domingo, 28 de marzo de 2010

Un camino virgen



(Apuntes de un diario personal)



Son las cinco de la madrugada y estoy tomando café en la soledad de la casa. El café da energía, es verdad. Pero el silencio brinda otra clase de energía.


La verdadera soledad es el silencio. En cuanto me pongo a pensar (o escribir, como ahora), ya estoy en sociedad. El ser humano es un mamífero que cuenta historias. Eso nos hace distintos de los otros mamíferos. Contar historias significa que conocemos el “significado”.
Pero, ¿qué significado tiene la soledad?
En el fondo de todos los significados está la soledad mirando con la única mirada.


Hoy es el último día. Esto es algo que me digo todas las mañanas. Y cada mañana sigo inaugurando el último día.
Pero es un hecho. No se trata de una posibilidad. Es el último día. A mí me da una fuerza emocional tremenda saber esto. ¿Por qué? Porque es un Saber que me instala en el No Saber.


Cuando digo que soy una enamorada del No Saber estoy diciendo que amo la naturaleza.
No saber es natural, saber es artificial.
Hablo de lo artificial y estoy hablando de un bote que uso para cruzar a la otra orilla del río.
Pero cuando cruzo a la otra orilla descubro que no he ido a ninguna parte. Siempre estoy aquí. Y lo que aquí encuentro es una certidumbre: yo soy. Eso es lo natural.
En cambio, cuando digo: “Yo soy Fulana de Tal”, ya estoy metida en el pantano imaginario de lo artificial.


Este día que estoy inaugurando es misterio puro. Nada se sabe. Este es el faro desde donde me gusta mirar: el Faro de No Saber.
Lo que sé, realmente, vale poca cosa.


¿Necesita la persona tener planes propios? La vida, de la que usted es una expresión, la guiará. Cuando se ha comprendido que la persona es una mera sombra de la realidad, pero no la realidad misma, uno deja de preocuparse. Uno acepta ser guiado desde el interior y la vida se convierte en una jornada completa hacia lo desconocido.
Nisargadatta Maharaj



“La vida me lleva por donde quiere”. Eso me decía Domínguez, el vendedor de diarios y revistas de la Estación Congreso de subterráneos. Yo tenía tan sólo un poco más de 20 años y nos habíamos conocido apenas unos meses atrás, cuando le compré los poemas de Kabir de una edición mexicana.
De vez en cuando, yo tomaba el metro en esa estación. Así, nos fuimos haciendo amigos. Domínguez tendría unos 45 años, más o menos. Tomaba clases con una maestra de yoga en las cercanías. Le pregunté si tenía éxito vendiendo libros de esoterismo, religión o cosas por el estilo. “Para nada –me dijo -. Apenas vendo alguno cada muerte de obispo. Pero cuando uno se mete en el camino espiritual, ya está envenenado. Y no puede hacer otra cosa. Así que me reservo un lugar del kiosco para estos libros. Es por puro placer”.
Me dio risa por dentro su expresión, la de quedar “envenenado” por el espíritu. Pero, con el tiempo, comprendí a fondo lo que me quería decir.


Vita Preziosa y Dionisio Mayor pasan a buscarme. Vamos al campo, a más de 150 kilómetros de Porcópolis (que es el apodo que Vita le ha puesto a la gran ciudad).
Maneja Vita, yo voy de acompañante (con mi cuaderno en la falda) y en el asiento de atrás, Dionisio ronca. El pobre hombre es profesor de Antifilosofía en la Facultad y se ha pasado la noche corrigiendo pruebas.
Apenas recorremos unos kilómetros y el cielo se pone oscuro. Las nubes más bajas danzan con el viento y pasan mutando formas a cierta velocidad. ¡Adiós, adiós!, les digo calladamente. Yo también soy una nube y quién sabe a dónde vamos.


Ha fallado el pronóstico del clima.
Las nubes hablan hoy ese lenguaje
de voluntad suprema que el paisaje
del presente revela. Por la cima


de aquel cerro la lluvia ya resbala.
No tardará en llegar. Desconocido
se siente el corazón en el latido
de este momento. La ocasión señala


por dónde la ocasión abre la puerta.
Los rumores del día van contando
la historia del presente, descubierta


por esta vuelta de la vida. Cuando
la senda sin hacer se torna incierta,
todo es, aquí, lo que se va quedando.




