(Cuaderno de apuntes de Juana López)
Nos sentimos culpables por estar separados.
La separación inventa el “yo” como entidad que está fuera del mundo.
El “yo” es el juez del mundo.
Por supuesto, ambas cosas, el mundo y el yo, son un invento.
No estás separada del mundo ni el mundo está separado de ti. Queremos estar separados para conseguir un beneficio “propio”. Esto configura una situación absurda: una persona quiere tener vida “propia” y con ello está cercenándose de la vida, puesto que la vida es totalidad y no es patrimonio exclusivo de alguien separado de ella.
Al descubrir este sentimiento de separación, aparece también el sentimiento de culpabilidad. Nos sentimos culpables por estar separados y entonces, echamos la culpa a los demás. Los padres, la sociedad, el mundo, etc.
Todo lo cual refuerza la separación.
El trabajo del ego es, precisamente, el de proyectar la culpa. Por eso, el ego inventa al mundo, para inventarse a sí mismo como juez del mundo.
Lo cómico de todo esto es que no existe tal separación. Es nada más que un mundo imaginario. Por más que quieras imaginarte separado de la vida, eres vida y nada puede separarte de ella puesto que todo es vida.
Por lo tanto, no existe tal cosa como “culpa”. ¿Cómo vas a sentirte culpable de una separación que no existe? Además, ¿quién se habría de sentir culpable?
Es inútil hablar de la inocencia
con quien maneja símbolos, a menos
que se pueda inventar alguna ciencia
donde los huecos se sintieran plenos.
Con una ciencia tal, hasta el abismo
puede lucir su nombre pasajero
y el silencio adornar consigo mismo
dotándolo de algún rostro hechicero.
El juego del amor, si así lo llamas,
es pura sencillez reproducida:
quedarte sin la gloria que reclamas
y asumir que la vida es dar la vida.
Lo demás, gozo, fuego y aventura,
deja que llegue por añadidura.
Vita Preziosa
Leyendo este poema de Vita Preziosa me encuentro con preguntas que, al mismo tiempo, son respuestas. ¿No sería mejor dejar que la vida se ocupe de la vida? Después de todo, ¿qué hago yo para que me lata el corazón? Absolutamente nada. Era una niña de casi cuatro kilos apenas cuando nací y luego fui creciendo hasta volverme adulta. ¿Hice algo para ello? Absolutamente nada.
Eso es lo que nos aterra: no somos absolutamente nada. Pero ser absolutamente nada consiste, al mismo tiempo, en ser absolutamente todo.
“Ah, no, pero yo quiero tener mi reducto especial, mi cueva privilegiada, mi mundo separado del mundo”, proclama el ego.
Por eso vive tan mal, el pobre. Está tratando de sostener a toda costa un mundo imaginario, una vida separada, y mientras tanto, mientras se empeña en tales afanes, la vida entera está llevándolo hacia la vida entera, de paseo. En consecuencia, el ego vive sufriendo, porque pretende un mundo separado y no existe manera de que pueda estar separado.
Nos aterra descubrir que inventamos un mundo para beneficio propio (el ego) y que somos sus servidores. Estamos sirviendo a un dios de barro en lugar de servir a la vida, siendo vida.
Pero el ego es tramposo. Para no quedar en descubierto y poner en evidencia que tan sólo es una idea, un ente imaginario, en lugar de aceptar eso, en lugar de admitir que es una fantasía, de inmediato le echa la “culpa” de todo a los demás. Ustedes tienen la culpa de mi sufrimiento, de todo este sentimiento de separación, de toda esta vida.
Es inútil. No existe tal separación. Somos la vida misma. Y si no existe tal separación, tampoco existe el ego. Ni el tuyo ni el de nadie, porque no existe ninguna persona como tal, como ente separado. Simplemente, somos vida. No “esta” vida separada de todas las otras. Queda en claro que no existe más que una sola vida, la totalidad.
Este es el mazazo definitivo para el ego. Quedar al descubierto es como ser una gota de agua que cae en el mar de la inocencia.
El ego es el enemigo declarado de la inocencia. Su existencia imaginaria consiste en culpar a todos y a todo de lo que está pasando en un mundo inventado por el propio ego para sentirse autónomo y separado.
