Algo en ti lo sabe:
tu corazón es obra del latido.
Cuando meditas, es decir,
cuando el pensamiento se apaga,
descubres algo asombroso:
tú eres ese latido.
Por eso, si alguien pregunta
quién quiere dar las gracias
y tú has hecho voto de silencio,
simplemente colocas tu mano
sobre el pecho
para decir sin palabras: “yo”.
tu corazón es obra del latido.
Cuando meditas, es decir,
cuando el pensamiento se apaga,
descubres algo asombroso:
tú eres ese latido.
Por eso, si alguien pregunta
quién quiere dar las gracias
y tú has hecho voto de silencio,
simplemente colocas tu mano
sobre el pecho
para decir sin palabras: “yo”.
---------------------------------------------------
Extraído del libro "Costumbre de Perder la Costumbre", de Furia del Lago - Editorial Ananda
Gracias Furia... Aquieta tu post...
ResponderBorrarTú eres ese latido, que no te confundan las olas de pensamientos que surgen del mar, de la fuente, de ese latido.
Ahora que lo leo se puede malinterpretar... mejor dicho: Tu post aquieta la mente...
ResponderBorrarUn abrazo!!.
Esencial...
ResponderBorrarcon mi mano en el pecho...Furia
Esa mano en el pecho. La sencillez del lenguaje sin palabras, que, sin embargo, lo comunica todo...hacen de este post algo precioso y calmante.
ResponderBorrarUn abrazo Furia.
El latido de la vida latiéndose.
ResponderBorrarCon cariño, latido-Furia
La mano sobre el pecho también se entiende como "te amo".
ResponderBorrarTe amo Furia, gracias por todo lo que compartes!
Te amo amiga!!! Gracias por SER!!!
ResponderBorrarSin palabras el yo es el mismo en todos.
ResponderBorrarGracias Furia, un abrazo!
Ser el latido, no escapar de la fuente, tal como hace la fuente. (Gracias Gorka).
ResponderBorrarEn cuanto a tu segundo comentario, Gorka, se me ocurre contarte una anécdota, que viene al dedillo para este post titulado “sin palabras”. Eva Perón fue de visita a España y andaba por algunos lugares haciendo declaraciones un poco perturbadoras. En determinado momento, ella tenía que participar de un acto en San Sebastián. Un ayudante del generalísimo Francisco Franco iba de acompañante de ella por todas partes. Al surgir la posibilidad de que ella dijera un discurso en San Sebastián, el ayudante le pensó por las suyas que le preguntaría a Franco, para saber si al generalísimo le gustaría o no. Y así lo hizo, en efecto. Le envió un mensaje telegráfico urgente a Franco, que estaba en Madrid, preguntándole si Evita podía hablar o no. Franco le respondió de inmediato con otro mensaje telegráfico, que fue contundente: “Evita que hable”.
ResponderBorrar(Ya lo ves, con las palabras siempre hay algo de confusión. Pero cuando el pensamiento se acalla, el corazón es clarividente).
Gracias, Santosham…
ResponderBorrarMano en el pecho, un beso, Tina.
ResponderBorrarEn el territorio sin palabras, Victoria, el cariño sin distancia.
ResponderBorrarCompartimos el amor porque es lo único que hay. Gracias Willy.
ResponderBorrarGracias por tu amistad, Viviana, gracias por ser. Un beso.
ResponderBorrarSí, José Manuel. Sin palabras, mi “yo soy” es tu mismo “yo soy”. Un abrazo.
ResponderBorrarJajajaja... Que buena anécdota!.
ResponderBorrarGracias!!.
Te amo Furia (como a mi mamá)!!! Gracias ♥ pun pun pun (el latido atravesando nuestras manos!
ResponderBorrar