Cuando llegamos, el sol asoma entre las nubes y el día cambia por completo. La casa del campo es un lugar ideal para el descanso, porque este pequeño pueblo no conoce el duro trajín de la civilización, salvo por la televisión satelital. Vita y yo salimos en bicicleta. Vamos hasta la orilla del río más ancho del mundo para detenernos allí a mirar el horizonte, la otra orilla, la invisible. Cuando volvemos a la casa, Dionisio nos recibe con una comida caliente. Después de comer, le muestro a Vita el soneto que escribí mientras ella conducía el auto. Pero la muy metiche se pone a revisar el resto del cuaderno y encuentra lo que escribí sobre Domínguez. Quiere saber algo más de él.



Domínguez fue quien me ofreció el libro “La Vida en la Vida”, de Shri Anirvan, escrito en colaboración con la francesa Lizelle Reymond. Recuerdo bien que me atrapó la historia de esa mujer que se fue a vivir al ashram de Anirvan, dejando atrás todas las convenciones sociales.
Lo primero que leí del libro fue apenas me lo dio. En ese momento llegó el tren subterráneo y lo tomé. Abrí el libro en cualquier parte y me encontré con esta frase de Anirvan:

La cizaña que se enseñorea de un campo causa grandes estragos. Igualmente en el hombre, la visión objetiva, aunque fragmentaria, lo trabaja y ya no puede ser extirpada. Una vez que se ha aprendido a ver, no se puede vivir más a ciegas.

Después de todo, este misterioso Domínguez tenía razón. El espíritu te “envenena” y una vez que has probado su sabor, ya lo llevas encima, a todas partes.





Dionisio se ha puesto a dormir la siesta bajo la higuera. “Tiene el sueño cambiado”, comento yo.
Vita quiere saber qué pasó con Domínguez, de quien jamás supe su nombre de pila.
Pues bien, este hombre no estaba siempre en aquel puesto de venta, algunas veces lo atendía su cuñado. Pero cuando atendía Domínguez, yo dejaba pasar un tren para conversar aunque fuese apenas unas pocas palabras con él. Durante años, le compré algunos libros que nutrieron mi paso por este mundo.
Hubo un tiempo en que dejé de verlo, pero eso no me llamó la atención. Lo que sí logró llamarme la atención fue que, un día, cuando llegué al andén, descubrí que había desaparecido la sección de los libros “espirituales” que tanto cuidaba Domínguez. Entonces, le pregunté a su cuñado (con quien jamás había conversado ni media palabra) qué había pasado con mi amigo.
- Ya no está más aquí – me respondió -. Se fue a la India y me dejó todo el negocio a mí.
Yo debo haber puesto cara de perpleja y no sé qué le respondí, porque apareció el tren y me subí a su marcha.



En los terrenos del fondo, acá, en la casa de campo, hay un lugar solitario donde me pongo a escribir, o escuchar el silencio, con el matiz de algunos pájaros que siempre tienen lo suyo para decir.
El recuerdo de Domínguez me hace pensar en tantas otras personas que han seguido un camino espiritual, que se han empeñado en salirse del rebaño. Les he perdido el rastro a muchos. Inclusive, en el recuento hay varios que han muerto ya. Si Domínguez está vivo, ya debería tener ahora unos 75 años o quizá más.




Nadie fue ayer,
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol…
y un camino virgen
Dios.


León Felipe





Visitante: ¿Qué camino he de seguir?
Ramana Maharshi: Siga por el camino que vino.




La viejísima Iglesia de Santa Rita está en medio de una finca bastante grande. Dentro de la misma finca, alrededor del templo, hay casas de huéspedes y también un restaurante, con una casa de té anexa. Tomamos los tres un té de menta y conversamos con la mesera sobre la vida que se vive allí, en el mundo de la costumbre: el gobierno y sus desastres, la gente y sus penas, el rebaño y sus creencias. En fin, lo conocido.
Vita descubre una biblioteca pequeña y pregunta de qué se trata. Es para la época de invierno, nos explica la mesera. La gente viene a tomar algo y a veces se quedan horas leyendo cerca de la salamandra. Dionisio se levanta de su asiento, busca y rebusca entre los libros y finalmente viene a la mesa con uno.
- Escuchen esto, es de Antonio Porchia: “Pártase de cualquier punto. Todos son iguales. Todos llevan a un punto de partida”.
Vita le saca el libro de las manos y se pone a leer ella. En la misma página encuentra esto:
“Hombre, no creas que tu viaje al cielo sea tan largo; pues todo el camino que allí conduce no tiene un solo paso”.
Es de Angelus Silesius.
Dionisio se burla de mí, porque copio los aforismos.
- Vas a terminar como Castaneda, vestida y con diarrea – me dice.
Se burla de mí porque ando escribiendo mi diario por todas partes. No le hago caso y copio algunas otras frases.