En eso consiste la liberación. En destronar al juez del mundo. Y con eso, desaparecen el juez y el mundo. Sólo queda la vida entregándose a la vida. El amor mismo.
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Extraído del libro "Simplemente Ser", de Furia del Lago - Editorial Ananda
Que gran entrada amiga F.D.Lago.
ResponderBorrarSEPARATIVIDAD...palabra inventada por el pobre ego...menuda faena cuando lo creemos, quedamos aislados de la vida y los seres...NO!
Gran trabajo para tomar consciencia.
Miles de gracias por este tesoro .
Besines de colores de Otoño.
Precioso y esclarecedor texto Furia...
ResponderBorrar"Nos aterra descubrir que inventamos un mundo para beneficio propio (el ego) y que somos sus servidores". Y encima el ego es tramposo y echa la culpa de todo a los demás.
Has definido perfectamente el comportamiento humano... pero como dices no hay separación, somos la vida misma y asi el ego no existe.
Un abrazo cósmico!!.
Me agrada esa conceptualización de la liberación: "destronar al juez del mundo". Tiene mucha fuerza y es bien descriptiva.
ResponderBorrarLos apuntes de Juana López siguen dando mucho de sí. Gracias por compartirlos.
Un abrazo!
Ser absolutamente nada es un milagro. No lo queremos ver. Cultivamos la pretensión absurda de ser alguien especial, alguien importante, alguien que tiene el control. Pues no, somos nada. ¿Y qué? Si realmente llegamos hasta la médula de Ser (sin ser algo especial o alguien definido) resulta que la vida se manifiesta a través de nosotros en un canto de inocencia sin límites. ¿Por qué no?
ResponderBorrarFuria, has dado en el clavo con el mayor de los miedos del Ego que no es otro que su propia extinción, o mejor aun, darse cuenta de que no es nada.
ResponderBorrarIncluso cuando buscamos la liberación es otra forma de afirmarnos como seres que buscan su propio beneficio, de ahí la búsqueda sin objeto en la que tanto incapié hace el Zen.
Magnífica entrada.
Un abrazo.
Según el Zen:
ResponderBorrarMushotoku: Sin meta ni espíritu de provecho.
I shin den shin: De mi alma a tu alma.
Mil Gracias!!.
Gracias amiga, siempre ofreciendo un paso más allá, una vuelta de tuerca, para al fin entender-Siendo.
ResponderBorrarUn abrazo!
Sí, Peregrina, es la idea de estar separados la que causa el conflicto y el dolor. Pero es sólo una idea. ¿Para qué darle entidad? Eso se pregunta el saboteador de su propio ego... Ja. Un abrazo primaveral.
ResponderBorrarTal cual, Gorka. El ego no existe. Mejor será que dejemos de creer en lo que no existe.
ResponderBorrarAbrazo de inmensidad.
Ah, sí, José Manuel. La idea de poner a Juana López es la de quitarle todo mito al buscador. No hacen falta templos, ni dojos, ni ceremonias, ni ritos para simplemente ser. Cumplamos o no con ellos, simplemente ser no nos abandona nunca
ResponderBorrarUn abrazo.
Y bien, Luciana, ser nada y ser todo resultan equivalentes pero no nos otorgan ningún beneficio personal. A todo esto, el personaje especial, importante y exigente no es más que una niña malcriada. Por culpa de ella, andamos a los tumbos en el paraíso. Ni siquiera sabemos que jamás hemos sido expulsados de él. Sólo pretendemos tener una vida propia, fuera del paraíso. Y así nos va. Un beso.
ResponderBorrarAsí es, Tina. Buscar la liberación sigue siendo el capricho del ego. Ay, ay. Le cuesta dejarnos en paz. Y eso que se trata de un personaje imaginario. Por eso, dejar de imaginar es volver a la desnudez del paraíso. Un abrazo.
ResponderBorrarSí, Gorka. Mushotoku: la estatua del buda invisible. Gracias por el aporte.
ResponderBorrarEntender y ser en un solo movimiento, actitud y acción en un solo acto: vaya idea tan explosiva, Zanara. La luz que se reconoce. Abrazo grandote.
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