lunes, 12 de abril de 2010

El derrumbe del mundo



En la película “Reign over me”, el personaje que interpreta Adam Sandler ha perdido a su mujer y sus tres hijas en uno de los fatídicos atentados del 11 de septiembre de 2001. La película lo muestra unos seis años después, desvariando y casi autista en una Nueva York que para Charlie Fineman, el personaje, no es más que una ciudad fantasmal. Charlie había sido un odontólogo exitoso, de buen pasar económico, y ahora se encuentra con que toda la vida planeada por él para su familia ya no existe más. Para Fineman, la existencia consiste en “ir tirando”, en coleccionar viejos discos de vinilo y jugar incansablemente a un play station infantil. Se niega sistemáticamente a recordar tanto a su esposa como a las chicas. Los amigos y los suegros pretenden que retorne a la “normalidad” y algunos quieren llegar hasta el extremo de internarlo en una clínica psiquiátrica para ello.
El método para no sufrir de Charlie (o para negar el sufrimiento) es muy simple: no piensa en ello y no activa los recuerdos. Los mantiene sepultados en algún lugar de su conciencia. Puede parecer, quizá, que su conducta es demasiado forzada, acaso artificial en extremo. Pero, a decir verdad, todos hemos sido entrenados en tales prácticas.
Charlie, al igual que cualquier hijo de vecino, ha sido educado como un integrante más de la civilización humana, lo cual significa que él forma parte de una creencia general y de un sistema de percepción colectivo. Ese sistema de creencias, ese acuerdo social, le indica que él es alguien que tiene autonomía y voluntad propia, que hace lo que quiere con algo que considera “su” vida. Esta es la columna vertebral de la sociedad humana, tal como la conocemos. Tú eres tú y yo soy yo. Tú tienes tu vida y yo la mía. Esta separación en el terreno de lo manifestado es lo que prevalece.
Es muy difícil no identificarse con la manifestación corporal. Después de todo, estamos en un cuerpo. Pero, ¿eso es lo que somos?
Cuando mueren la esposa y las hijas de Charlie, lo que de repente se le viene a la mente a este hombre es esa pregunta que tanto y tanto esquivamos: ¿quién soy yo? Porque al preguntarse quiénes somos nosotros, lo que se cuestiona es ese famoso “yo”.
Alguien me ha engañado (o todos me han engañado) haciéndome creer que yo tengo “mi” vida. Pero cuando sucede algo trágico, entonces descubro que yo no soy el dueño de mi vida y que mi mujer o mis hijas tampoco han tenido una vida propia.
La reflexión que suscita esta película, al margen de sus cualidades artísticas y sus aciertos o torpezas, es de índole primordialmente existencial. Uno puede ver esta película desde y hacia lo superficial. Entonces se encontrará con un hombre que está pasando por un sufrimiento inevitable y comprensible. Su vida ha quedado desbaratada. Su familia ya no existe más. Pero cuando se bucea en aguas profundas, hay una evidencia que lleva más allá: no soy dueño de eso que llamo “mi” vida. Y nadie lo es. Por lo tanto, la descripción del mundo que me han hecho creer ya no existe. El mundo se ha derrumbado.
A partir de aquí, una persona puede tratar de volver atrás, recuperar esa descripción del mundo, adaptarse nuevamente a los comportamientos habituales de la sociedad en que vive, o bien puede ver las cosas como son. Verlas tal como realmente son.
No sabemos qué ocurrirá con Fineman. En la película de Mike Binder no se desarrollan los sucesos hasta que podamos verificarlo. Tiene un final abierto, repleto de posibilidades.
Pero al menos tenemos dos aspectos que podemos considerar por su inevitable consistencia. Por un lado, que casi nadie sería capaz de quedarse con esa lucidez arrasadora, con esa certeza de precipicio que proviene de darse cuenta de lo primordial: no eres el dueño de tu vida. Y por el lado paralelo, que no existe nada más difícil, en esto que inevitablemente llamamos vida en común, sociedad, espectro de relaciones, o simplemente amistad, que ponerse en el lugar del otro. Más que nada, porque el otro no existe. Es un invento. Es una entidad imaginaria que ha creído tener vida propia, voluntad autónoma y poder de decisión, cuando en realidad se trata de un cúmulo de conciencia atrapado en un organismo con estructura de mamífero que ignora por completo qué es o quién es. En palabras definitorias: el otro no existe porque yo no existo. Tanto él como yo estamos en el mismo baile. Cada cual es una entidad imaginaria inventada por la costumbre social y el acuerdo colectivo. Y cada cual, con facilidad pasmosa, ha incurrido en aceptar ese acuerdo, lo ha devorado, digerido y convertido en su propia sangre. “Yo soy alguien que tiene vida propia”. Menuda superstición. ¿Quién le va a explicar ahora a Charlie Fineman cómo sigue “su” vida de pequeño burgués adocenado? Porque ya se ha quedado sin continuidad. Ya no tiene futuro. Ha descubierto que el pasado no existió nunca. Y no sabe qué hacer con el presente, por la sencilla razón de que el presente no tiene consistencia, parece que está y no está, y por lo tanto tampoco existe. Pero más que nada, no sabe qué hacer con eso que ha llamado (por pura costumbre) su propia vida, sencillamente porque siempre hizo lo que le dijeron que hiciera.
Lo peor del asunto es que ahora quieren decirle otra vez lo que debe hacer, lo llevan ante un juez, lo quieren meter en un manicomio, lo quieren reformar. “Déjenme solo”, declara él. Ahora ha descubierto que está solo y que todos lo estamos. Y que todos, por un simple acuerdo social, queremos tapar esa soledad que no tiene forma ni límites para convertirla en una soledad privada, propia, de mi pertenencia. Ahora ha descubierto que la vida no es “mi” vida, que no le pertenece a nadie y que por lo tanto no puede ser manipulada por nadie. ¿Qué es lo que hará? No lo sabemos. Ni siquiera es algo que depende de él. La conciencia no es personal, aunque lo parezca. La vida es impersonal, aunque se manifieste a través de lo personal. Y en el escenario que despliega la conciencia, cada personaje quiere apoderarse de ella, sin saber que las cosas están sucediendo exactamente al revés. El día en que el personaje lo descubre, ya no es más el personaje. Ya es pura conciencia.