Cuando salimos de allí, Dionisio toma el volante y dice que nos llevará a un lugar especial, a ver cómo se nos escapa el sol. Conduce con rapidez por una ruta de ripio y se detiene al fin en cualquier parte. Bajamos del auto y el misterio del mundo desciende sobre nosotros. La pampa, inmensa, llena de olor y de vida, invadida por un concierto de pájaros, se siente acariciada por última vez en el día por los brazos larguísimos del sol.
Una enorme tristeza me invade. Miro de reojo y veo que también ellos, Vita y Dionisio, sienten lo mismo.
El rostro de Domínguez me viene a la memoria de repente, con su cara redonda y su sonrisa enorme. Cierro los ojos y el color naranja del sol sigue penetrándome por dentro. Domínguez, como cualquier varón, necesitaba una mujer que le enseñara el camino del misterio. Para él, esa mujer se llamaba India. Esté donde esté, señor Domínguez, mi sonrisa cómplice lo acompaña.

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Extraído del libro "El Buscador es el Ego", de Furia del Lago - Editorial Ananda

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Foto: Camino de llegada a la casa de campo mencionada en estas notas.

18 comentarios:

  1. Venturosamente envenenados, mi querida Furia. Compartiendo con Domínguez, dondequiera que esté, la inmensa gracia de este veneno.
    Gracias, hermana querida.

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  2. Sigamos querida Furia por este camino virgen que estamos compartiendo aquí y ahora.
    Un enorme abrazo.

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  3. “La vida me lleva por donde quiere” lo queramos o no, lo sepamos o no, como un río con sus curvas, meandros, rápidos, cascadas ... ¿cuántas veces esas gotas han hecho ese mismo recorrido? pero siempre parece la primera vez. Y esto que dice Maharaj: "Uno acepta ser guiado desde el interior y la vida se convierte en una jornada completa hacia lo desconocido." qué maravilla!
    Gracias Furia. Un abrazo!

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  4. Gracias, Furia, por compartir este diario personal. Es un placer seguirlo y degustar esas acertadas citas que aportas.
    Un abrazo!

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  5. Querida Furia

    Gracias por compartir este maravilloso diario personal, tan lleno de profundidad, sabiduría y que nos lleva a escudriñarnos...

    ...Ser guiados desde el interior y fluir...fluir...fluir, no necesitamos tener planes propios... esa sabiduría interior nos guía desde el interior, a donde? ... por supuesto nos guiará al punto de partida..de regreso a nosotros mismos, ese espacio.. del que un día partimos, nuestra verdadera naturaleza...QUE ASI SEA!!!

    Gracias mi querida Furia, Es un gran placer leerte...
    Un abrazo
    Maribel

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  6. Querida Furia

    se agolpan los pensamientos en mi mente, los dejaré pasar,
    tal y como me gustaría expresarme es practicamente imposible, uno de mis defectos es que no bebo a sorbitos el nectar de la vida aunque estoy aprendiendo a degustar muy despacito, mi impaciencia , hace darme atracones que despues cuesta digerir, en eso ando amiga mia, por lo tanto poco que añadir,
    sólo asimilar tu comentario que va tamizándose en mi interior y apartando el grano de la paja, para quedarme con la esencia de tus palabras

    Me gusta tu diario personal, (si es tuyo, sino, tampoco importa) que ayer antes de ir a dormir leí pero por lo que te digo, preferí dejar la pág. en blanco
    he retomado hoy tu escrito pero seguiré tomando café en la soledad de la casa. El café da energía, es verdad. Pero el silencio brinda otra clase de energía.

    Gracias querida amiga por esta entrada magistral que iré apurando a pequeños sorbos

    yo tambien me pregunto: ¿Qué camino he de seguir?
    Ramana Maharshi: Siga por el camino que vino.

    y Cual es el camino? ...... me pregunto

    No lo busques , ni lo estudies, ni lo nombres. Para alcanzarlo, ábrete con la amplitud del cielo”.

    feliz tarde para tí aún, un abrazito

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  8. Querida furia me gustó entrar en tu madrugada y sentir el aroma a café gracias por invitarme .Besos

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  9. Se piensa sobre el destino y se ve la grandeza del ser y la pequeñez del ser humano.

