(Apuntes de un diario personal)La meta de “quedarse en silencio”, anhelada por el buscador, es tan ficticia como tocar el horizonte.
El buscador no puede quedarse en silencio porque su existencia imaginaria consiste en un ruido conceptual que quiere negar el silencio.
El silencio no tiene significado ni tiene sentido. Es vida pura viviendo por vivir. El buscador, en cambio, busca una vida propia, y eso es lo que tiene “sentido” para él. Y puesto que busca una vida propia, no quiere morir. Sin embargo, difícilmente confiese que pretende la inmortalidad. Probablemente diga que quiere “la liberación”. Y entonces le replican: “¿La liberación de quién? Quédate en silencio”. Por lo tanto, el buscador sigue buscando. Ahora busca métodos para quedarse en silencio.
Claro está, si el buscador queda en silencio, descubre que el propio buscador no existe. ¿Quién queda en silencio? Sólo el silencio puede quedar en silencio.
El buscador es una ficción. Su origen es muy simple. Un niño se aleja unos pasos de su casa, en plena noche. Descubre que la noche es oscura, que en ella no puede dar un paso cierto y que aparece el sentimiento de temor. Entonces, el chico se pone a silbar. Así de simple. Silba una tonada y va tratando de calmarse.
Otra noche en que se aleja un poco de casa siente de nuevo el mismo miedo y entonces habla consigo mismo. Así va tapando el silencio. Así niega el presente (el silencio) y se inventa una tonada que niega el presente (el ego).
El niño está acostumbrado a su casa. Aquí uso el término “casa” como analogía de “Lo Conocido”. El niño se acostumbra a lo conocido, a lo repetido, a lo que ve todos los días, a lo que escucha a cada rato, a la rutina de hacer determinadas cosas una y otra vez, según las enseñanzas de mamá y papá.
Apenas sale unos pasos fuera de casa se topa con algo que no conoce. Y no sabe cómo manejarse con eso. Le da miedo.
Pero pongamos esto en claro: la división entre lo conocido y lo desconocido es puramente humana. Es un mecanismo mental. ¿Conocido para quién? ¿Desconocido para quién?
Alguien supuestamente conocido, al que llamo “yo”, acopia un conglomerado de sus experiencias personales y sus conocimientos. A eso le llama “yo”. Es decir, se hace una imagen de sí mismo.
Ahora bien, el niño que silba y que habla consigo mismo, ¿consigue abolir la noche?
El ego que parlotea con su espejo mental todo el tiempo, ¿consigue abolir el silencio?
El “yo” surge como instinto de supervivencia del cuerpo. Tengamos en cuenta que el organismo humano es un cuerpo separado de otros cuerpos. Pero no es “vida separada de la vida”. Ahí reside la confusión.
En el terreno de los fenómenos, cada cual tiene su rostro distinto de los otros rostros y cada uno tiene un cuerpo que funciona como una totalidad orgánica.
Pero el terreno de los fenómenos es nada más que un mundo limitado y en el caso d este mamífero llamado ser humano es nada más que vida animal. Repito: limitarse al mundo de los fenómenos es limitarse a ser nada más que un animal.
Dicho así, queda en claro que vivir sometido al mundo de los fenómenos sería como quedarse encerrado en una jaula para siempre.
Esa jaula se llama “ego”.
El ego es eficaz para conservar “mi vida”. Pero resulta que, en realidad, yo no tengo una vida que sea “mía”.
Vaya contradicción. ¿Qué es lo que quiere conservar el ego? “Mi vida”. Pero no existe una vida separada de otras vidas. La vida es entera. Es No Dualidad. Mientras quiero sostener al ego, estoy viviendo la ficción de una “vida propia”.
Los problemas surgen cuando una persona determinada descubre que no es inmortal. Ahí el ego se viene abajo. ¿Para qué sirve tanto esfuerzo y tanta locura si tengo que morir? La pregunta es inevitable. Puesto que la pregunta se la formula el mismo ego, ahí aparece el “buscador espiritual”.
Jesús de Nazareth dice que el alma es inmortal. Nisargadatta Maharaj asegura que la muerte no existe. El Buda también lo asegura. Entonces (piensa el ego) tengo que buscar eso.
El buscador es un producto del ego, es el ego mismo. Sigue buscando no morir.
Veamos entonces con qué se topa el buscador. Uno de ellos adepto al budismo, fue a visitar a un maestro Zen y le preguntó: “¿Cuál es la vía que conduce a la liberación?”
“¿Escuchas el fluir del arroyo?”, le preguntó el maestro, sorpresivamente.
“Sí”, respondió el visitante.
“Bueno, ésa es la vía”.
