sábado, 23 de enero de 2010

Naturaleza dañada





Un pequeño extravío altera la orientación, un gran extravío altera la propia naturaleza. ¿Cómo se sabe que es así? Desde que Yu preconizó la benevolencia y la justicia, y con ello sembró la confusión en el mundo, nadie hubo en éste que no corriera locamente tras ellas; ¿no es esto, por ventura, alterar la naturaleza del hombre? Probemos a declararlo. Desde el tiempo de las Tres Dinastías no se ha visto hombre que no haya alterado su naturaleza por causa de las cosas exteriores: el vulgo se sacrifica por el dinero, la pequeña nobleza por la fama, los altos dignatarios por el honor de su familia, los sabios por el mundo. Son varias clases de hombre, cuyas tareas son diversas, y diferentes sus títulos y nombres, pero al tiempo de sacrificarse y de dañar su propia naturaleza, son todos iguales.

(Estas palabras de Chuang Tzu fueron publicadas en la revista "Principio de Incertidumbre")



Lo sabemos. Sabemos que vivimos de ilusiones y, sin embargo, corremos en pos de un bienestar imaginario que nos permitirá salir del pantano maloliente de los deseos insatisfechos. El problema es que, para ir en busca de todo ese bienestar que nos merecemos, perdemos la vida.
Jamás aceptamos lo que nos está sucediendo ahora mismo. Esto que constituye el presente, también es tu presente. Pero no lo aceptas. Quieres otra cosa, quieres algo mejor. Siempre estás en busca de algo mejor.
Hace ya más de dos mil años, Chuang Tzu lo decía. También entonces la humanidad estaba entrando en el estado de locura desenfrenada que nos caracteriza. Y es una locura porque, como él bien lo dice, sacrificamos lo natural en pos de lo artificial.
"Desde que Yu preconizó la benevolencia y la justicia" ocurren estas cosas, asegura Chuang Tzu. A simple vista, pareciera una contradicción. ¿Acaso no deberíamos correr detrás de la benevolencia y la justicia? El gran problema con esto es que se trata de una benevolencia tuya, hecha a tu medida, imaginada por ti. El mundo sería benevolente si fuera bueno contigo. Y si no es así, entonces se trata de un mundo malo. Y aquí tenemos la división entre lo bueno y lo malo. Que son nada más que expresiones de tus apetencias personales. Lo mismo pasa con lo justo y con lo injusto. Nosotros, si nos consideramos como personas, no somos nada más que una mota de polvo perdida en el universo. Somos una parte, no el todo. Pero al mismo tiempo, está claro que si somos una parte del todo, también somos el todo. Sin embargo, cuando llega el momento de aceptar lo que nos está sucediendo (es decir, de aceptar el todo), lo rechazamos y exigimos que suceda lo que nos conviene a nosotros personalmente, y no al todo. "Lo que me está pasando es injusto". ¿Hay alguien que no piense de esta manera?
Chuang Tzu comenta que, desde que Yu mencionó esa división interesada y egocéntrica, sembró confusión en el mundo. No hubo nadie que no corriese detrás del bien y de la justicia. Dejó de aceptarse el mundo natural y se lo reemplazó por un mundo artificial, el de la imaginación. Es que la imaginación, mezclada con los deseos personales, configura una mezcla explosiva. Esto altera la naturaleza del ser humano, lo sumerge en un remolino de locura contagiosa, porque lo vuelve esclavo de su mente.
El ser humano natural no elige: lo que es, es. Las cosas son como son, el mundo es como es y las circunstancias se presentan como son. Lo principal de tal actitud es que el ser humano de ninguna manera se considera excluido del mundo. No piensa que el mundo y él son dos entes distintos. Son una misma cosa, son el todo. Lo siente, lo piensa y lo vive de esa manera. Pero cuando Yu habla de justicia, entonces está poniendo en cuestionamiento al mundo, porque si el mundo no es justo, entonces hace falta ir en busca de la justicia que le está faltando. Y si cada cual se considera como alguien separado del mundo, si piensa que es una isla que no forma parte del resto, entonces se encontrará con que el mundo no está hecho para satisfacer sus deseos. Así es como se forma la mente activa. Y la mente activa es egocéntrica.