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Extraído del libro "La Simpleza del Tao", de Furia del Lago - Editorial Ananda

12 comentarios:

  1. Hola Furia:
    He leído con atención esta entrada y me parece que en el impacto del "mundo que se derrumba" está el comienzo del ovillo; este derrumbe, disfrazado por las religiones con el tan temido "fin del mundo", no es otra cosa más que la experiencia de la caída del yo personal. En esa caída se decide el verdadero "destino" de cada uno, será caída libre? encontraré atajos, ramas o algo que me sostenga?...
    Nos dejás más de un motivo para reflexionar, gracias amiga.
    Un abrazo.

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  2. Que buen comentario amiga, te agradezco esta brillante exposición, no hay mucho que opinar despues de tu intervención, aunque no vea la película ya es como si la hubiera visto
    magistral!!!
    una preguntita algo indiscreta,¿ eres tú la comentarista? chapeau pues y si no tambien.

    hoy encontré unos pedruscos en el camino que no sé como los sortearé , espero desde el silencio, por esto no añado nada más
    Ante las situaciones que comentas de la
    película, me resta decir que lo mio de hoy es pecata minuta, así que agradezco tu entrada

    Recibe un fuerte abrazo,Furia

    me guardo tu reflexión, gracias

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  3. Yo vi la película y realmente es conmovedora. Me llamó la atención que los realizadores tuvieran un enfoque tan directo, sobre todo porque no se trata de algo “agradable” para la industria del cine. Me atrevo a decir, incluso, que no ha sido ningún éxito de taquilla. Lo que ha dicho Delia en su comentario me parece acertado. El mundo ilusorio del bienestar organizado se viene abajo y de pronto “alguien” se encuentra con la realidad en crudo. El futuro ya no existe y hacer algo en esas condiciones es imposible. Fineman abandona su profesión y se transforma en un hombre errante. Ya no tiene una vida propia y por ende no puede controlar la vida.
    En esa situación (pienso yo) estamos todos y cada uno. De la cantidad de coraje personal que tengamos, supongo, depende lo que sucederá a partir de entonces. Darse cuenta puede ser una luz, pero no siempre estamos preparados para ver la luz directamente.

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  4. Hola Furia,
    ¡Vaya reflexión! Me pasa como a Arianna que aunque no vea la película ya es como si la hubiese no ya visto, ¡sino vivido!
    El meollo del asunto lo describes a la perfección: la vida-conciencia es impersonal aunque se manifiesta a través de lo personal. La confusión y el error reside en que lo personal pretende tener propiedad y uso particular de ello. Bueno, en esa comprensión profunda "estamos" y tus textos nos lo están recordando desde varios enfoques. Gracias.
    Un abrazo!

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  5. La caída del yo personal, como vos decís, querida Delia, es la médula de nuestro destino. Todos y cada uno de nosotros, sea buscador espiritual o ciudadano común del acuerdo social establecido por la civilización, sabemos que tarde o temprano ese “yo” debe caer.
    A partir de ahí, empieza a jugar el poder personal, la capacidad de cada uno para enfrentar ese derrumbe. O, quizá, la sencilla aceptación de que el yo personal es una ficción y no es necesario para nada.
    Tu aporte siempre enriquece y llena de luz. Gracias, Delia. Un abrazo.

