntos discípulos.
Esos maestros ponen a prueba a los aprendices y tratan de hacerles ver si están viviendo en dualidad o no. Vivir en dualidad es vivir en el reino de los opuestos, sin tener conciencia de lo absoluto.

El Zen no permite maestros ni aprendices. Si hubiera una relación tal, esa relación sería, por sí misma, dualidad. Hablaría de opuestos. Alguien que enseña y alguien que aprende.
Pero no se puede enseñar a ser el presente, ni se puede aprender. Eres el presente, sólo que lo ignoras y no puedes darte cuenta.


Eres el presente, pero estás entrenado para creer que eres alguien especial, separado del presente, que conforma una dualidad descripta como "yo y el mundo". Las personas que no pueden darse cuenta de que son la totalidad viven como si el mundo fuera una cosa y "yo" algo separado del mundo.


Existe un mecanismo infalible para escapar de la totalidad. Se llama "yo". Ese yo es un invento, una creencia, una ficción. Puesto que yo tengo un cuerpo y tú tienes un cuerpo diferente, creemos que no somos la totalidad, que estamos fuera del presente.
Yo creo que soy yo y tú crees que eres tú. Es una ficción, ambos somos la vida, expresada por separado, pero siempre única, no dual, absoluta.
Esta sensación de absoluto es algo que un niño cualquiera experimenta por sí mismo, sencillamente porque no le han enseñado a creerse alguien separado. Pero a medida que va creciendo, se lo instruye para que fabrique un "yo" y crea que ese yo es autónomo y vive por su cuenta, con voluntad propia y poder de decisión.



Tú te quedas a solas y descubres que puedes ser el presente. Dejas de pensar, estás aquí y ahora, no imaginas que estás en otra parte.
Y listo.
Con esta simple manera de ser, tan sencilla que no eres de ninguna forma en especial, ya estás viviendo en ese presente que te deja ser el presente.
Pero aparece otro y ya estás metido en el baile de Lo Conocido. El otro trae consigo esa mochila de las cosas que conoce y que pone en movimiento con su lengua, con sus rutinas, con sus quehaceres.
Por eso fue que muchos, de una manera completamente ilusoria, creyeron que la solución para esta forzada circunstancia estaba en irse a vivir a un lugar apartado, como un monje, tan sólo dedicado a ser el presente, a no escapar de esa fuerza descomunal de lo absoluto.


Cuando estás solo, es cierto, juntas mucha energía. Sin energía es imposible ser el presente. Sin energía, te diluyes en la ficción de la vida cotidiana.
Pero cuando juntas energía en soledad, tienes que hacer uso de ella. Por sí sola, no sirve para nada. Esa energía, si no tiene resistencia, se debilita. Entonces, tienes que salir al mundo de la vida cotidiana y ponerla en juego.



La energía que juntas en soledad es como el aire que entra en una habitación. Si cierras puertas y ventanas para impedir que escape el aire, terminarás por arruinarlo todo. El aire se enviciará y ya no tendrá vida. Ahí adentro, terminarás asfixiado.



El mundo de la vida cotidiana es una ficción. Todo lo que hacemos es una ficción: los negocios, la familia, las posesiones, el prestigio, los deseos y los resultados.
Pero irse a vivir al monasterio para forzarte a estar presente y ser el presente, eso es otra ilusión.



El que tiene sed de lo absoluto (por describirlo de algún modo) está harto de lo Conocido. No aguanta a la gente que vive machacando su vida con hábitos, rutinas y ruido en la cabeza. Necesita silencio.
Pero se ha convertido en el buscador de ese silencio, sin lograr establecerse en este presente donde estamos sumergidos.
Existe una metáfora que se utiliza mucho para burlarse del llamado "buscador espiritual". Es la del pez que está en el océano y anda buscando el océano.



Cuando alguien se pelaba la cabeza y entraba en el monasterio, esperaba con devoción la palabra del "maestro". Pero el maestro, si era Lin Chi, por ejemplo, afirmaba que no era maestro y que quienes pretendían ser sus alumnos se comportaban como perfectos estúpidos.

Escuchemos a Lin Chi:
"¿Por qué salgo aquí a hablar? Porque vosotros, entusiastas de la Vía, vais trotando de un lado al otro, buscando la Verdad, incapaces de deteneros... Cuando veáis las cosas como yo las veo, aposentaréis vuestro trasero en las cabezas de los budas; los más grandes bodhisattvas se arrastrarán como esbirros, los santos e iluminados apestarán como la mugre de una letrina y el nirvana será como un poste para atar burros".


Aquí nos encontramos con la paradoja del lenguaje. "Lin Chi afirma que él ve las cosas de una manera y yo de otra", piensa el discípulo. Pero al mismo tiempo me dice que los iluminados son más espantosos que la mugre de una letrina.
¿Existe una separación entre Lin Chi y yo? ¿Acaso lo que él ve no es lo mismo que yo puedo ver? Sí, con sólo atenernos a lo que está diciendo, parece que así son las cosas. Yo puedo ver lo que él ve. Entonces, ¿por qué no lo veo?
Porque yo creo que él me habla de algo que está "allá" y él, en cambio, me habla de lo que está ahora y aquí.



