domingo, 7 de marzo de 2010

El mandala viviente


(Apuntes de un diario personal)




¿Quién necesita saber quién soy?



Un hombre rico estuvo de visita en casa de Nisargadatta Maharaj, en Bombay. Dijo que estaba lleno de riquezas y que era un hombre de éxito. Además, señaló que estaba orgulloso de ello. Y por último preguntó: ¿Hago mal?
Maharaj - Antes que consideremos lo que “está bien” y lo que “está mal”, haz el favor de decirme quién hace esa pregunta.
Visitante (algo sorprendido) - ¿Cómo? Pues “yo”, claro está.
M - ¿Y quién es ése?
V – Este “yo” que está sentado delante de ti.
M - ¿Y crees que ése eres tú?
El hombre se fue sumergiendo, a medida que conversaba con Maharaj, en una gran perplejidad, hasta que finalmente confesó que no sabía quién era.


Yo soy yo, pero no sé quién soy. Al parecer, la confusión proviene de cierta premisa que damos por básica. Que yo debo ser alguien especial, definida y separada de todo.



Usted puede estar seguro de algo: “Yo soy”. Pero cuando usted dice: “Yo soy esto”, ya está entrando en arenas movedizas. (Esto es lo que solía decir Maharaj).


Yo soy. Eso es una certeza. Pero es una certeza íntima y extraña a la vez. Si no soy alguien o algo, ¿qué soy? Quedándome con sólo ser, puedo decir que soy nada. O que soy nadie.
Soy, pero soy nada.


Lo voy a formular de otra manera. Soy, pero no soy alguien ni algo. Podría decir que soy nada, pero eso no significa nada.
Ser, ¿debe tener significado?


Supongamos que soy nada. Esta nada que soy tiene conciencia de ser.
Aclaro: “conciencia de ser” es un concepto. Todo esto que estoy escribiendo aquí, en mi diario, es un rosario de conceptos.
Pero cuando digo “conciencia”, cualquiera que me lea puede comprender lo que digo y puede vivir en su persona misma lo que “es” esta conciencia de ser. ¿Por qué tú (lector) y yo podemos compartir esto que llamamos conciencia de ser? Porque tú y yo somos conciencia de ser. Parecemos distintos, somos lo mismo.


Ahora que te lo digo, la conciencia adquiere la forma del conocimiento.
Con esto, estoy averiguando algunos datos. El ser es el territorio. El conocimiento es el mapa.


El ser humano primitivo, un mamífero del orden de los primates que se hallaba muy lejos de la civilización actual, aparece en un enorme planeta salvaje y lleno de vida. Necesita comer, por ejemplo, y recuerda que en cierto lugar hay árboles frutales, allá, cerca del arroyo. Pero sabe que, si quiere llegar a ese paraje, corre peligro, porque acechan algunos grandes felinos. Todo esto que sabe es un mapa. En la época primitiva no tenía ni armas ni capacidad tecnológica como para enfrentar tantos peligros. Sus conocimientos acumulados le permitieron sobrevivir.


Tenemos, entonces, mapa (saber) y territorio (ser).
Los árboles frutales son. Están vivos allá, a la orilla del arroyo.
Mi recuerdo de esos árboles, la imagen que me formo de ellos, eso es lo que sé.


Tengo conciencia de ser y tengo conciencia de saber.
Cuando digo “yo tengo” me refiero a la persona que está escribiendo estas notas en su diario personal.
No obstante, digo “tengo” pero veo que la conciencia impregna una forma (este cuerpo) y le da vida. Está en el cuerpo, pero no es el cuerpo; lo mismo que el latido impregna el corazón, pero no es el corazón.



Esto lo puedo averiguar por mí misma. Y cualquiera lo puede averiguar por sí mismo, porque es un dato que está inscripto en el ADN de los humanos. Por eso, desde hace milenios, los antiguos exploradores de la conciencia nos vienen mostrando el mandala básico: saber y ser (como dicen los sufíes), tonal y nagual (los toltecas), prakriti y purusha (los hindúes), mapa y territorio (los poetas), figura y fondo (los gestálticos), materia y energía (los doctores en física), yin y yang (los taoístas), personalidad y esencia (Gurdjieff), fenómeno y nóumeno (wei wu wei).


En términos que me ayudan a organizar este conocimiento, puedo decir que, por un lado soy, por el otro sé.


“No sé lo que soy; no soy lo que sé”. (Angelus Silesius)


¿El dilema es real?


Si yo soy la que sabe que no sé,
¿qué puede estar faltando? Ciertamente
acabo de crear para la mente
el juego de estar siendo la que ve


y es vista. Singular y paradójico,
lo que es siempre ignora lo que es.
Por eso es que no sabes lo que ves
y por más que lo quieras hacer lógico,


cara vida, tan sólo estás de paso
sin fin y sin principio. Yo te veo
y estoy viéndome. Soy este traspaso


de lo que muere en lo que nace. Creo
lo que se crea en mí: un movimiento
disfrazado de adiós y advenimiento.

Vita Preziosa




La conciencia absoluta me ha dividido en dos. Primero, mamá y papá. Luego, conciencia personal (tonal) y conciencia impersonal (nagual).
Pero yo sé que soy conciencia absoluta. Lo personal y lo impersonal no son dos, son uno.
Eso es lo que han expresado los maestros antiguos al decir: “El observador es lo observado”.