Escuchar significa que eres silencio. No eres Fulano de Tal ni tienes una vida propia. Eres silencio. La vida entera es silencio. Se manifiesta como miríadas de formas, cuerpos, procesos, fenómenos… Pero es silencio. Al igual que los sonidos aparecen y desaparecen para mantener el silencio, los fenómenos surgen de la vida y se disuelven en la vida.
En primavera, al árbol le brotan flores. Luego las flores desaparecen y el árbol continúa en su sitio.
A la vida le brotan fenómenos. Esos fenómenos nacen y mueren, pero la vida no nace ni muere.
El ego inventa una dualidad ficticia: la vida opuesta a la muerte. Tal dualidad no existe. La inventa porque el ego, cuando piensa en la vida piensa en “mi vida”, una existencia propia. Entonces dice: mi vida tiene un enemigo, la muerte. Como si su vida ficticia estuviera en un extremo y la muerte en otro.
Pero visto desde el silencio, una persona está viviendo en una dualidad ficticia distinta: lo que nace y lo que muere. La muerte es opuesta al nacimiento, pero es el mismo fenómeno. El instante nace y muere al mismo tiempo, pero la vida es permanente.
El ego es la negación del presente, la negación del silencio. Cuando el adepto Zen visita al maestro, éste le dice que escuche el sonido del arroyo. El arroyo es un símbolo y también es el momento presente. El arroyo nace y muere al mismo tiempo, el presente también.
“Escucha”, le dice el maestro. Sólo el silencio puede escuchar. Este silencio es la materia prima de la vida. En el silencio no hay conceptos ni experiencias. Yo puedo estar escribiendo esta frase, pero yo no hago nada. Ni siquiera respiro por mi propia cuenta y mucho menos soy la que hace palpitar mi corazón. No soy más que un instrumento que está escribiendo lo que le dicta el silencio.
Alguien le preguntó a Ramesh Balsekar si “podemos conocer Eso que era antes de la conceptuación o sólo podemos ser Eso”.
Ramesh respondió: “Sólo podemos ser Eso e incluso eso es un concepto. (Risas.) En otras palabras, lo que estoy diciendo es justamente lo que dijo Ramana Maharshi: “No ha sucedido nada, no ha habido creación”. Observemos que si aceptamos eso, lo que queda es silencio, ausencia total del funcionamiento de la mente. Ese silencio es lo único que se ha de conocer. Todo lo demás es un concepto”.
La vida es eterna porque no nace ni muere. Fulano de Tal es mortal porque ha nacido. Pero también esto es una ficción. Supone que ha nacido. Fulano piensa que es alguien, cuando en realidad ese “alguien” ha sido inventado como el silbido del niño, para caminar sin miedo por una noche donde no hay luna.
Como analogía, puedo usar esta imagen: el silencio no nace ni muere. La nota musical nace y muere al mismo tiempo. Ni siquiera existe. O, mejor dicho, su existencia consiste en no existir.
Juan y María son dos notas musicales en el concierto de la vida. Parece que existen, pero no existen. Su existencia consiste en no existir.
El silencio se nos muestra al revés: parece que no es, pero es lo que es.
“Ah, perfecto, entonces lo que yo quiero es quedarme en silencio”, piensa el buscador. Después de todo, lo que busca es ser inmortal.
Pero es imposible.
El buscador es un negador de silencio. Su existencia ficticia consiste en taparse los oídos.
El buscador ha inventado un propósito para la vida: la vida debe tener sentido. Por supuesto, ya hemos visto “para quién” debe tener sentido. Para mí. Para el desesperado buscador que no quiere morir.
Cuando llegamos a esto, veo que el buscador me hace creer que yo soy un organismo humano. Eso es absurdo. Yo soy vida, no mujer ni hombre.
Simplemente, tienes que preguntarte qué eres: ¿la gota de agua o el agua de la gota?
Raimon Pannikar Eres conciencia de ser, pero prefieres ser alguien importante, destacado, distinguido y separado. Ahí es donde comienzan los problemas. Si un adolescente piensa de ese modo, lo encontramos inevitable. Tiene que adquirir una personalidad autónoma, que le permita desarrollarse en forma independiente, dejar de ser un parásito de los padres. Pero cuando una persona que ha llegado a la edad adulta continúa comportándose como un adolescente, entonces está en problemas. El robot se ha devorado a su inventor, el ego se ha posesionado de la persona.