Tan sólo necesito detenerme, tal como dice Lin Chi. ¿A dónde iré a buscar el presente?
Basta de jugar al absurdo.


El que tiene sed de lo absoluto es como el pez en el océano que sigue nadando en busca del mar.
Esto ha sido dicho una y otra vez. Pero yo sigo buscando. ¿Por qué no se detiene este mecanismo de buscar algo que no está aquí?

Si lo que busco está aquí y ahora, ¿para qué seguir buscándolo?




Aquí lo que se impone por sí mismo es poner bajo la lupa al famoso "buscador". El buscador es alguien que jamás está en el presente y por lo tanto no puede ser el presente. Si fuera el presente, no buscaría nada. Abramos los ojos y veamos: lo absoluto (la eternidad, el nirvana, o como quieras llamarlo) nos rodea y nos late por dentro. ¿A dónde iríamos a buscarlo?


Pero hay alguien que busca siempre lo que no está. Alguien que ha sido entrenado para conseguir lo que no tiene. A ese alguien lo llamamos "el ego".


Piensas: "Tengo que dejar de pensar".
Eso es el ego.


El que renuncia a la especulación es el propio especulador, el ego. La situación, entonces, se verifica de este modo: el ego se ha encaminado solo, por su propia cuenta, hasta el altar en donde él mismo es ofrecido en sacrificio.


Cuando no eres el presente, el cielo y la tierra están separados por un abismo infinito.


Desapareces tú y aparece el presente.






¿Qué andáis buscando?


Cuando se hace la tarea con previsión, ésta es fácil. Si la haces precipitadamente y sin cuidado, tiene que ser difícil. El hecho de que los antiguos sabios no tuvieran preocupaciones en toda su vida, ni un solo día sin problemas, se debe verdaderamente a esto.


Yuan Tong



Si quieres averiguar todo lo posible sobre la iluminación suprema, debes permanecer firme cuando te agotas y ser lo más vigoroso que puedas cuando te hagas viejo. No sigas a los vulgares para perseguir la fama o el beneficio en detrimento de la virtud esencial.

Yun Ji Shun



Los que aprenden se preocupan por no tener virtud, pero no les preocupa si llegan a tener poder y autoridad. Cuando los tienen, se sienten satisfechos y no piensan: esto es carecer de virtud.
Ming Jao




Se le achinan los ojos a la liebre
apenas percibe un cambio de viento,
pero cualquiera sabe
que contar historias
es un sinónimo de locura.
Por eso, ni el más hondo tajo
puede dividir el río.
Todo esto forma parte
del cúmulo de notas
que va coleccionando
el profesor de certidumbre,
convertido en portero de un edificio
prácticamente en ruinas.
Los que quieren ser mejores
pierden ese sabor
de la perfección original
que tanto impulso les viene dando.

Vita Preziosa






Calvos, ¿qué andáis buscando? Por todos lados vais diciendo que el Tao ha de practicarse y ponerse a prueba... ¡No seáis zoquetes! Si hay alguien que pueda practicar algo, lo que ése practica no es sino la acumulación de karma para varias reencarnaciones. Habláis de disciplinar a la perfección los seis sentidos, pero eso no es más que crear karma. ¡Los budas y los patriarcas no son tan superficiales! Buscar el dharma es crear karma. Estudiar los sutras y comentarios es crear karma. Buscar al buda... ¡todo eso no es más que crear karma y más karma, que os llevará derecho de cabeza a los infiernos!


Lin Chi


No es difícil ni fácil descubrir al Buda que habita dentro de ti mismo. Simplemente, deja de buscarlo.


Seng Tsan




La ilusión se palpa
con dedos deseosos.
Las ideas se clavan
una en cada color.
El robot, ese fantasma
que funciona
con tracción a sangre,
emite un zumbido
que desafina.
La catástrofe es el carozo
de la calma.
El único movimiento
está siempre
en el mismo lugar.

Franca La Volpe




Como ejemplo del Zen
puede servir:
la cabeza pelada
del obtuso
que pretende aprender
lo que ya sabe.
También esta palabra
que señala
su mera inconsistencia.
La que quieras.
Si se puede entender,
estás perdido.


Vita Preziosa


Capítulo extraído de "Claves del Zen" de Flora Espinosa - Editorial Ananda

5 comentarios:

  1. Me gusta esto, es una nueva mirada sobre el Zen. Nos deja sin excusas para ser quienes somos.

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  2. "Eres el presente"
    Qué hermosa manera de expresarlo.

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  3. Gracias por la visita, Soledad. Te he seguido en tu blog (www.delnosaber.blogspot.com) y creo que tenemos algo en común. Hablar por propia experiencia. Trato de hacerlo y de poner el rigor más grande cuando lo intento. Por eso me gusta tu manera de exponer a la luz la búsqueda. Quiero decir, me gusta tu soledad, Soledad.
    Un abrazo

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  4. hola paula: me has dado una idea germinativa: La Mirada del Zen. Estaba buscando título para un libro que estoy escribiendo ahora y ya lo encontré, gracias a tu visita. Y me haces pensar que, en efecto, la mirada del Zen me deja sin excusas. Un abrazo sin espinas...

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  5. Hola, Flora. Gracias por tus palabras y tus textos. Efectivamente, esa era la intención del blog.
    Un abrazo.

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