¿Cómo lo sé? Siendo lo que soy, sé lo que sé. En el terreno del ser soy el presente. Yo puedo imaginar que soy hombre o mujer, una persona hermosa o fea, rica o pobre, feliz o infeliz. Pero todo eso es conceptual, pura imaginación. Lo único que puedo asegurar es que soy el presente. Ahora bien, tal como acontece con todo, este presente parece dual. Es presente, pero es ausente. El instante que nace, de inmediato muere.



Aquí vemos que la esencia se divide (aparentemente) en dos: presencia y ausencia.
Es así en apariencia, porque hay un solo instante. El que nace y el que muere son el mismo instante. Por lo tanto, no existe el nacimiento ni la muerte. Ni siquiera el instante.



Nosotros lo vemos como una gota (el instante), pero es el océano (la eternidad).



A cada cual que apareciese a verlos, de una o de otra manera, Nisargadatta Maharaj o Ramana Maharshi le decían: pregúntese “quién soy yo”.
Es una manera de encontrar el punto de fusión, el lugar donde ser y saber son una sola energía.



Hay un punto de fusión donde yin y yang (hembra y macho) se fusionan. Eso es el Tao, la Conciencia Absoluta. Pero “el Tao que puede nombrarse no es el verdadero Tao”, ha dicho Lao Tzú.



Ser y saber. El ausente presente. Esto que es. Esto que soy.
Aquí es donde el mandala está completo. Ahora.
Aquí y ahora es el territorio donde la pregunta se disuelve en la respuesta.
¿Quién soy yo? Soy el presente.


¿Quién necesita saber quién soy?
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Extraído de "El Buscador es el Ego", de Furia del Lago - Editorial Ananda

14 comentarios:

  1. En cierto modo, esto parece muy sencillo. Pero estamos acostumbrados a estar en el territorio del "saber" y nos olvidamos del "ser".
    Es evidente que, con saberlo, no basta. Hace falta vivir de otra manera y no dejarse devorar por la rutina.
    De lo que se ha dicho aquí, creo que tomo nota de todo, porque es para profundizarlo en mí mismo. Gracias, Furia

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  2. Desde el Uno no hay preguntas, Sólo se Es ...
    Que el ego no atrape nuestras percepciones.
    Un abrazo caluroso y luminoso, Sina

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  3. Hola Furia,
    llego por primera vez a este blog y como anónimo me uno al coro: ¡Oh my God! ¡Asombroso descubrimiento! Es un espacio para disfrutar con calma.
    Me he quedado completamente atrapado en esta entrada especialmente con el "ausente presente".
    Felicidades por el trabajo.
    Un abrazo.

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  4. ¡Qué bueno!
    Soy todo y soy nada.
    La idea del mandala viviente, es muy poderosa. El mandala es un círculo, está completo.Los extremos se unen en una danza infinita. Gracias Furia!

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  5. Quien soy yo para decir algo.Quien soy para no decir.

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  6. Es cierto, anónimo. En cuanto empezamos a escarbar dentro de nosotros mismos encontramos un océano profundo de milagros y una fuente de lo inexplicable que no se detiene.
    Sencillamente, la vida no es la rutina en que uno pretende encerrarla. Y cuando vamos un poco más allá de lo ordinario, nos encontramos con lo extraordinario. Pero siempre ha sido lo ordinario. Todo es milagro...

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  7. Hola, Oso. Aparece un tema recurrente, la rutina... El asunto con esta rutina tan tirana es que liberarse de ella no depende tanto de hacer nuevas cosas para que el mundo cambie (puesto que el mundo sigue girando en su órbita muy despreocupado de nuestros deseos) sino de ver el mundo con nuevos ojos. Un abrazo...

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  8. Cuando la percepción no está atrapada por la interpretación, no hay preguntas ni respuestas. Todo es lo que es y nosotros formamos parte de Lo Que Es.
    Este abrazo sin distancia que nos damos, Sina, es una célula más del inmenso (inmensurable) organismo del milagro.

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  9. Hola José Manuel, yo también me he paseado por tu blog y me he deleitado con el paisaje. Bienvenido.
    En lo que has querido remarcar, siempre me parece que las palabras no alcanzan. Pero no hay nada que hacer... Quiero decir que la presencia y la ausencia son la esencia. No son diferentes lo ausente y lo presente, y aquí mismo tenemos el instante (que es uno solo) para atestiguarlo. Por esencia quiero decir advaita (no dualidad).
    Pero más allá de las palabras, todo encuentro se merece el abrazo del presente, ¿no te parece?

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  10. Sí, eso mismo, Paula. Soy todo y soy nada. Aquí está el mandala viviente. Sigamos en danza.

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  11. Nanako, nombre de japonesa y maestra zen. Vienes del otro mundo a recibir el besoto que te doy. Y un abrazo

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  12. Hola Furia,
    sí, sí, completamente de acuerdo. Precisamente quería resaltar que en este caso y en este momento y, a pesar de las palabras pero jugando con ellas, también es posible un chispazo de la no-dualidad. El "ausente presente", de pronto, ha resonado con tal fuerza en mí mismo que ha abierto una posibilidad de comprensión de mí muy exquisita. Vamos que esa expresión bien podría definirme en lo más íntimo. Genial.
    Seguiré disfrutando de estas investigaciones.
    Un abrazo.

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  13. Hola, José Manuel. Ese chispazo de la no-dualidad es lo que surge, se me ocurre ahora, cuando una palabra entra en colisión con su contraria y entre ambas revelan que no existe división de ninguna clase. Gracias por el aporte, a mí también me abre una posibilidad muy grande. Un abrazo...

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