¿Cómo ha sucedido esto? ¿De qué manera el ego se ha posesionado de tu persona? Para responder a esto, es necesario comprender que el ego es un mecanismo diseñado para negar a la conciencia de ser. Estás aquí y ahora, pero el ego te hace viajar por cualquier otra parte: el pasado, el futuro, tus ilusiones, tus deseos, tus creencias y tus sueños. Y la costumbre de negar el presente, de no estar jamás aquí y ahora, termina por hacerte creer que eres alguien con el poder de ser lo que no eres. Vita Preziosa (“Verse sin Espejo”)El Buda me avisa: “La forma es el vacío, el vacío es la forma”. Visto esto, puedo decir: Entonces esta forma que soy está para mostrarme que soy vacío. Y este vacío que soy se adapta a cualquier forma, clima, paisaje o circunstancia. Si me pongo a pensar en la muerte de la forma, me digo: “No sé lo que pasará”. Pero después de todo, jamás lo supe, ¿no es así?
El ego es el inventor de una fantasía: una vida propia. Una vida supuestamente separada de la vida.
Cuando Moisés encuentra en el monte la zarza que arde sin consumirse, le pregunta quién es. “Yo soy el que soy”, le responde la zarza. En otras palabras: “Yo Soy Lo Que ES”.
No existe concepto que pueda encerrar en ningún significado a la vida. Por eso Jeff Foster la llama “La Vida Sin Centro”, que quiere decir “la vida sin concepto”, la vida sin sentido ni propósito.
No existe idea que pueda imaginársela, no existe palabra que pueda nombrarla, no existe cajón donde puedas guardar el vacío.
“El Tao que puede ser nombrado no es el Tao”, dice Lao Tzu. Menuda forma de hablar del silencio.
¿Qué concepto cae como una gota de lluvia en el mar?
El que, aunque sea en voz alta, pronuncias desde el silencio…
Flora Espinosa
Todo es vacío, aunque tenga forma.
No importa si es la ley que han mencionado
los vedas o si de la sacrosanta
física cuántica la luz proviene
que puede iluminar esta certeza.
Todos ellos profesan el principio
de incertidumbre, vaya paradoja.
Por eso no haces nada, sin que importe
lo que hagas ahora: nada siembras
y es nada tu cosecha. Tienes prueba
por demás en ti mismo. Tú eres obra
de la gracia que ignora tu apellido
y en tu rostro fabrica el escondite
para el suyo. Preguntas qué sentido
debes darle a la nada. Te respondo
con ese piano que tremola ritmos
desde un disco engendrado en el vacío.
Dime tú qué sentido tiene tanto
vibrar de melodías y verás
cómo has dejado de escuchar la vida.Vita PreziosaCuando yo era niña, en los velorios la gente decía: “No somos nada”. Y yo, con mi cabecita de infancia, no lograba entender. Me preguntaba qué quiere decir “nada”.
Ahora lo sé: esto que aquí está presente es nada. Todo es Nada. Pero eso no puede ser pensado. Es la revelación de la presencia que aquí mismo se muestra como ausencia. Es la esencia. ¿La esencia de qué? La esencia del Ser, la esencia de la Esencia. Vivir por vivir. La vida porque sí.
Pero el buscador insiste: “Yo quiero comprender”, argumenta.
Veamos, responde la vida; eres una nube y quieres comprender el cielo. Sólo tienes que disolverte.
Ah, no. Eso sí que no.
Cuando se habla de “comprender” pasa eso. Una hormiga pretende comprender cuál es el significado del Universo entero, de la vida entera y de la Eternidad de cabo a rabo.
Genial. Como si el infinito estuviera desde siempre esperando que Juan viniese al mundo para darle un significado, o para que María le encuentre un sentido a “su vida”. Es más, como si la eternidad y el Universo y Dios hubieran decidido darle a Juan una “vida propia”.
Visitante – Lo cual plantea otra pregunta. ¿Es también la iluminación un concepto?
Ramesh Balsekar – Sí, lo es. ¡No sólo es un concepto, sino que la Realidad también lo es!
Cuando se comprende que la Realidad es una interpretación que hacemos, se pierde la importancia.
Don Juan MatusDentro de este paisaje, vemos al buscador que pretende “quedarse en silencio”. ¿Para qué quieres quedarte en silencio si eres el silencio? No hay nada que buscar, el silencio está aquí y ahora, tú mismo estás sumergido en el silencio porque eres el silencio.
“Ah, no. Yo no quiero morir. Y si dejo de buscar, es como si me hubiera muerto”, argumenta el ego.
Respuesta en forma de pregunta: ¿Para qué quieres ser inmortal si ni siquiera existes?
Si se mira bien, he puesto “buscador” en una frase y “ego” en otra. No hay dos. Estoy hablando del mismo aparato imaginario, el que nos hace creer que tenemos una vida propia.
El ego es el buscador. El que impide que el silencio se revele como iluminación, el que no permite que el silencio se nos muestre como la zarza que se incendia sin consumirse.
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Extraído de "El Buscador es el Ego", de Furia del Lago - Editorial Ananda