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  6. A veces, Arianna, magnificamos nuestros problemas y de pronto descubrimos que son poca cosa, si los comparamos con las cosas que pasan en otras partes. No hace mucho, nos estremecimos con el terremoto de Chile, por ejemplo, donde muchas familias quedaron diezmadas por la desgracia. Esas cosas conmueven el corazón.
    Me alegra que tengas el ánimo para enfrentar los problemas de la vida. De eso se trata, en realidad. Una de mis hijas, hace pocos días, me decía: “Todos me dicen que la vida es dura, muy dura. Pero yo no quiero que sea tan dura”. De mi parte, sólo silencio. ¿Qué le puedo decir? Un amigo mío suele decir: “Dejemos el pesimismo para tiempos mejores”. Ja.
    En cuanto a tu pregunta sobre la película, quiero decirte que sólo me he enfocado en ciertos aspectos, los que tienen relevancia para una “descripción del mundo” alternativa. Los problemas creados por el ego como base de nuestra sociedad son innumerables. Pero todos tienen esa raíz.
    Melvyn Wartella, por ejemplo, ha realizado unos estudios magníficos sobre el asunto.
    Te agradezco, Arianna, compañera de camino, que compartas con nosotros tu visión. Un abrazo enorme para ti

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  7. Es verdad, Oso, la película no tuvo éxito masivo ni mucho menos. El hombre “civilizado” no ha sido adiestrado para mirarse a sí mismo y conocerse. Una película como ésta, entonces, no tiene mucha prensa favorable. “Conocerse a sí mismo”, vaya pretensión. Y también concuerdo con tu apreciación de que Delia, en su comentario, toca directamente y a fondo el asunto medular.
    El ego es una estructura ficticia pero muy poderosa. Es la hipnosis de cada cual. En cuanto esa estructura es tocada de manera muy potente, como este caso, se derrumba fácilmente. Entonces se descubre que todo ese fortín amurallado era un castillo de naipes y nada más.
    La persona que lo sabe de antemano (porque ha leído a Ramana Maharshi, por ejemplo, o Nissargadatta Maharaj) puede sentirse preparada para sobreponerse al golpe. “No estás preparado para un golpe tan grande, tienes que convertirte en un guerrero para ello”, le avisa Don Juan Matus a Castaneda.
    Tienes razón, Oso. La cantidad de valentía que tengamos para ello es la clave. Eso es todo. La innumerable cantidad de personas que van a ver al maestro, o que se empecinan en seguir un camino espiritual, en el fondo, están lidiando con su propia valentía.
    Tus reflexiones me han hecho reflexionar. Ojalá todo esto nos dé mayor fecundidad en nuestro camino por la vida.
    Gracias por tu visita.

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  8. Sí, José Manuel. Estamos entrenados para creer que podemos controlar la vida. Y como tú dices, la confusión y el error residen en que lo personal pretende tener uso particular de la vida.
    “Hay que tener paciencia para ir desarmando la estructura del ego”, recomienda Shri Anirvan.
    “En eso estamos”, contesta José Manuel.
    Y es así, vamos trabajando a conciencia con la conciencia, o dejándonos trabajar por ella, mejor dicho.
    Ya sabemos que el ego no existe, es una ficción creada por padres y familiares y todo el circo de la sociedad. La personalidad (un personaje capaz de vérselas con los problemas de la vida cotidiana) es necesaria. Pero el ego (un personaje que se cree dueño de una vida propia y que puede manipularla) es un engorro que nos arruina el viaje.
    Ya lo sabemos. Ahora es cuestión de deshacernos de algo que no existe para ver directamente Lo Que Es.
    En eso estamos, José Manuel.

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  9. Algo más de pimienta para este asunto, José Manuel. Acabo de pasar por el blog de Guillem (Wu Wei's Corner) y me topo con un aderezo de Adyashanti muy interesante y recomendable. Espero que te guste. Un abrazo.

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  10. La vida es una lucha eterna un desafío, con alegría, esfuerzo se camina por este mundo. Todos los caminos son iguales no hay malos y buenos y creo que tenemos que dejarnos llevar cada día sin agitación ya que ese circo creado por la sociedad como vos decís igual hay que enfrentarlo día a día es mejor ponerse al lado .

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  11. Me olvidé, Furia de decirte que voy a ver la película porque quede intrigada y seguro es muy buena y también un merecido abrazote.

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  12. Sí, Nanako, dejarnos llevar sin agitación. Gracias por tu visita. Un besoto

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