¿Qué es esa unidad (no-dual) de la que hablan los maestros advaita desde hace milenios?
Si observamos la totalidad, aun desde nuestro faro de minúsculos observadores, vemos que ahora mismo todas las cosas se están transformando en todas las cosas y este cambio es permanente.
Es decir que la totalidad es algo que está cambiando y por lo tanto lo único que permanece es ese cambio.
En esta situación, el pobre observador trata de entender lo que está observando. Y así nos encontramos con esta frase de Nagarjuna: “Si todo lo que existe es impermanente, no existe impermanencia ni permanencia”.
Pues claro, lo único que tenemos a la mano es el instante actual, que no cesa de transformarse en otro para seguir siendo el mismo. Esto no tiene ninguna lógica y no tiene por qué tenerla.
Dejemos en claro que la lógica es nada más que un invento humano diseñado para la supervivencia del cuerpo de cada persona. Nada más que para eso. Quien pretende usarla para entender la vida, el universo y la conciencia se parece al que usa tenedor para tomar sopa.
Pero volvamos a Nagarjuna. Este hombre nos deja con nada entre las manos. Nada es permanente. Nada es impermanente. Nada es.
Por lo tanto, nada es todo lo que hay.
Este concepto no se puede aprender ni enseñar en las escuelas. No es algo que pueda transmitirse por televisión. Ningún libro, ni sagrado ni profano, lo puede contener.
Cito a Tony Parsons:
“De modo que esto es la nada siendo todas las cosas. Esto es ser. Todo lo que hay es el ser”.
También es válido traer aquí un comentario de Adyashanti, quien al hablar de su experiencia del despertar dice que la conciencia se despertó en él completamente “y saltó de cualquier identificación, incluso de la Unicidad”.
Claro está, si sólo existe la unicidad, no hay manera de que lo Único diga: “Yo soy lo Único”. ¿A quién se lo diría?
Lo interesante de Adyashanti es que continúa diciendo que, al ir más allá de la Unicidad, “seguía habiendo una conciencia básica, pero tenía dos aspectos diferentes: yo soy todas las cosas y yo no soy absolutamente nada”.
A esto le llama él, Adyashanti, “el despertar, la realización del Ser”.
Quedarse aquí, en este dios perfecto
del silencio, sin centro ni frontera,
más acá de la causa y del efecto,
del contacto fugaz y la quimera.
Quedarse a recorrer el infinito
que nos recorre y encontrar la meta
sin camino, sin fábula y sin rito,
sintiendo que la vida está completa.
Quedarse hasta sin meta, sólo siendo
lo que nos hace asir y ser la nada,
sin excusa ni atuendo ni remiendo,
creando más riqueza abandonada,
tan sólo siendo lo que aquí está siendo,
viviendo más acá de todo y nada.
Vita Preziosa
Los estudiantes del Advaita se topan, entonces, con algo que parece comprensible a simple vista y que es, al mismo tiempo, totalmente incomprensible.
“El mundo no existe”, repiten luego, llevados por las palabras de los maestros. “Tú mismo eres una ilusión”, agregan como si nada.
Pero la conciencia total, ese despertar al que alude Adyashanti, se sigue mostrando esquiva. “El mundo quizá no exista, pero yo tengo que ir a trabajar todos los días para ganarme el sustento – afirma el aprendiz -. Así que, ¿cómo podría yo afirmar que ni siquiera yo existo?”
Por más que lo diga la tradición milenaria de los liberados, yo sigo siendo yo (piensa el aprendiz) y no hay manera de salir de la ilusión.
Además, qué es eso de que el mundo no existe. Por más que quiera concretarlo, yo miro alrededor y veo el mundo entero, las cosas, los árboles, las montañas, los ríos, las nubes, las estrellas… ¿Qué significa todo esto?