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  10. Es verdad, querida Amelia. La nuestra es una venturosa travesía, que nos muestra el milagro de ser a cada paso.
    Gracias por tu compañía, un abrazo de hermana…

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  11. Aquí estamos, misteriosa Paula. Compartiendo algo que tenemos en común, este asombro de estar con vida. Un abrazo…

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  12. Hola, Zanara. A veces pienso que lo más hermoso de la vida es que nunca ha sido como la esperabas. Ja. Y eso que pasan cosas que estremecen, sobrevivir es difícil y el cuerpo no abandona su densidad. Pero cuando siempre parece que fuera la primera vez, como tú dices, entonces ya estás fluyendo en una jornada completa hacia lo desconocido. Gracias por tu visita luminosa. Un abrazo grande…

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  13. Ah, qué bueno, José Manuel. Aunque anoto estas cosas para ordenarme a mí misma, me encanta que alguien pueda compartirlas. Si me atengo a lo que sé, no me pertenecen. Por eso mismo, pueden ser degustadas por cualquiera que pase por este jardín y saque alguna fruta del árbol que encuentre cercano.
    Un abrazo.

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  14. Hola, Maribel querida. Fíjate que lo desconocido impregna todo y cuando te abres así, como lo haces tú, enseguida entras en frecuencia con esa voz interior que te va guiando, el silencio. Es cierto lo que dices, estamos descubriendo nuestra propia naturaleza. Qué gusto compartirlo contigo, amiga del alma. Un beso

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  15. No es un defecto, Arianna. Tampoco es una virtud. Es tu impulso, una forma de ser que traes desde pequeña. Si estás respirando, respiras con todo. No mides la respiración. Lo mismo pasa con este instante. Si es único, si no puede repetirse, pues entonces a bebértelo de un trago. Me encanta eso.
    En realidad, esto ha venido comportándose como un cuaderno de notas, o algo así. Yo soy una persona tremendamente emotiva y (puesto que está a la vista) romántica. No hablo del romanticismo sentimental y manipulado por las telenovelas, sino de ese comportarse como si la vida tuviera que ser heroica. Y creo que lo es. Creo que los seres humanos somos sublimes, porque sabemos que todo lo que hacemos no es para nosotros y lo mismo seguimos adelante, sin desmayar. Por eso escribo, para encontrar la contraparte, para buscar algo más racional en medio de este impulso que me lleva y que me va sumergiendo sin remedio en este misterio enteramente impersonal que es la vida. En suma, escribo para mí, para mi orden y mi remedio. Para descubrirme, también. Pero una vez escrito, bueno, tengo hermanas y hermanos por todas partes que pueden compartirlo. A mí también me gusta pasar por tu casa y fisgonear, a ver qué hace Arianna con la vida. Me da gusto. Es como si fuera de verdad a visitarte para tomar té.
    Cuando yo era niña me sentía muy amiga de Jesús de Nazareth o Francisco de Asís, por ejemplo. ¿Cómo se puede ser amiga de alguien a quien no has conocido personalmente? No lo sé. Pero he conocido a personas de la secundaria o la universidad, por ejemplo, con quienes no he podido tener ni un asomo de intimidad. En cambio, yo tengo amigos maravillosos como Nisargadatta Maharaj ó Ramesh Balsekar. Y nunca les he dado la mano.
    Pues bien, lo mismo me pasa contigo y con cuantos vienen de visita a compartir este blog. Por eso yo los visito también. Porque creamos una intimidad distinta, sin historia personal, sin exigencias ni expectativas… Y en medio de todo esto, tratamos de dar lo mejor. Ese era el lema de mi padre, dicho en forma de pregunta: ¿Qué mejor que dar lo mejor?
    Un abrazo inmenso, Arianna querida…

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  16. Hola, Nanako. Lo que compartimos es tan misterioso que sólo puedo decirte: un besoto para ti.

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  17. Sí, Oso. Es así. Este capítulo de mi cuaderno es una reflexión sobre el destino. Yo suelo decir: tu camino es tu destino. En otras palabras: tu camino es lo que te ocurre ahora mismo y aquí.
    A medida que pasamos por la vida, si echamos un vistazo atrás, vemos que las cosas han sido como tenían que ser. Y esa complacencia es beatitud. Un abrazo

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  18. Ah, Teresa, danzarina de la vida. Me encanta que hayas venido a visitarme, así, tan fluida, tan luminosa. Un abrazo para ti, abrazo grande.

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