lunes, 25 de enero de 2010

La Gran Unidad



1.-

El camino de regreso a La Gran Unidad empieza por un solo paso. El aprendizaje tiene su cimiento en la actitud de escuchar.
Las personas que están dormidas escuchan con sus oídos. Las que comienzan a despertar escuchan con el cuerpo. Las que han restablecido su relación con La Gran Unidad escuchan con el espíritu.
Toda persona que ha nacido es alguien que puede perder su vínculo con el Tao y es probable que lo pierda si se sumerge, como la mayoría, en las actividades cotidianas de conseguir y perder, de vencer o ser derrotado, de matar o morir. Casi todos los seres humanos son arrastrados por las urgencias de la vida en común y olvidan de dónde vienen y a dónde van. La mayor parte de ellos recuperan el vínculo con el Tao tan sólo el día de su muerte.
Pero si eres capaz de limpiar tu conexión con La Gran Unidad a lo largo de tu vida, entonces conocerás la libertad mientras todavía estés en este mundo. Las urgencias de la vida cotidiana, en tal caso, serán un estímulo para ti, una carga de vitalidad, no una manera de perder la vida.
Para restablecer la relación con el Tao, cada cual tiene el camino de su vida. La vida y la muerte son los dos patrimonios adquiridos al nacer. La vida y la muerte son tus riquezas. Pero ser rico no lo es todo. Saber qué es lo que puedes hacer con tus riquezas es el mayor tesoro que puedes adquirir en este mundo.

2.-


Un niño es humilde porque es niño, no porque aprendió a ser humilde.
Un adulto que se comporta como la mayoría de los adultos es alguien que ha olvidado que es humilde, porque aprendió a comportarse con arrogancia.
Cuando una persona es adulta y sabe que no sabe, todavía conserva una dosis considerable de su humildad esencial. Pero los que se comportan como si supieran, ésos viven en la confusión y no encuentran su lugar en el mundo.
El ser humano, esencialmente, está hecho de humildad. La arrogancia es algo que se aprende, la humildad es lo que lleva el ser humano en el lugar más profundo de su corazón.


3.-

Si no conoces tu propia humildad, estás en condiciones de caer fácilmente en la arrogancia. Pero ser humilde no implica que te dejes avasallar por nadie.
Los fuertes son los que ayudan a los débiles. En cambio, los que destruyen a los débiles, los que aprovechan su posición privilegiada para aplastar a quienes provisoriamente se hallan en una posición inferior, ésos no son fuertes.
Muchos confunden fuerza con arrogancia. Pero los arrogantes no pueden sostener su posición de fuerza, porque desconocen sus vínculos con los demás y los destruyen. Es lo mismo que pudrir las raíces de un árbol: ¿cuánto tiempo puede sostenerse un árbol sin sus raíces?


4.-


No caigas en el capricho ni persigas tus antojos cuando estás atravesando por un período de éxito, porque debilitas tu voluntad y no te preparas para la época de fracaso que, tarde o temprano, habrá de llegar.
Si no incurres en la arrogancia cuando te sientes fuerte, tendrás mejor disposición de ánimo cuando la adversidad toque a tu puerta. Los que son pródigos en medio de sus riquezas y generosos con los demás, ésos pueden mantenerse ricos, porque saben que no existe mayor tesoro que las relaciones armoniosas con sus semejantes. Los que aprovechan sus riquezas para hacer daño a los demás, ignoran que están sembrando un destino adverso.



5.-


Estar alerta significa que no das nada por supuesto. Estar atrapado por lo conocido es como distraerse en medio de una batalla.
Cuando alguien busca una posición de dominio pretende que el mundo se adapte a su persona. Tarde o temprano, tendrá que adaptarse.
El que, por el contrario, conserva una actitud de flexibilidad en medio de las circunstancias, consigue que también las circunstancias le muestren su costado flexible.
Por eso, los que ejercen el poder de la sabiduría suelen decir que sólo el que siembra consideración hacia los demás cosecha consideración de los demás.


6.-


El buen humor y la serenidad son las dos ruedas del carro por donde viaja la sabiduría. Sin estas cualidades del comportamiento, la vitalidad queda resentida y la energía se disipa en la queja y el lamento, mientras la existencia se pierde pensando que las cosas debieron ser mejores.
Los que tienen buen humor y serenidad encuentran solución a cualquier problema, pero los que se regodean en la queja y el lamento siempre le añaden al problema un mayor problema.
Cuando se transita por el camino de la sabiduría, las distracciones y los entretenimientos que afloran a los costados de la senda no influyen para nada. Quienes logran poner en su justo sitio las cosas innecesarias, tienen la energía suficiente como para ocuparse de las cosas necesarias.
Pero los que se adentran por los matorrales, terminan perdidos en algún pantano de su propia hechura, sumergidos en las aguas de lo innecesario, y luego se lamentan por chapotear entre problemas.

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Extraído de "El Tao Nuestro de Cada Día" de Furia del Lago - Editorial Ananda












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