Hace un tiempo estaba yo con dos amigos en el bar “La Ópera”, de Corrientes y Callao, en el centro de Buenos Aires. Hablábamos sobre Nisargadatta Maharaj y la cualidad de su enseñanza sin concesiones, radical y terminante. Uno de mis amigos, Gustavo, dijo que en algunos aspectos era difícil de entender. El otro, Dionisio, tomó entonces una cucharita de café y le dijo:
- Escuchá esto.
Dicho lo cual tintineó la cucharita contra un vaso vacío: tin.
- Sí, ¿qué pasa? – preguntó Gustavo.
Dionisio volvió a golpear la cucharita contra el vaso (tin) y dijo:
- Esto no existe.
- ¿Cómo que no existe? – preguntó Gustavo, alzando un poco la voz.
Dionisio insistió, golpeó de nuevo la cucharita contra el vaso (tin) y dijo:
- Esto no existe.
Gustavo se puso de pie ahí mismo, junto a la mesa, con ánimo belicoso y repitió: “¿Cómo que no existe?”, creando una sensación de inquietud explosiva. Yo miré alrededor de reojo y le toqué la mano a Gustavo:
- Pará, che, razonemos un poco.
Gustavo advirtió lo que estaba pasando y aceptó sentarse nuevamente, mientras decía:
- Está bien, razonemos un poco.
Así que nos pusimos a conversar sobre el asunto y, de mala gana, el pobre Gustavo tuvo que admitir que, realmente, aquel “tin” de la cucharita contra el vaso vacío era algo inexistente.
La gente espiritual puede resultar la gente más violenta con la que puedas encontrarte. Principalmente, es violenta consigo misma.
Intentan controlar su mente, sus emociones y sus cuerpos con violencia. Se enfadan consigo mismos y se castigan por no alcanzar la idea (de la mente condicionada) respecto a lo que ha de ser la iluminación. Nadie se libra nunca totalmente de esa violencia. ¿Por qué tan pocos son realmente libres? Porque tratan de acomodar sus ideas, sus conceptos y creencias a sus mentes. Intentan concentrar su camino hacia el cielo… pero la Libertad tiene que ver con el estado natural, con la espontánea expresión de ser sin conciencia del “yo”.
Si deseas hallarla, date cuenta de que la idea misma de “alguien que controla” es un concepto creado por la mente. ¡Da un paso atrás hacia lo desconocido!
Adyashanti
El recurso usado por mi amigo Dionisio Mayor era muy bueno. Realmente, el “tin” es poderoso. La escena que armó en un rato fue algo así como “teatro zen”.
En cuanto al “salto” que dio Gustavo, podríamos decir que fue un salto de lo inconsciente a lo consciente, pero tan brusco que se sintió perdido. El “tin” de la cucharita no existe. Pero si admite que eso no existe, está aceptando también que nada existe. Incluido él mismo.
La ilusión de ser “alguien” es fuerte. Queremos controlar la vida, como dice Adyashanti. Y no sólo eso. Queremos que la vida sea tal como queremos. Por eso, admitir que ni siquiera “yo” existo, es prácticamente lo mismo que morir.
“Yo” es nada más que una entidad imaginaria, un “alguien” mental, una persona que quiere hacer lo que se le antoja y pretende que la vida no se oponga. En suma, alguien que cree estar separado de la vida y que lucha contra la vida, para lograr que la vida satisfaga sus deseos.
Esa es la condición del aprendiz que visita al maestro advaita. El aprendiz lo sabe todo, pero no quiere abandonar su capricho de doblegar a la vida. “Tengo que obtener lo que deseo”, tal sería su meta. Y por esa meta, sacrifica todos sus esfuerzos y vive luchando contra la vida, esperando que la vida de una vez por todas satisfaga sus deseos.
Y eso es todo. El aprendiz lo disfraza de búsqueda, de difícil estudio, de sacrificio, de miles de maneras. Pero los disfraces se caen en cuanto vemos cuál es el famoso impedimento para ver las cosas como son: sencillamente, el aprendiz no quiere verlas.