El hombre natural es el todo, forma parte de una totalidad que lo incluye y lo vivifica. El hombre artificial, en cambio, se siente separado de esa totalidad y la enfrenta como si fuera su enemigo. Por supuesto, luchar contra la totalidad es una actitud completamente absurda, es como si una gota de lluvia se resistiese a caer. En realidad, seguirá cayendo, por más que sufra y sufra mientras lucha contra la caída. Y aquí es necesario subrayar algo que hemos dicho. El hombre natural usa la mente. No es que carezca de mente, sino que la usa cuando tiene que usarla. Pero la usa como quien usa una ropa, no se identifica con ella y ni siquiera la tiene incorporada. El hombre artificial, en cambio, es usado por la mente. Se la pasa buscando y buscando cosas artificiales, que no son necesarias para su existencia natural. "Desde el tiempo de las Tres Dinastías no se ha visto hombre que no haya alterado su naturaleza por causa de las cosas exteriores", declara Chuang Tzu. Claro está, la mente activa ya establece una división entre lo exterior y lo interior. Yo soy lo interior, el mundo lo exterior. El mundo y yo estamos divididos.
En realidad, no existe tal cosa como el hombre artificial. Es pura imaginación. Lo que pasa es que el ser humano natural vive en conflicto porque se pasa la vida persiguiendo un mundo artificial, fabricado por su imaginación y tan fuera de alcance como el horizonte.
"Un pequeño extravío altera la orientación, un gran extravío altera la propia naturaleza", nos subraya Chuang Tzu. Una persona puede estar loca y perseguir lo imaginario, pero cuando lo hacen todos y todo el tiempo, entonces ya estamos metidos en un gran manicomio.
"El vulgo se sacrifica por el dinero, la pequeña nobleza por la fama, los altos dignatarios por el honor de su familia, los sabios por el mundo". Estas palabras del maestro taoísta no son algo nuevo para nosotros, aun cuando hayan sido escritas hace más de dos milenios. Lo sabemos perfectamente: estamos en busca de una ilusión. Pero no podemos cambiar. Por más que pretendamos cambiar, nosotros no podemos hacerlo. Ahora sólo nos queda volver a nuestra naturaleza original. Pero no queremos volver sin la mente activa. Es decir, la mente activa se resiste a desaparecer, quiere seguir manejando y dominando todo. ¿Por qué? Porque ella ha creado la más grande ilusión de todas: la tremenda ilusión de que podemos controlar al mundo y a la vida. Y no es así. No podemos controlar nada. No queremos admitir que somos poca cosa en medio del infinito universo. Queremos controlar nuestra vida. Para eso nos matamos tratando de tener una cuenta bancaria, seguros de vida, contra todo riesgo y hasta contra las macetas que pueden caer desde los balcones. Y ya que nos sacrificamos por todo eso, no vamos a soltar el control de nuestra vida. Es más, creemos que tenemos una vida propia. Ahí es donde surge nuestra gran ilusión. Sí, el vulgo se sacrifica por el dinero, se deja chupar la sangre por unos billetes, pierde la vida en eso. Con esto no estamos preconizando que dejes tu trabajo y te tires a holgazanear debajo de un puente. Para nada. Tienes que ganarte la vida. Eso es una necesidad. Pero si sacrificas tu vida por cosas que no son necesarias, entonces estás perdido. Ya lo sabes: un pequeño extravío altera la orientación. Y una vez que te hallas desorientado, puedes caer en manos de cualquiera que te contagie su locura y termines buscando prestigio, fama, importancia personal, cualquier basura. Un gran extravío altera la propia naturaleza.
Una vez que la mente ha tomado el control, tu vida es artificial. Por más que hagas, ya te encuentras haciéndote daño a ti mismo. Esa es la causa principal de todos los sufrimientos del ser humano. Pretende vivir en un mundo artificial, cuando sólo es necesario ser natural. Si fuéramos capaces de ser naturales y nada más, sin añadiduras, entonces descubriríamos que lo tenemos todo. El hombre artificial desea lo que no tiene, lo que piensa que le falta. El hombre natural desea lo que tiene. Y cuando desea lo que tiene, descubre que es parte del mundo y que por lo tanto es el mundo. Así que tiene todo el mundo y el mundo entero lo tiene a él. ¿Qué necesidad puede pasar? Necesita comer, vestirse, descansar. Y hacerlo todo con moderación. Entonces podrá vivir en armonía, porque el mundo y él no serán dos entes distintos, sino una gran unidad.


Extraído de "La Simpleza del Tao" de Furia del Lago - Editorial Ananda




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