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Extraído del libro "El Amor es Todo lo que Hay", de Furia del Lago - Editorial Ananda
Sí, Furia, la creencia y sensación de ser un indiviudo separado está muy arraigada y ese arraigo luchará contra el maestro, la enseñanza, contra sí mismo, es esa violencia de la que habla Adhyasanti. El lado positivo de la cuestión es que en su momento esa violencia se agotará y el buscador, la ignorancia, se rendirá, ante el misterio-secreto abierto a todos.
ResponderBorrarPor cierto, un gran amigo Dionisio Mayor.
Un fuerte abrazo!
Tony Parsons: “De modo que esto es la nada siendo todas las cosas. Esto es ser. Todo lo que hay es el ser”.
ResponderBorrarEse Tin de la cucharita es lo que dice Tony Parsons...
No existe como concepto condicionado, como percepción condicionada, y existe como energía única...
"admitir que nisiquiera yo existo es practicamente lo mismo que morir..."
ResponderBorrarSerá por eso que La Santa Teresa decía: "muero porque no muero!!!"
Gracias Furia, muy descriptivo el post
"... No es algo que pueda transmitirse por televisión..." :) no desde luego, no habría nadie para verlo! :)
ResponderBorrarQué grandes verdades Furia! El único impedimento: no querer verlo, querer seguir aferrado a los viejos modos.
Gracias amiga!
¡Que bueno!
ResponderBorrarQue difícil nos resulta darnos cuenta de lo más evidente. Sin la existencia del yo individual,¿quien podría venir a reclamar algo como experiencia, a decir que quiere esto o aquello?...Como dice Victoria, lo más costoso es verlo y realizarlo como única verdad.
Gracias. Un abrazo.
Hola,un regalo para todos.Besos
ResponderBorrarAnónimo hindú
Se trataba de dos ermitaños que vivían en un islote cada uno de ellos. El ermitaño joven se había hecho muy célebre y gozaba de gran reputación, en tanto que el anciano era un desconocido. Un día, el anciano tomó una barca y se desplazó hasta el islote del afamado ermitaño. Le rindió honores y le pidió instrucción espiritual. El joven le entregó un mantra y le facilitó las instrucciones necesarias para la repetición del mismo. Agradecido, el anciano volvió a tomar la barca para dirigirse a su islote, mientras su compañero de búsqueda se sentía muy orgulloso por haber sido reclamado espiritualmente. El anciano se sentía muy feliz con el mantra.
Era una persona sencilla y de corazón puro. Toda su vida no había hecho otra cosa que ser un hombre de buenos sentimientos y ahora, ya en su ancianidad, quería hacer alguna práctica metódica.
Estaba el joven ermitaño leyendo las escrituras, cuando, a las pocas horas de marcharse, el anciano regresó. Estaba compungido, y dijo:
-Venerable asceta, resulta que he olvidado las palabras exactas del mantra. Siento ser un pobre ignorante. ¿Puedes indicármelo otra vez?
El joven miró al anciano con condescendencia y le repitió el mantra.
Lleno de orgullo, se dijo interiormente: “Poco podrá este pobre hombre avanzar por la senda hacia la Realidad si ni siquiera es capaz de retener un mantra”. Pero su sorpresa fue extraordinaria cuando de repente vio que el anciano partía hacia su islote caminando sobre las aguas.
José Manuel:
ResponderBorrarAmar la evidencia. Eso es amor.
Gorka:
El sol consume ilusiones, por eso no se apaga.
Santosham:
¿Quién puede admitir que yo no existo? Ja. Que la evidencia responda por sí misma.
Zanara:
Sólo puede ver lo evidente la única mirada.
Aviló:
Verlo y realizarlo, tú das en la clave. No sólo pensarlo: vivirlo.
Nanako:
Este cuento resume todo.
Gracias a todos, abrazos…